"Me obligaron a meter a mi hijo en un nicho"

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zentauroepp49676363 barcelona 02 09 2019 sociedad mohamed aidoun chaid r190904193106 / JORDI COTRINA

Elisenda Colell

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Hace 25 años, en 1993, su hijo menor murió en la calle. “Primero me dijeron que había sido un accidente, pero luego comprobé que mi hijo había muerto de una sobredosis”. Quien habla es el padre, Mohamed Aidoun Chaid, un hombre de 75 años. El joven, que murió con 21 años, descansa en un nicho en Viladecans (Baix Llobregat) , aunque no era su voluntad. Él y su padre querían ser enterrados bajo tierra y mirando a la Meca, tal como dicta el islam, pero el cementerio no estaba acondicionado. Hoy, la situación es prácticamente la misma, y Mohamed pide que los musulmanes en Catalunya no tengan que sufrir la “discriminación” que él dice haber padecido.

“Soy más español que marroquí”, presume orgulloso Mohamed. De hecho, tuvo que renunciar a su nacionalidad africana en cuanto obtuvo la española. En Marruecos se siente un extraño, ya que él llegó a España durante la dictadura franquista como estudiante en prácticas. Aquí se enamoró, se casó, y tuvo dos hijos. El menor, nacido en 1972, hoy tendría 47 años. “Yo quería ponerle un nombre árabe, pero los del registro civil no me dejaron, me llegaron a amenazar con una pistola”, recuerda. Así que Daûd se convirtió en David.

David fue a la escuela, creció y se topó con el mundo de la heroína. “Siempre me acordaré de aquella noche, me llamaron y me dijeron que mi hijo había tenido un accidente”. Resulta que estaba enganchado a las drogas, y murió de una sobredosis. “Vi las jeringuillas, nunca me olvidaré de ese momento”, relata con los ojos vidriosos.

Mohamed le tuvo que apartar el dolor que sentía tras la muerte de su hijo, para abordar lo que él considera una “discriminación flagrante”. Resulta que en el pueblo donde vivían entonces, Viladecans, no habían previsto como hacer un entierro islámico. Ni el ayuntamiento, competente del cementerio, ni la funeraria. “Tenemos derecho de enterrar nuestros muertos según nuestras creencias”, se queja Mohamed.

A diferencia del rito católico, en el islam la familia lava a los muertos, y luego les colocan en la caja desnudos, tapados solo por un manto blanco. “El alcalde me encontró una bañera en el cementerio y lo lavamos como pudimos”. Luego estaba el entierro. “Contacté con un imam que me ayudó, y pude hacer las oraciones, porque la funeraria no tenía ni idea”, explica. Pero finalmente el cuerpo de su hijo descansa en un nicho. “Me dijeron que no había espacio para mantener el rito islámico”. Y es que según la religión musulmana, los muertos deben descansar bajo tierra, y orientados en dirección a La Meca, su ciudad sagrada.

David no tuvo esa suerte. Pero el problema es que, 26 años después de su muerte, el cementerio de Viladecans sigue sin tener un espacio para las personas musulmanas. No es el único. Son centenares de consistorios que no disponen de este espacio, si bien algunas ciudades van adaptando sus fosas, como es el caso del cementerio de Collserola, en Barcelona.

Mohamed ha llegado a enviar tres escritos al Síndic de Greuges y uno al Defensor del Pueblo. Y nada ha cambiado. “Los políticos no han hecho nada”, lamenta. Y lanza una pregunta a aquellos diputados que son musulmanes. “¿Dónde piensan enterrar a sus padres?”.

“Yo ya no lucho para sacar a mi hijo de aquí, lucho para que los musulmanes podamos ser enterrados con respeto en el futuro”, asegura. A día de hoy, la mayoría de ellos pagan un seguro de vida, y les acaban repatriando el cuerpo en su pueblo de origen donde acaban descansando en paz. “Pero a esto va a ir cambiando”, advierte el padre. En Catalunya ya viven medio millón de musulmanes. Y cada vez más de ellos han nacido aquí. “Somos ciudadanos igual que el resto, pagamos impuestos y se nos debe respectar”, pide Mohamed.