EL BENEFICIO DE LAS EXTRAESCOLARES

Y el fútbol le cambió la vida a Salah

Un joven de Badalona con pocos recursos explica cómo una ayuda de Cáritas para practicar su deporte favorito le sirvió para sentirse integrado

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Gisela Macedo

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Un estudio reciente de Save the Children apunta que comprar material escolar es una dificultad para el 36% de los hogares españoles. De una manera u otra, la mayoría pueden hacer frente a esa acometida, pero no todos tienen la misma suerte. Y lo mismo ocurre con las actividades extraescolares: mientras algunos padres saturan a sus hijos con todo tipo de actividades, otros no pueden hacer frente al gasto de apuntarles solo a una. 

Las entidades sociales no lo dicen por decir. Diversos estudios concluyen que los alumnos que realizan actividades extraescolares experimentan un mayor progreso en el ámbito académico, y que este impacto es aún mayor si el estudiante proviene de una familia con pocos recursos. Por eso algunas de estas organizaciones ayudan a que los chavales puedan hacer actividades deportivas fuera del colegio. Cáritas es un ejemplo de ello.

Su gran pasión

Uno de los chicos a los que atiende la organización es Salah, un joven de Badalona que desde hace dos años puede practicar su gran pasión: el fútbol. Tiene 16 años, es el mediano de tres hermanos y su padre cobra una pensión por incapacidad, mientras que su madre trabaja como limpiadora los fines de semana. Si no fuera por la ayuda, su familia no podría pagar la extraescolar, que ha marcado un antes y un después en la vida de Salah. "Antes me sentía solo, los demás no querían jugar conmigo. Pero cuando me apunté a fútbol cambié, me ayudó a socializar y, como soy bueno, ahora siempre me llaman", cuenta.

De hecho, el talento del joven ya le ha traído un par de ofertas para jugar en otros equipos locales, aunque de momento prefiere quedarse en el club Pere Gol porque en los demás no podría hacer frente a los gastos. Lo más importante para él es poder jugar: "Cuando me castigan, prefiero que me quiten el móvil antes que el fútbol", asegura Salah, quien ya ha sufrido varias lesiones en el campo. Se rompió el brazo y un dedo del pie y, a pesar de la preocupación de sus padres, nunca ha pensado en dejarlo. Tanto es así que ni siquiera con el brazo escayolado quiso dejar de jugar.

Poder jugar al fútbol no ha sido un camino de rosas para la familia de Salah. Antes entrenaba en otro equipo, el Llefià, con su hermano pequeño. Allí, aunque Cáritas se encargaba de que ambos pudieran entrenar, no les proporcionaban la equipación necesaria y ellos tampoco tenían los recursos para comprarla. Por eso durante dos años no se les permitió jugar en los partidos, algo que a Salah le hacía sentir mal. "Me sentía diferente a los demás", dice. Sin embargo, asegura que quien peor lo llevaba era su hermano menor, que a menudo rompía a llorar tras los entrenos, ya que sus compañeros se burlaban de él por ir vestido de forma diferente. Cansado de la situación, el mayor decidió cambiar de equipo y el pequeño, tras años de insistencia, finalmente consiguió la ropa.

Darlo todo para seguir

Salah se graduó en ESO en junio con una media de notable, lo que le ha hecho posible acceder a los estudios que él quería: una formación profesional relacionada con los deportes. Su padre, Abdelah, se muestra orgulloso del chico y le anima a continuar formándose: "Yo nunca fui al colegio. Por eso tengo que darlo todo para que mis hijos estudien y puedan vivir mejor". 

El joven muestra una increíble madurez para su temprana edad.

Perfectamente consciente de la situación que atraviesa su familia, Salah ha comenzado a buscar trabajo para ayudar en casa, ahora que ya ha cumplido la edad para poder hacerlo. Eso sí, sin dejar de lado la formación. "En el futuro me gustaría ser bombero o policía aduanero, pero aún no me he decidido", cuenta. El chico tiene la capacidad y las ganas para conseguirlo, aunque su contexto y la escasa ayuda que recibe no se lo van a poner fácil.