RESCATADA

"Mi novio me golpeaba con el palo de la fregona para que me prostituyera"

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Luis Rendueles / Vanesa Lozano

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H. era feliz con su novio en Rumanía. O eso creía ella. Tenía 17 años cuando su pareja le comentó que unos amigos que habían emigrado a España y vivían en Madrid les ofrecían su casa para pasar unos días. Los dos cogieron un autobús. De aquel larguísimo trayecto, ella recuerda que, en la frontera con Hungría, su novio "le dio 200 euros a un policía". H. hizo el mismo trayecto que la mayoría de las menores rumanas que acaban explotadas sexualmente en España. Su autobús cruzó Hungría, Austria, Italia, Francia y acabó viaje en España.

Cuando llegaron a Madrid, la joven se dio cuenta de que su novio ya conocía la ciudad, ya había estado en la casa de sus amigos, tenía incluso las llaves. Allí dentro no había nadie más que ellos dos. "Me dijo que sus amigos estaban de vacaciones y que volverían en unos días", cuenta ella.

A la mañana siguiente, su novio la llevó "a una tienda china" y "empezó a elegirme ropa, muy corta, como minifaldas, shorts…". Esa misma tarde, su pareja le dio una orden: "ponte esa ropa y date prisa". Cogieron un taxi que les llevó a la puerta de un burdel. "Me dijo: tienes que trabajar aquí. Yo empecé a llorar y le dije: no quiero prostituirme, déjame". Su novio la agarró con fuerza del brazo y la llevó de vuelta a casa en otro taxi. Al entrar en el piso, "me empujó fuerte y empezó a darme patadas. Luego, cogió el palo de la fregona y me daba con él en la espalda".

La dejó encerrada en la casa. Hasta que no aceptara ir a prostituirse al local donde la había llevado, no volvería a salir a la calle. Pero uno de los días que la dejó sola, ella pidió auxilio a gritos por el patio de luces. Unos vecinos la escucharon y avisaron a la policía. Fue rescatada y denunció lo que le había ocurrido.

"Al principio, yo no entendía que la persona a la que yo quería, la que era mi pareja, quisiera explotarme sexualmente y me golpeara así", comenta. Tras escapar de aquel piso, H. conoció y vivió con otras mujeres que habían sufrido lo mismo que ella. Con ayuda de Apramp, estudió castellano y recibió cursos de auxiliar de geriatría. Hoy sigue en España y tiene un trabajo más o menos estable. De vez en cuando, acude de visita a la sede de la ONG.

Los expertos que rescatan a víctimas de la trata y la explotación sexual en nuestro país han detectado en las menores procedentes de Rumanía un patrón común: casi todas llegan con marcas de violencia en el cuerpo: moratones, cortes causados por cuchillos o navajas… También sufren síntomas de deshidratación, desnutrición y otros problemas producidos por la ausencia prolongada de alimentos. Los explotadores, que en ocasiones son sus propios familiares, "les niegan la alimentación para mover el estado anímico y de salud de la menor o mayor de edad reciente", según el informe de Apramp.

Menores nigerianas. El poder del vudú

Nigeria es el segundo país donde más niñas se captan para ser prostituidas en España. En ese caso, el vudú juega un papel fundamental para mantenerlas esclavizadas. Las redes de trata aprovechan la fe y el respeto que tienen las mujeres a este sistema de valores y practican con ellas "rituales de iniciación, en los que se rocía el cuerpo de las víctimas con sangre de animales y donde se les obliga a entregar cosas íntimas, como trozos de uñas, vello púbico o ropa interior".

A continuación, ellas juran cumplir con "un contrato" en el que se comprometen a pagar los gastos que los explotadores impongan por el viaje hasta España, entre "45.000 y 60.000 euros" de una deuda que deberán pagar con servicios sexuales en calles, polígonos y clubs españoles mientras viven hacinadas en pisos gobernados por una "mami" o madame que las vigila permanentemente.

La organización hace creer a las víctimas que, si incumplen el acuerdo, ellas o sus familias enfermarán, se volverán locas o morirán. Las adolescentes, muchas de ellas analfabetas, acaban pensando que todo lo que les ocurre es responsabilidad suya, porque no han respetado el vudú.  De hecho, el informe de la ONG española indica que muchas sufren pequeños episodios psicóticos, de desvarío y alucinaciones. El terror que sienten estas mujeres y niñas es tal que, una vez en España, la mafia solo las controla durante los seis primeros meses. Después, el miedo basta para que permanezcan en la red. Conscientes de que los clientes piden cada vez chicas más jóvenes, los explotadores "obligan a las menores a decirles su edad real para sacar mayor beneficio", de acuerdo con Apramp.

