la protección del patrimonio

Nerja saca de la cueva su festival para proteger las pinturas

Cueva de Nerja

Cueva de Nerja / periodico

Julia Camacho

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El plan podría parecer de lo más exótico, o una locura, según la sensibilidad de cada cual: descender a las profundidades de la Tierra para escapar del caluroso verano malagueño con un espectáculo en directo en el interior de una gruta plagada de estalactitas y estalagmitas de formas caprichosas. Esa era la esencia del Festival de la Cueva de Nerja, celebrado en uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Europa (plagado de muestras de arte rupestre) y que encontró en la música un potente imán turístico para la zona más oriental de Málaga. Pero los conservadores llevaban tiempo alertando del daño que el trasiego para el montaje de los espectáculos y la aglomeración de público suponía para la gruta, por lo que el patronato que la dirige -conformado por las administraciones locales, regionales y central- ha decidido que los de 2019 sean los últimos conciertos que se celebren en su interior. La música y la danza, eso sí, continuarán aunque en los jardines exteriores.

Los conciertos en el interior de Cueva de Nerja se desarrollaban en una de las galerías más emblemáticas de la gruta y la primera en ser descubierta: la Sala de la Cascada, dado que las formaciones escalonadas de piedra (gours) recuerdan un salto de agua. El espacio está presidido además por una impresionante columna, conocida como ‘la bota’ por su característica forma de calzado, y llamativos espeleotemas (las estalactitas y estalagmitas). Para conmemorar el descubrimiento de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo, y de paso atraer al turismo que ya ponía sus ojos en la Costa del Sol, un año después de su hallazgo en 1959 se organizó la que fue primera representación de ballet clásico en el interior de una gruta.

Desde entonces, y fruto de la política cultural de la época para promover las muestras artísticas, el festival de música y danza fue ganando en importancia. Entre sus estalagmitas pasearon desde Josep Carreras a Montserrat Caballé y Ainhoa Arteta, bailaores como Joaquín Cortes y Antonio Canales, además de numerosas orquestas y ballet, consolidando el certamen como una de las citas culturales del verano andaluz. Unas actuaciones que suponían el trasiego de andamios, estructuras metálicas y operarios duchos en el montaje, pero inexpertos en el cuidado de muestras arqueológicas.

"Les faltaba precaución, y al meter y sacar los materiales, se producían raspones en las paredes de la cueva", explica el conservador del recinto, Luis Efrén. A eso se añade que el graderío metálico fijo instalado hace cinco décadas estaba herrumbroso, y con la humedad del 95% que registra el interior de la cueva, se creaba un cóctel fatal para el cultivo de hongos. Tampoco ayudaba la concentración de hasta 500 personas al mismo tiempo durante dos o tres de horas en la misma sala. "El dióxido de carbono de la respiración se mezcla con el agua de goteo y las filtraciones de la cueva y se convierte en agua ácida que corroe los espeleotemas y afecta al arte rupestre y su recuperación", señala. También a la fauna y microorganismos endémicos que habitan la gruta. Y es que, aunque la cueva tiene sus propios mecanismos de ventilación que permite que sea visitable, y a ese ritmo se adecúan las visitas guiadas al recinto, no está preparada para esos picos concentrados en el tiempo.

Cueva "urbanizada"

"Son daños acumulativos, aunque la cueva se va recuperando", matiza Efrén, poniendo en valor el "ingente trabajo de preservación y conservación antes, durante y después del festival". Por este motivo, el Consejo Científico Asesor de la gruta, entre los que hay biólogos, arqueólogos y geólogos, recomendó hace tiempo suprimir los espectáculos del interior, rebajando además los accesos en temporada alta. En la última década, se cambió el graderío corroído, "el primer logro", y se fueron sacando algunos de los recitales a los jardines exteriores e incluso otros espacios públicos de Nerja.

El gerente de la Cueva de Nerja, Chema Domínguez, reconoce que a la mayor conciencia actual de protección del medio ambiente se le sumó la perspectiva económica, ya que se entendió el cambio de ubicación como una forma de revitalizar y ampliar el festival abriéndolo a otros públicos más generalistas. Este año rondan ya las 11.500 entradas vendidas para once actuaciones, cifras inviables para asumir dentro de la gruta. Los espectadores responden con agrado, porque "al final quieren ver la cueva como es, un bien natural que hay que proteger", indica el conservador, satisfecho porque "hemos pasado de una cueva urbanizada a una cueva-cueva".