EVALUACIÓN DE LA ENSEÑANZA

¿Y un PISA de valores?

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Carlos Márquez Daniel

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Evaluar implica examinar y calificar las aptitudes y conocimientos de un individuo o de un colectivo, lo que permite, si es menester, trazar estrategias para tratar de mejorar en aquellas áreas en las que se exhiba cierta flaqueza. Este tipo de peritajes, sin embargo, puede derivar en comparaciones y clasificaciones que desvirtuen el objetivo último de la evaluación. El informe PISA, por ejemplo, mide el rendimiento de los jóvenes de 15 años de 79 países en matemáticas, ciencias y lectura. Alumbra una nota final que se interpreta como un espaldarazo o un puñal a todo un sistema educativo. Y puede que lo sea. Pero hay más: se genera una batalla entre estados por escalar en un ránking, cuando, según los expertos, como sucede con el colesterol, debería bastar con situarse en una zona de confort

Eduard Vallory, president del Centre UNESCO de Catalunya, considera que se está haciendo una "lectura equivocada" de los resultados de PISA. Explica que este estudio empezó a elaborarse con vocación comparativa, pero no competitiva. Y es en ese tránsito de la equiparación a la contienda donde se está produciendo una cierta adulteración de las intenciones. "Se trata de marcar unos niveles que consideramos aceptables, es decir, lo importante no es la posición sino conseguir un cierto nivel que deje entrever que las cosas se están haciendo bien". Que lo relevante para muchos países sea precisamente todo lo contrario, esto es, no solo estar por encima de la media sino copar los puestos más altos de la lista, lleva a muchos gobiernos a enfocar la educación para conseguir mejores resultados. O lo que es lo mismo, a entrenar a los chavales en las materias sobre las que la OCDE les va a examinar.

Ese parece ser el caso, señala Vallory, de muchos de los países asiáticos que tradicionalmente han cosechado estupendos resultados PISA cada tres años. Es el ejemplo de Japón, Singapur o las provincias de China que participan en el análisis. También los resultados de Turquía, con un aumento sideral, invitan a pensar que hay gato encerrado. O muchas horas invertidas para escalar posiciones. Estonia, en cambio, como sucede con Portugal y Polonia, donde empiezan a dar frutos prácticas de innovación docente, el ascenso gradual de la puntuación parece tener una explicación mucho más orgánica.  

A Finlandia le da igual

¿Pero qué ha pasado con Finlandia, adalid de la educación europea contemporánea? ¿Por qué ha bajado? Dice Vallory que en una conversación reciente con Irmeli Halinen, responsable del cambio de currículum educativo de este país nórdico, le quedó claro que para el gobierno de Helsinki lo trascendental es "preparar a los jóvenes para los retos del mañana". "Finlandia sabía perfectamente que bajaría en la clasificación, pero le da absolutamente igual. Hicieron el cambio hacia un currículum competencial en el 2014 y empezó a aplicarse en el 2016". PISA les daba cierta tranquilidad porque les coloca en la zona acomodada en cuanto a ciertas habilidades. Eso les permitía, y así lo han hecho, empezar a fijarse en otras cosas, más vinculadas con "la creatividad, la capacidad de resolver problemas complejos o la habilidad permanente de aprender". De algún modo, es como estar en esa franja de colesterol en la que no hay peligro: si estás en ella, centrate en no abandonarla y aprovecha la situación sin volverte loco con el nivel de obstrucción arterial de los que te rodean. 

Miquel Àngel Essomba, director de la cátedra de Educación Comunitària de la Universitat Autònoma de Barcelona, denuncia que algunas administraciones públicas se han dedicado a "crear condiciones favorecedoras para obtener mejores resultados". "Desgraciadamente -prosigue este experto-, la lógica que usan los gobiernos no es la de explicar cómo funciona un sistema educativo sino simplemente quedar bien". Al también excomisionado de Educación del Ayuntamiento de Barcelona, el informe PISA le recuerda las pruebas de competencias básicas que organiza el Departament d'Educació desde hace más de una década y que se realizan en 6º de Primaria y 4º de la ESO. "Hay escuelas que dedican unas horas de la semana a entrenar a sus estudiantes para obtener mejor nota y así ganar popularidad de cara a futuras matriculaciones". Lo mismo sucede con el bachillerato, con esa competición no oficial entre centros por lograr que los aspirantes logren una mejor nota de la selectividad. Sea un gobierno o una escuela, de por medio siempre hay la misma materia prima: un niño o una niña enfrentándose a su futuro. 

En el caso de Catalunya, Essomba recuerda que los jóvenes que realizaron el examen PISA en el 2018 entraron en el sistema educativo en el 2009, año en el que empezaron los recortes en la enseñanza. "Hemos bajado en ciencias y matemáticas y a partir de ahora hemos de analizar si los resultados tienen que ver con el bajón de inversión". "Seguramente nos servirá para denunciar que las cosas no pasan por casualidad". Y sobre los aspectos que toca en informe, este experto receta a la OCDE que reflexione sobre la posibilidad de realizar un "PISA de valores". Vallory comulga con la idea: "¿Pero se atreverá Arabia Saudí a preguntar sobre la igualdad o Estados Unidos a poner en duda la política de Trump sobre la crisis climática...?".