EMERGENCIA HABITACIONAL

"No se puede hacer negocio con la miseria"

Assumpció Puig, decana de los arquitectos, afirma que el colectivo apuesta por la innovación para solventar el problema de vivienda y sostiene que hay líneas rojas, como los pisos colmena, que no se pueden traspasar

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Natàlia Farré

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Si hay un colectivo que sepa de viviendas, ese es el de arquitectos. Así que lo suyo es preguntar al gremio que les aúna que, en Catalunya, no es otro que el COAC (Col·legi d’Arquitectes de Catalunya) sobre dónde están las líneas rojas que no se pueden traspasar a la hora de construir para solucionar, o como mínimo suavizar, la <strong>emergencia habitacional</strong> que sufre <strong>Barcelona.</strong> La respuesta es clara y su decana, Assumpció Puig, no duda: “No se puede hacer negocio con la miseria”. Para esta profesional los pisos colmena son eso, son “volver a la infravivienda pero con negocio de por medio, cosa que aún duele más. ¿1,2 metros de altura? No es la solución”.

Ello no significa que los arquitectos estén en contra de los cambios, todo lo contrario: “No estamos en contra de ninguna forma innovadora pero sí de aquellas fórmulas que no permiten desarrollar una vida con normalidad”. La normalidad no es otra que entender el concepto básico de vivienda como "un lugar donde poder desarrollar un proyecto de vida", y un espacio que no debe "avergonzar". Y entender, también, que la vivienda es un derecho: "No nos gusta que haya pasado a ser una mercancía importante a nivel de inversión".

Para la decana, "debería haber ayudas públicas para que la gente pueda vivir con dignidad". Mantiene, además, que  "desde la Administración se debería apostar realmente por la vivienda social y por su permanencia". Un ejemplo que no favorece el tema es la caducidad de los pisos levantados de forma pública años ha: "Está caducando la calificación de vivienda social de muchas viviendas construidas durante el franquismo y se están poniendo en el mercado libre. Estamos perdiendo".

Pisos contenedor

La postura del Col·legi con los pisos contenedor, la última apuesta del ayuntamiento para aligerar la emergencia habitacional, se mueve entre el sí y el no. La disyuntiva está relacionada con el tiempo y el precio. “Era una prueba para construir rápido y con ahorro de costes. En enero del 2018, dijeron que en un año construirían 92 viviendas para 250 familias, estamos en octubre del 2019 y están acabando las 12 primeras, un número que no es rentable para este tipo de construcción. Igual deberían replanteárselo porque, al final, levantar un edificio y hacer viviendas mínimas que cumplan con todas las normas es más digno”. Puig recuerda, además, que el solar del Raval donde se han instalado los contenedores es “suelo municipal para vivienda social”, y puntualiza que lo afirmado es dicho “sin tener nada en contra de los contenedores” ya que reconoce que “están bien acabados”.  También apunta que en Europa y Canadá el sistema que se ha utilizado mucho pero “construyendo en grandes cantidades y para un público joven y estudiante”.

'Coliving' y cooperativas

Desde el Col·legi no tienen una varita mágica para solucionar el problema pero sí algunas ideas que están trabajando con el consistorio, como la recuperación de locales de ejes poco comerciales. “Estas plantas bajas podrían convertirse fácilmente en vivienda para gente con problemas de accesibilidad”. También se está investigando en la prefabricación de cocinas y baños para “poder hacer reconversiones rápidas”. Otra posibilidad  a estudiar es cómo reconvertir las grandes viviendas del Eixample pensadas para un modo de vida ya obsoleto. “Las familias están cambiando y la manera de vivir también. Hay gente que trabaja en casa porque las nuevas tecnologías lo permiten, hay gente que vive en comunidad y gente que vive sola... Necesitamos cada vez más diseñar las viviendas de forma flexible”.

Sobre el tema hay más donde explorar, a juicio de Puig, como “el 'coliving' o las cooperativas”. El primero, un concepto muy trabajado en ciudades europeas que no es otra cosa que un piso con servicios comunitarios pensado para residencias temporales. El segundo, una propiedad compartida también con servicios comunes, es una práctica que en los años 70 tuvo cierta prédica en España. En cualquier caso, desde el Col·legi lo tienen claro: “La administración tiene un reto, y es el reto de la emergencia habitacional al que hay que darle una solución”.