GOTA FRÍA

Y el Segura se salió de madre

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Nacho Herrero

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Orihuela se acostó el jueves aislada e inundada y con la Unidad Militar de Emergencia ya en sus calles pero se fue a mal dormir consciente de que lo peor estaba por llegar y que lo haría por el cauce del Segura. Puntual, a primera hora el río empezó a desbordarse y el agua ya no dejó de extender sus dominios.

“De repente vimos una manta marrón de agua que venía por la puerta de la casa y empezó rápidamente a subir el nivel. Cada media hora, tres o cuatro centímetros”, contó al mediodía a EL PERIÓDICO Jesús Toboso, vecino del barrio Martínez Cases, al sur de la localidad.

Lo hizo con un creciente agobio desde el segundo piso de su casa, porque en el primero ya había metro y medio de agua. Apenas les dio tiempo a mover los coches y a salvar algunos muebles pequeños. El resto, explicaba, estaban ya flotando.

Avisaron al 112 pero no había mucho que se pudiera hacer. “Nos preguntaron si había riesgo para las personas y como nos habíamos podido subir al piso de arriba nos dijeron que nos quedáramos ahí y esperáramos”, señalaba. Las prioridades estaban claras y el helicóptero de los bomberos entre sus más de doscientos rescates incluyó a tres embarazadas.

Los más madrugadores o los que no pudieron dormir, habían comprobado como, poco después de las siete de la mañana, el cauce se quedó pequeño a la altura del Puente del Rey, muy cerca del mismo centro de Orihuela.

En el casco histórico vive Encarna Paredes, de 65 años y viuda, que da las gracias porque el temporal haya pillado a su hijo, que vive en Argentina, con ella. “Vivo en una isla, está todo inundado, por delante y por detrás de la casa. Me ha entrado agua, tengo goteras y sólo va la luz en la mitad de la casa pero eso no es nada con lo que se ve aquí. Por mucho que saquen imágenes en televisión, no se puede entender”, señalaba.

Casi todo el centro estaba completamente inundado. Y donde no había agua, había barro. “Las alcantarillas no dan abasto. Pero el verdadero problema es que se cortaron las acequias 'de los moros'. Por mi garaje, por ejemplo, pasa una y el jueves tuvimos que sacar los coches a todos prisa”, recordaba.

Los bomberos se multiplicaban. En el Puente Nuevo una excavadora trabajaba a destajo sacando cañas y restos de árboles del río para que no obstruyesen los pocos centímetros que quedaban para que el agua pasara por debajo y evitar que saltara. Por la Rambla de Abanilla, el agua entraba a la ciudad arrastrando coches. En la ciudad todos echaban mano del recuerdo de las riadas de 1986 y 1987.

Fueron muchos los municipios cercanos afectados por la crecida. Almoradí vio como se hundía la carretera a Algorfa y cómo en ese punto la presión del agua hacía añicos una de las paredes del cauce. Las huertas cercanas, como pasó en casi toda la Vega Baja, quedaron completamente anegada. En este pueblo, el único sitio donde no habia agua era en los grifos.

Para rematar, Santomera

Con el paso de las horas, pese a la tregua que dio la lluvia, las cosas no mejoraron. A eso de las tres de la tarde, la Confederación Hidrográfica del Júcar se vio obligada a abrir las compuertas del embalse de Santomera. Antes ya había avisado de lo que ocurriría.

“Las aportaciones se unirán a las del río Segura incrementando su volumen en una cantidad muy importante, lo que supondrá mayores desbordamientos en poblaciones aguas abajo del punto de confluencia, especialmente en la población de Orihuela”, avisaron.

Pese a abrir las compuertas se llegó a alcanzar el llamado ‘escenario 1, es decir la cota 98 sobre 100. El agua se precipitó por el Canal Rambla Salada y las predicciones se cumplieron y el arrollador caudal lo fue aún más. Pequeños pueblos como la Granja de Rocamora quedaron inundados en minutos y se multiplicaron las evacuaciones en la zona.

Bulos y mirones

Pero no sólo hubo que luchar contra el agua. Ante los rumores de una inminente rotura del embalse tanto la Confederación como las instituciones se vieron obligados a desmentir repetidamente la intoxicación.

Desde el organismo que controla el Segura también informaron que se vieron obligados a solicitar la intervención de la Guardia Civil “para desalojar a las personas situadas a pie de presa” porque no era seguro permanecer en la zona mientras se desembalsaba y no hacían caso de las indicaciones. Como si no tuvieran suficiente con el Segura.

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