FALLECIMIENTO EN RUSIA

Leónov, el caballero del espacio

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Marc Marginedas

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"Me sentía como una gaviota extendiendo sus alas y volando por encima de la Tierra".

El autor de estas palabras se llama Alekséi Leónov, un piloto y cosmonauta soviético nacido en 1934 en Listvyanka, un pequeño asentamiento rural a orillas del lago Baikal. Menos conocido quizás en Europa y EEUU que su compatriota Yuri Gagarin, el primer hombre que viajó al espacio exterior, o el estadounidense Neil Armstrong, el primero que puso un pie sobre la faz de la Luna, este siberiano octogenario fue también el protagonista de una hazaña de similar trascendencia. En 1965, transcurrida una hora y media tras el despegue de la nave Vosjod-2 del cosmódromo de Baikonur, Leónov abrió la esclusa de la cápsula y culminó con éxito, durante 12 minutos y nueve segundos, lo que se convertiría en el primer paseo espacial de la historia. 

El viernes, Natalia Filomónova, su asistenta, anunció a TASS su deceso. "Murió en el hospital Burdenko tras una prolongada enfermedad", se limitó a informar de forma escueta. La noticia se difundió rápidamente por todo el país, provocando un reguero de condolencias públicas, al tiempo que los medios de comunicación locales le dedicaban amplios reportajes y obituarios. Incluso el canal televisivo de la NASA, la agencia espacial norteamericana, interrumpió la transmisión en directo de la salida al espacio de dos astronautas estadounidenses desde la Estación Espacial Internacional para dar cuenta de la defunción. Y todo ello, en un momento político en el que las relaciones entre EEUU y Rusia están bajo mínimos.           

Cuatro décadas tardó el cosmonauta Leónov en explicar los principales detalles de aquella accidentada misión que le haría pasar a la posteridad. Fue en un libro de memorias, titulado 'Las dos caras de la Luna' y firmado conjuntamente con el también astronauta estadounidense David Scott, uno de los 12 individuos que ha pisado el satélite terráqueo. Y los pormenores del acontecimiento revelados en esta obra, publicada en el 2006, distan bastante del triunfalismo oficial que rodeó al evento. De hecho, en varios momentos surgieron graves imprevistos que incluso pusieron en riesgo la vida del propio Leónov y de Pável Belyayev, el segundo miembro de la tripulación, que aguardaba dentro de la Vosjod-2.

La familia desconocía la misión

En primer lugar, según rememora el protagonista, nunca pudo explicar el cometido de su misión a nadie ajeno a ella, ni siquiera a su familia. "Cuando Vika, mi hija de cuatro años, me vio en televisión dar los primeros pasos en el espacio, se tapó la cara con las manos y empezó a llorar: '¡Qué está haciendo, qué está haciendo!, decidle a papá que vuelva dentro'", explica. Su padre, Arjip, víctima de las represiones estalinistas de los años 30, tampoco estaba contento: "¿Por qué está actuando como un delincuente juvenil?, tiene que ser castigado", dijo el progenitor del cosmonauta a los reporteros que se apelotonaban en el exterior de su casa.

El momento más complicado de la misión se produjo cuando estaba a punto de regresar a la nave, fuera ya de cámara, tras haber recibido ya en directo las felicitaciones del secretario general del PCUS, Leónid Brezhnev, deseándole en nombre del Politburó "un seguro viaje de vuelta". El siberiano quiso reentrar en la nave, pero la deformación de su traje, que se había expandido y reaccionaba de forma inesperada a las condiciones del espacio exterior, se lo impedía. La única solución era liberar el aire a través de una válvula mientras intentaba meterse "a través de la esclusa", con el riesgo de perder el conocimiento por falta de oxígeno. Y lo hizo sin informar al centro de mando de la gravedad de la situación. "No quería crear nervios en Tierra; además, yo era el único que podía recuperar el control", recordó en un pasaje del libro.

El retorno a la Tierra, horas después del paseo espacial, también fue accidentado. Los dos cosmonautas aterrizaron muy lejos del punto deseado, en un lugar perdido de los Urales, y estuvieron esperando una noche entera en el bosque, en medio del frío y expuestos al peligro de los osos y los lobos con una pistola de supervivencia como única defensa, a que llegara el rescate.