vida salvaje metropolitana

¿Qué gruñen los jabalís?

Barcelona estrena este sábado un documental que analiza el pulso entre esta especie y los humanos, pero desde el punto de vista porcino

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Carles Cols

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Este sábado, un jabalí en la calle de Calabria. En el número 66, para ser más precisos. Dicho así, ya ni siquiera es noticia. Menos en el departamento de informática de El Corte Inglés, se les ha visto por todas partes. Han sido protagonistas a veces incluso de la crónica negra. En el 2013, un agente de los Mossos d’Esquadra hirió en el pernil a su compañero de patrulla cuando trataba de disparar a un jabalí fuera de control. Fue en la calle de Numància. Es un ejemplo perfecto para lo que aquí se pretende explicar. Siempre prevalece la versión del humano. Nunca la del ‘Sus scrofa’, su curioso nombre científico. Este sábado, lo dicho, en el Espai Veïnal Calàbria se proyectará ‘Kat, en contra de la caza’, la historia de la enrarecida relación entre humanos y jabalís, pero contada desde el punto de vista de estos últimos. El pase está programado a las cinco y media de la tarde. Después, merienda vegana.

Kat, un jabato descastado, es el hilo argumental de este trabajo fílmico sobre lo que algunos consideran una plaga

Cuando se estrenó una de tantas versiones cinematográficas de ‘El diario de Anna Frank’, Billy Wilder, una lengua provocadora como pocas, dijo que a él le gustaría conocer la versión del adversario. Como siempre, Wilder estuvo ingenioso, pero adaptado al caso, lo cierto es que nadie ha contado la situación actual tal y como la ve el jabalí, convertido, en ausencia del lobo como miedo atávico, en la nueva bestia a temer, el campesino porque se le come la cosecha y el alcalde porque le estropea los parterres de los parques. El documental, un trabajo coral de los ecologistas de Faada y del santuario El Hogar, tiene como protagonista central a Kat, un ejemplar con decenas de admiradores en instagram, a su manera, un ‘influencer’ de la comunidad animalista y vegana. No vean ironía en ello. No la hay.

La historia de Kat merece unas líneas. Fue Begoña, una vecina de Torre Baró, quien primero supo de él. Tres pequeños jabatos habían caído en una hondonada  y no podía salir. Tras el rescate, uno falleció y los otros dos se los llevó primero a casa. Apareció poco después por ahí la madre de las criaturas. Begoña les abrió la puerta de casa. Una no tuvo dudas. Kat, la otra, retrocedió y regresó a la vida bajo techo, sin saber que eso, ni siquiera desde el punto de vista legal y administrativo, no puede ser.

Las peripecias de Kat desde entonces son solo el entremés de lo que el documental quiere contar. La cría, tras obtener papeles, y en esto el celo es máximo, fue a parar a El Hogar, un santuario tarraconense donde conviven en una camaradería que da mucho qué pensar varias decenas de animales rescatados de varias especies distintas y consagrados a la vida feliz. Es gracias a la cuenta de instagram de El Hogar, con sus atroplleados inicios con el biberón, primero, y con el cambio de pelaje, después, hecho ya un adolescente travieso y sociable.

La sobrecaza es, según una voz experta del documental, la razón real del exceso de jabalís en los bosques, aunque parezca inverosímil

Lo interesante del documental no son solo, sin embargo, las peripecias vitales de este Oliver Twist porcino, sino el relato que en su nombre pronuncian una serie de especialistas en esa lucha territorial que en apariencia mantienen hombres y jabalís. Emergen ahí puntos de vista enriquecedores, como el de Juan Ballesteros, un agente rural aragonés, que sostiene, aunque resulte chocante, que la sobrepoblación de jabalís en zonas periurbanas es culpa precisamente del exceso de caza. La especie se ha adaptado. Las hembras paren antes, más a menudo y más crías. “Tenemos que dejar de declararle la guerra a la naturaleza”, dice. Cuando las leyes de caza permitieron que en las batidas se abatiera a las hembras con jabatos, todo se torció.

La vacuna de los ciervos

¿Hay solución? Eso sugiere Kat a través de otro humano, el investigador Francesc Closa, colaborador del proyecto Senglaring, desarrollado bajo el paraguas de la Universitat Autónoma de Barcelona. Es laborioso, pero el plan consiste en una inocular una vacuna a los jabalís que genera en los animales unos anticuerpos que contrarrestan la hormona que facilita la reproducción. Parece ciencia ficción, pero es una estrategia de control de la natalidad ensayada con éxito en Estados Unidos donde los ciervos son considerados una plaga por algunas comunidades rurales.

En Kat, la película, no se explica, pero la vacuna no tiene efectos contraproducentes para los Obélix locales, es decir, la carne sigue siendo apta para consumo en caso de caza.

Recuerden. A las cinco y media, jabalís en la calle de Calabria.