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En los campamentos de los niños de la calle de Barcelona

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Elisenda Colell

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Son las dos de la tarde. Varias parejas de turistas que se dan la mano salen del teleférico de Montjuïc, en Barcelona, y se disponen a recorrer algunos de los paseos por la montaña. A escasos metros de ellos, adentrada en la vegetación, hay una chabola de mantas y maderas donde duerme un grupo de niños migrantesYa hace más de cinco meses que las autoridades son conscientes de esta dramática situación. Pero el problema no se ha resuelto. Según el ayuntamiento, hay unos 70 niños en situación de calle en la ciudad. La Generalitat lo rebaja a 40. Un grupo de expertos de Barcelona ha propuesto a la Conselleria d'Afers Socials crear un centro de 'baja intensidad' para lograr que estos niños dejen la miseria. Ahora debe ser el Govern el que acepte el reto.

A finales de noviembre, los educadores de calle notificaron al ayuntamiento la situación de los menores acampados en la montaña barcelonesa. Y estos, avisaron a la Generalitat, que es la responsable legal de los niños. Hasta hoy, las administraciones se dedican a intentar conversar con ellos, convencerlos y llevarlos hasta los centros de protección. Según fuentes de Afers Socials, estas medidas asistenciales han logrado sacar de la calle a una decena de menores. La otra intervención es la policial. Si cometen un delito son citados ante el juez. En tres meses, 10 adolescentes han ingresado en centros de Justícia Juvenil. El resto -el Govern habla de 40 y el ayuntamiento de 70-, siguen callejeando.

Según ha podido saber EL PERIÓDICO, un grupo de expertos planteó a finales de febrero la posibilidad de crear un recurso público de 'baja exigencia'. Un centro para los niños, pero con muy pocas reglas y horarios muy flexibles. "La idea es que empiecen a ir para comer, a ducharse, a dormir, y que poco a poco se les pudiera atender psicológicamente y educativamente para lograr que entren en el sistema de protección", explican a este diario fuentes conocedoras de la propuesta. El equipamiento intenta reproducir los centros que existen en Tánger (Marruecos) para los niños que están en esta misma situación.

A principios de marzo, miembros del Consorci de Serveis Socials de Barcelona lo plantearon a un equipo técnico de la Direcció General d'Atenció a la Infància i l'Adol·lescència (DGAIA). Y el pasado 10 de abril ya se manifestó esta posibilidad en el grupo de trabajo de los menores 'refractarios' que lidera la secretaria de Infància de la Generalitat, Georgina Oliva. "La pelota está en el tejado de la Generalitat, que es quien tiene la tutela de los niños", explican fuentes municipales. El ayuntamiento va a ampliar el equipo de los educadores de calle, y lleva más dos meses esperando que la Conselleria de Salut contrate un psicólogo para intervenciones callejeras.

La vida en Montjuïc

Mientras tanto, ya hay al menos tres campamentos de niños y adolescentes en la montaña de Monjuïc de Barcelona. Uno, cercano al hotel Miramar, donde vive Ahmed. Es la hora de comer, y tiene hambre. Ha salido de la cabaña y merodea un caminito que baja a la ciudad. Viste chanclas, una gorra y está lleno de manchas de barro y comida. Le empieza a salir vello en el bigote. Dice que tiene 15 años y que dejó Marruecos para buscar una vida mejor. Rehúye los centros para los chicos como él de los que dispone la Generalitat. "No me gusta, muchas normas, aquí soy libre", explica. El resto de sus amigos sigue durmiendo. Se ven sus pies descalzos en los colchones que usan para tumbarse dentro de su precaria vivienda.

Según él, serían una decena los niños que pernoctan en ese espacio. "Algunos pequeños, diez años", dice en un castellano en el que le cuesta expresarse. Camino de los Jardins Costa i Llobera otro adolescente se ha montado una tienda de campaña. Tiene la cremallera abierta y se oyen sus agudos ronquidos. Unos pantalones de chándal sucios y mojados, unos calcetines, montones de bolsas blancas y una etiqueta que pone "Rachid" inundan el suelo.

Ahmed se apoya en un muro. Detras de él se ven el puerto de Barcelona, el World Trade Center y el Mediterráneo. Dice que esta estampa le recuerda el puerto de Tánger, pero quiere dejar claro que el marroquí es "mucho más bonito". Estuvo varios meses viviendo allí, en la calle, hasta que decidió meterse en un camión destino a Europa. "¿Te gusta lo que has encontrado?" "Preferiría un trabajo, pero no pienso volver. Aquí estamos bien, no nos molestéis".

Ha estado en centros tutelados, pero su presencia allí es más bien fantasmagórica. Entra, se está unos días, y viene a Montjuic con sus amigos. Uno de ellos el pasado sábado fue identificado por los Mossos por tentativa de robo violento. Dijo haber nacido en el 2008, 10 años. Los agentes contactaron con la Generalitat y lo mandaron a un centro del Govern. "Se habrá vuelto a escapar, seguro", intuyen fuentes policiales. A veces los agentes contactan con las madres de los chicos para intentar disuadirles de la vida que llevan. "Un niño le dijo a su madre que quería volver, llorando, y ella respondió que aguantara", explica la misma fuente.

En la piscina

A las 12 del mediodía, Hamid se lava las bambas en una fuente del Parc de la Primavera del Poble-Sec. Las tiene llenas de barro. Él ya ha cumplido los 18 años, es mayor de edad. "Vivo en el campamento de los mayores", explica. Según él, hay una veintena de adolescentes, algunos de 16 o 17 años. "No te lo puedo enseñar, me tengo que ir a un juicio, estamos cerca de la piscina".

Se trata de la Piscina Municipal de Montjuïc, la de los trampolines y los saltos cuyas fotos de los Juegos Olímpicos dieron la vuelta al mundo. "A veces nos hemos encontrado sus colchones en el desván", explica el responsable de la garita de la piscina, que tiene en los turistas su principal clientela.

"Entran por debajo, se cuelan por un techo que separa la piscina de los vestuarios. Y muchas veces rompen la puerta y duermen dentro", señala el responsable de seguridad del restaurante El Xalet de Montjuïc. Los responsables de la piscina aseguran que han "reforzado" el servicio de vigilancia del equipamiento deportivo desde que, en el otoño, tuvieron algún incidente.

"Me roban el Ribotril, las pastillas que me da el médico para la depresión", se queja Laura, una mujer sin techo que duerme en las inmediaciones del parque esperando plaza en un albergue municipal. No es lo único que le han sustraído los chicos. En abril se quedó sin cámping gas para cocinar y un día un niño le amenazó con una navaja para que le comprara un móvil: "Estoy en la puta calle, ¿qué le voy a dar?". Ella dice que son más de 40 los que viven en la Montaña. Habla árabe, y se relaciona con ellos. "Cuando no van colocados son buenos niños, tienen muchos problemas", señala la mujer, que dice sentir "compasión" por los chicos.