la protección de la infancia

El Govern lanza un plan para prevenir la desatención y el maltrato de padres a hijos

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Elisenda Colell

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Ningún padre nace enseñado. A veces por el estrés, otras por el desasosiego o por no saber qué puerta abrir, hay quien puede optar por romper el carnet de paternidad. Situaciones que en casos extremos conllevan incluso una intervención institucional. En Catalunya, hay ocasiones en las que la Generalitat tiene que actuar retirando la custodia, por ejemplo en casos de desatención parental. Para prevenir cualquier caso de maltrato y ayudar a los padres a tener más herramientas educativas, el Govern ha impulsado un plan piloto con el que financia 21 centros de ayuda que oficialmente se denominan <strong>Servei d'Orientació i Acompanyament a les Famílies</strong> (SOAF). Hace tres años, este apoyo apenas lo daban algunas entidades con escasos fondos económicos.

En total, el año pasado, las SOAF atendieron 2.367 familias. Una de ellas es la de Matilde, una mujer que no quiere revelar su nombre. Hace unos meses pilló a su hija como se atolesionaba en casa cortándose las venas. “Vi las cuchillas con sangre debajo de la cama, y lo relacioné con los cortes que tenía en los brazos”, relata. Ya hacía meses que su hija le pedía no ir a clase. Había desarrollado fobia al sistema escolar. Esta madre, reconoce, estaba “desbordada” y no sabía dónde pedir ayuda.

En la Fundació Marianao, una de las primeras fundaciones que ofrece este servicio en Catalunya, empezó a descubrir como acompañar y ayudar a su pequeña. Aunque también se dio cuenta que su marido no estaba a la altura. “Se desentendió de la casa, de los hijos, estaba sola ante todo”, recuerda esta mujer trabajadora.

Se separó de su marido, y se centró en acompañar a su hija en este proceso. "He aprendido a no ser tan negativa con ella, ni tan exigente, trato de apoyarla más en aquello que le gusta", asegura la madre que ha aprendido, entre otras cosas, a calibrar los castigos y las broncas. Ella también ha recibido apoyo psicológico de la fundación. "He empezado a dedicarme tiempo a mí, participo en algunos talleres que hacen aquí en la fundación", explica con una sonrisa. "Cuesta pedir ayuda, pero a nosotros nos sirvió". Su hija ahora va volviendo a clase con ayuda psicológica. La madre ha descubierto que también necesita un espacio para ella. Ya prácticamente están dadas de alta del servicio.

Plan piloto

En el 2014 eran cinco los SOAF que en toda Catalunya comandaban varias oenegés de forma voluntaria y sin aportación pública: Marianao (Sant Boi de Llobregat); Trinijove (Barcelona); Projecte i Vida (Vic), el Casal dels Infants en el barrio de La Mina (Sant Adrià de Besòs), y Cassià Just (Cornellà de Llobregat). Ahora, tras el apoyo de la Generalitat, ya son 21 unidades financiadas, en total, con 800.000 euros desde hace dos años. Se trata de un "plan piloto", en palabras del secretario general de protección social del Govern, Francesc Iglesias, que quiere trabajar la "parentalidad positiva". Aunque aún quedan muchas zonas por cubrir.

Este alto cargo del Govern expuso, a inicios de marzo, los primeros datos del plan en un congreso que organizaba la fundación Pere Tarrés. El año pasado estas 21 unidades, que cubren 11 ciudades y 10 comarcas. Una de cada cinco eran familias separadas y el 14%, monoparentales. Pero quienes acuden a pedir ayuda son, mayoritariamente las madres.

Se han divido las preocupaciones de los padres en dos tipologías. Por un lado, las educativas; por el otro, las de acompañamiento y apoyo. Entre las primeras, uno de cada cinco niños tenía problemas para seguir las clases, en muchos casos presentando fracaso y absentismo escolar. El 38% de los hogares manifestaban no saber acompañar a sus hijos para solventar el problema y en el 32% de los casos los conflictos se daban con la convivencia en el hogar (por ejemplo, no les imponían normas a sus hijos). Por el lado del acompañamiento destacaron los choques entre las parejas o divergencias familiares que afectan a la forma de educar y convivir.

Ambulatorios de salud mental

El resultado es que casi el 25% de los casos han acabado derivados a centros ambulatorios de salud mental. En la mayoría de situaciones el paciente es el menor, pero también hay padres que requieren de estos servicios psicológicos. Solo en un 7% de los casos se ha practicado mediación y, en cambio, más de la mitad sufren algún tipo de pobreza, ya que han sido trasladados a los servicios sociales de sus localidades.

Quienes llaman a la puerta de un SOAF lo hacen por motivos muy distintos. "Normalmente suele ser en momentos de crisis, de cambios, especialmente cuando los niños empiezan la adolescencia", explica Sara Escudero, psicóloga de esta unidad en Sant Boi de Llobregat, que el año pasado atendió 361 personas. Entre algunos de los servicios están el apoyo terapéutico, el educativo, la formación en parentalidad positiva o talleres de crecimiento personal.

Lista de espera

Tienen lista de espera, especialmente de familias que viven en ciudades donde no existe este recurso, como Gavà, Viladecans o Castelldefells. Esta trabajadora atiende mayoritariamente a las familias en terapias psicológicas y grupales, aunque también disponen de una educadora social. Lleva casi 10 años en esta unidad, que durante mucho tiempo se sostuvo con voluntarios. "Vemos de todo", explica. Aunque la mayoría de casos que atienden son familias derivadas por las escuelas o los centros de los servicios sociales de la ciudad.

"Muchos padres se piensan que el problema está en sus hijos, pero poco a poco afloran los problemas de las parejas y la parentalidad", asegura. Por ejemplo un caso que les llegó de un instituto porque un adolescente llevaba unos meses con un comportamiento extraño, muy distraído. "Resultó que la madre estaba sometida a un control brutal por parte de su marido, no podía hacer nada sin su consentimiento, hasta le revisaba el móvil cada día y decidía si podía salir de casa". Situaciones como estas afectan a los menores, pero en realidad el problema reside en la familia. Ahora la madre está empezando a darse cuenta de este control y se plantea la separación para su bienestar.

En ocasiones los usuarios son padres muy jóvenes, mujeres que se quedan embarazadas en la asolescencia, y que les faltan herramientas, sobretodo educativas, para relacionarse y educar a sus hijos. "No pasa nada en pedir ayuda e intentar acompañar de la mejor forma que podamos", asegura esta psicóloga, que opta siempre por escuchar, dar consejos y recomendaciones. "Imponiendo un criterio no ayudaremos en nada, se trata de que las familias sepan ver qué está fallando y ayudarles a encontrar la solución por ellos mismos", aclara.