la lucha contra la pobreza juvenil

Un proyecto social contra el abandono de la FP

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Elisenda Colell

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En los últimos 10 años, el número de personas que se matriculan en un curso de Formación Profesional en Catalunya se ha duplicado. El problema es que la mitad de ellos no finalizan los estudios, y un 90% acaba trabajando en empleos precarios, según algunos estudios recientes. Se amontonan en el paro juvenil, o el precariado. “Hay chavales que se tienen que poner a trabajar, que no tienen becas y que se ven haciendo algo que no les gusta o que no tiene salida”, afirma Nacho Sequeira, director general de la fundación Èxit. Ahora esta entidad lleva un año impulsando un innovador proyecto social para tratar de ayudar a los jóvenes para que no se pierdan por el camino.

La reciente solución que ha encontrado la Generalitat con la FP es crear el modelo dual. Los alumnos se incorporan a una empresa para trabajar en prácticas mientras estudian, y luego inician un periodo de trabajo remunerado en la misma compañía. Un modo de motivar a los estudiantes para que no lo dejen. “El modelo está muy bien, pero las prácticas solo empiezan al segundo año, y la realidad es que los alumnos que abandonan lo hacen en el primero, muchos incluso en el primer mes”, asegura Sequeira. Con suerte, se convierten en trabajadores pobres. Si no, más ni-nis que engrandan la bolsa del paro juvenil.

El abandono, según esta fundación, viene causado por distintos motivos. En primer lugar, el nulo asesoramiento que se hace en la secundaria, para preparar la salida a la formación obligatoria. "Los chicos no saben ni en qué son buenos, ni qué quieren hacer, ni qué empleos hay buenas condiciones laborales". Hay trabajos bien pagados que necesitan gente, pero que nadie conoce. Fresador, por ejemplo. O reparador de veleros. "En el Port Olímpic tienen que ir a buscar griegos que hagan este trabajo, y cobran una barbaridad", asegura el director. "¿Por qué las entidades sociales acabamos metiendo a todos los chavales a hacer cursos cocina o hostelería?", se pregunta Sequeira. Unos empleos donde la temporalidad es abrumadora, y, en muchos casos, los salarios elevados brillan por su ausencia. "Quizá para conseguir datos de inserción a corto plazo…", sugiere.

El cambio que ha hecho Éxit a lo largo de este año es contactar con empresas que quieran colaborar con los jóvenes, principalmente industriales. "La idea es que sigan todo su proceso de formación, y se pueden hacer profesionales a su medida". Todos salen ganando. Los jóvenes se motivan para seguir formándose y la empresa no tiene que reeducar al trabajador. El problema es que hay pocos que quieran participar. "Es muy costoso, ellos creen que no es su responsabilidad", se queja el directivo de Èxit.

De momento han logrado expandir el proyecto a 1.500 estudiantes de Barcelona, Madrid y Sevilla. La clave es que cada alumno cuente con un tutor,  un trabajador de la misma empresa que le va siguiendo y asesorando. Aunque primero ven muchos lugares de trabajos distintos, para poder decidir si esto es lo que quieren, o si se ven capacitados para hacerlo. "Un choque de realidad, abrir perspectivas", describe Sequeira, algo clave especialmente entre aquellos que cursan grados medios o Programas de Cualificación Profesional Inicial (PQPI). "Aquí es donde perdemos a muchos estudiantes", explica. Un problema que se agrava fuera del área metropolitana, donde la oferta es mucho más limitada.

Beca salario

Pero Éxit achaca más causas en el problema de la FP. "Muchos de los jóvenes que cursan estos estudios provienen de famílias pobres", afirma el director. Hay un grueso importante de ellos, según Éxit, que ya acarrean malos resultados académicos, y a los pocos meses dejan de estudiar para ponerse a trabajar de lo que sea. Un desahucio, por ejemplo, puede ser el detonante. Para evitarlo, Sequeira pide una beca salario. "Les pueden pagar libros, el curso, pero necesitamos que les paguen para estudiar". Si no, la rueda no terminará nunca.

Profesores superados

Otra necesidad a mejorar es la innovación educativa. El movimiento de renovación pedagógica ha llenado escuelas, incluso institutos, pero sigue sin llegar a los estudios superiores. Los profesores no innovan, quizá porque no quieren, o porque no pueden. “Hay muchos alumnos en clase, y muchos con graves problemáticas”, sostiene Sequeira. Se han dado varios casos en Barcelona en que los jóvenes con necesidades educativas especiales mienten en la matrícula en cuanto no consiguen las plazas que tienen reservadas en el aula. Puede llegar a haber el doble de lo que estaba previsto. “¿Cómo va a gestionar esto un solo profesor?”.