Las redes de trata y explotación de mujeres y niñas nigerianas utilizan dos vías de acceso al continente europeo: terrestre y aérea. En el primer caso, trasladan a las víctimas en autobús, vehículos 4x4 o a pie por varias ciudades de su país hasta Marruecos, donde las ocultan en pisos que la mafia controla en Nador, Casablanca, Tánger, Rabat… Allí las violan "hasta 20 personas cada día", hasta que el "patrón o guideman" gestiona el viaje en patera rumbo a las costas españolas (Almería, Canarias, Algeciras...). En el caso de que se opongan, les agreden violentamente, a veces hasta la muerte. Fruto de esas violaciones, muchas de esas adolescentes llegan a España embarazadas o ya con sus bebés en brazos.

Menores dominicanas. De Catalunya a toda España

Catalunya es la puerta de entrada que utilizan muchas redes de explotación de menores de edad de República Dominicana que acaban esclavizadas en España, según los datos de Apramp.  Los relatos de algunas supervivientes revelan que todo empieza en algunas pequeñas poblaciones y zonas rurales de su país. Los captadores aprovechan situaciones familiares precarias para reclutar a sus víctimas, cada vez más jóvenes. Les ofrecen ayuda para estudiar en España o un trabajo bien remunerado con el que puedan sacar de la pobreza a su familia y terminan prostituidas en pisos y clubes de Barcelona, Valencia, Madrid, Cuenca y Albacete.

A veces, son las madres o las tías de esas crías, que han viajado previamente a España y residen en nuestro país de forma regular, quienes facilitan el viaje de las menores, mediante una carta de invitación que sirve como autorización para el trayecto, organizado por una agencia de viajes.

Sus explotadores las suben a un autobús o a un coche en su localidad y las llevan hasta el aeropuerto de Santo Domingo, donde continúan la ruta en avión hasta Turquía. Muchas de las víctimas descubren el engaño nada más empezar el viaje, cuando ya no hay vuelta atrás. Nada más salir del origen, las violan.

En Turquía, entre arrozales

Una vez en Turquía, las menores deben caminar varios kilómetros por zonas de arrozales, cargando una balsa con la que cruzarán, atravesando el río, hasta Grecia. Allí son explotadas y violadas durante días hasta que un "taxi" de la red las recoge y las lleva a la capital, Atenas, desde donde vuelan a Madrid, haciendo escala previa en Francia, o viajan directamente a Barcelona.

En los burdeles donde terminan en España esas menores "solo son visibles cuando el cliente las demanda", según el informe de Apramp. El resto del tiempo las mantienen "ocultas en otras estancias diferentes a mujeres de mayoría de edad reciente", que suelen estar en la segunda planta de los clubes donde las explotan sexualmente. Allí no suelen tener agua caliente ni ventilación.

Paraguay, bombilla roja

Una bombilla de color rojo se enciende en las habitaciones de los pisos y clubes españoles donde se prostituyen menores de edad paraguayas cuando la policía está allí. No deben salir de allí hasta que los agentes se vayan. Así se lo hacen saber sus captores, bajo la amenaza de agredir a sus familias en su país de origen o embargarles sus bienes. El resto del tiempo, sus proxenetas usan su juventud como reclamo para atraer a los clientes.

Muchas jóvenes paraguayas acaban prostituidas en pisos de toda España tras caer en el señuelo de agencias de viajes que ofrecen a sus familiares un trabajo dentro del sector de servicio doméstico o en la hostelería. Los datos de la policía y Apramp indican que son jóvenes de familias humildes, en zonas rurales, y que casi todas desconocen el castellano y hablan guaraní.

En la mayoría de los casos, sus futuros explotadores les hacen firmar un documento de préstamo ante un notario, donde se indica el dinero que deben y el tiempo, generalmente seis meses, que tienen para devolverlo. Si no pagan, les embargan sus propiedades o la casa de algún familiar, que se ofrece como aval. El pasado año, la Guardia Civil liberó a una cría paraguaya de 15 años que estaba siendo ofrecida a varios puteros en la provincia de Málaga.