Son niños, no delincuentes

menores migrantes no acompañados

menores migrantes no acompañados / Pedro Armestre

JENNIFER ZUPPIROLI. SAVE THE CHILDREN

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En los últimos tiempos hemos visto un preocupante incremento de manifestaciones de rechazo de la apertura de nuevos centros de protección de la infancia migrante y refugiada que llega sola. Algunas personas adultas, muchas de ellas padres y madres, que salen a la calle para evitar que adolescentes sin familia en España vivan en sus barrios.

Chavales que, en su aplastante mayoría, no han mantenido conductas de riesgo o delictivas en su vida. Los mismos datos proporcionados por los Mossos d’Esquadra, y publicados en respuesta a la improvisa e injustificada sensación de amenaza a la seguridad, muestran como más del 80 % de los niños, niñas y adolescentes que han llegado solos a Catalunya entre 2016 y 2018 no ha entrada en conflicto con la Ley. 

En Andalucía también, a raíz de los recientes sucesos en torno al centro en el distrito de la Macarena de Sevilla, la Consejería ha salido con los datos que muestran como solo el 0,52 % de los chavales que han sido acogidos por el sistema de protección desde 2015 ha tenido medidas judiciales de internamiento por la comisión de algún delito.

Save the Children trabaja con estos niños y niñas en Melilla, Andalucía y Catalunya. Conocemos las circunstancias de sus viajes y hemos denunciado muchas veces las condiciones en las que se realiza su acogida. Con muchas otras organizaciones hemos observado cómo eran acogidos en centros sin traductores, sin camas suficientes, sin actividades de formación u ocio, sin perspectiva ninguna.

¿Y ese pequeño grupo que excepcionalmente sí realiza actividades delictivas? Son adolescentes: no delinquen, sobreviven, reaccionan al entorno. La frustración de sus expectativas y de su proyecto migratorio, las estrategias para seguir adelante frente a la ausencia de cuidado y las miradas de una sociedad que les rechaza y les estigmatiza

Nuestros chavales, los jóvenes con los que trabajamos a través de nuestros programas y en centros, son los mismos que en estos días se están viendo abucheados por adultos que no les conocen. Con nosotros no conocen el nerviosismo causado por no poder contar con adultos que se preocupen por ellos en un país extranjero, no necesitan elevar la tensión para que se les preste atención, no necesitan robar para poder tener suficientemente cubiertas sus necesidades y no sienten la necesidad de recurrir a sustancias toxicas para no probar soledad, frío, hambre.

En la misma línea, NIDOS, fundación tutelar de toda la infancia migrante y refugiada que migra sola a Holanda, ha empezado recientemente un proyecto específico para aquellos jóvenes que rechazan las instituciones y presentan conductas conflictivas o de riesgo. Simplemente bajando la ratio tutor por niño y asegurando un cuidado personalizado en un ambiente residencial, han podido observar una evolución inmediata en su comportamiento. Las provocaciones, las situaciones conflictivas y el pasotismo se han convertido en confianza y respeto recíproco.  

Y para concluir una última reflexión: ¿por qué los medios de comunicación visibilizan y hablan de los pocos sucesos negativos (manifestaciones de rechazo incluidas) y no llenan sus páginas de los incontables relatos de convivencia y de aprendizaje mutuo que llegan desde un lado a otro del territorio, desde los centros de protección, los barrios y los parques donde no existe miedo o rechazo a la infancia y la adolescencia que migra sola?

El sistema de protección en España ha perdido el rastro de más de 5.000 niños y niñas cuya responsabilidad tenía encargada desde el año 2015; en Almería esta semana se encuentran signos de asfixia en un adolescente atado a una cama y contenido por seis adultos; el número de niños y niñas que han muerto ahogados mientras nadie buscaba rescatarles ni siquiera se contabiliza. Pero algunos adultos terminan criminalizándoles a ellos y ellas. A los más solos.