Nadie sabe muy bien cuántos jóvenes han abandonado la FP. Porque estos datos no son públicos. Éxit sospecha que son muchos, y que nadie está llegando a ellos. “Nosotros decidimos entrar en los institutos para que dejara de pasar”, sostiene el director general. Pero es evidente que hay quien no llega a las aulas, o se pierde. “Creo que en Barcelona todas las entidades, y la misma Barcelona Activa, nos estamos peleando para ayudar a encontrar trabajo los chicos que se van matriculando a algo”. ¿Y los que no lo hacen? Èxit pide a los políticos que los encuentren, y les den soluciones.

“Tendré que demostrar más que el resto”

Itziar Pereira dejó la ilustración para estudiar un grado medio de carrocería de coches. El curso que viene empieza las prácticas. “Sé que siendo mujer tendré que esforzarme el doble”, dice.

Es la única mujer de su clase. Una de las más mayores, y con las ideas más claras. “Creo que he encontrado algo que me gusta y con lo que me podré ganar la vida”, dice orgullosa Itziar Pereira, una joven de 22 años que estudia el grado medio de carrocería.

Su historia académica no acabó del todo bien. “Terminé la ESO de rebote, me la regalaron”, recuerda. El claustro le aprobó las asignaturas que suspendió, a último momento. La condición: “No hagas Bachillerato”. Este fue el asesoramiento que recibió de sus maestros para encarar su vida profesional.

Itziar no les hizo caso y se apuntó al bachillerato artístico. “Me gusta dibujar”, dice. No lo acabó. Ni el bachillerato ni el grado superior de ilustración al que se matriculó poco después. “Pensaba: '¿como me ganaré la vida así?' Yo dibujo lo que me apetece, pero me veo incapaz de hacer algo por encargo, sin sentirlo”.

Durante este tiempo, además, tuvo que trabajar de monitora de entrenadora de fútbol. “En casa no sobra el dinero, la verdad, aunque a mí ya me gustaba”. Cuando dejó el grado, Itziar se estuvo un año sin estudiar nada, solo trabajando. “Pensé: '¿qué vida me espera?'”. Reconoce que el parón le fue bien para darse cuenta de lo que quería, pero a la vez, es “muy angustioso”. “Te sientes como un inútil”, como tantos otros jóvenes a su edad, desubicados.

La mitad lo han dejado

Decidió que la idea de pintar coches le gustaría, y se apuntó a carrocería. “Primero nos dijeron que lo anularían porque éramos solo siete alumnos matriculados”. Luego, la clase se llenó con 60 alumnos, tuvieron que hacer dos grupos. “Eran alumnos sobrantes que se habían matriculado a otros cursos pero no había plazas para ellos y les metieron en carrocería”, explica. Al terminar el primer año, las cifras eran espeluznantes. La mitad lo habían dejado. “En mi clase quedamos once personas, y en la otra unos doce”. ¿El motivo? “Bueno, no era lo que querían hacer. Muchos se apuntaron porque no había otro remedio, pero faltaban muchísimo a clase”.

Mujer en un mundo de hombres

Ella está motivada. Y más habiendo teniendo un tutor que le aconseja. “Hacemos muchas prácticas, aunque me gustaría hacer cosas que se van a usar”, explica. En septiembre empieza a trabajar en una empresa. “A ver qué pasa…” susurra. “Normalmente en los talleres las mujeres que hay están desnudas en las paredes”, sentencia. No pierde la esperanza. “Tendré que trabajar el doble de mis compañeros, pero lo voy a dar todo”. Sus compañeros lo tendrán más fácil, está segura. “No tendrán que aguantar según qué comentarios”. Aunque le da igual. “Yo quiero salir adelante, tengo muchas ganas de aprender y en clase me está gustando”.

En función de cómo vayan las prácticas, y si encuentra trabajo, seguirá estudiando o no. A diferencia de cuando tenía 16 años, hoy Itziar lo tiene clarísimo. Se plantea matricularse en dos grado superiores. O bien el de automoción, o bien el de reparación de barcos. “No sabía ni que existía este trabajo, pero no me desagrada. Además te pagan muy bien… y faltan manos”.