colectivo vulnerable

Educadores asustados

Exterior del centro de menores de Can Rubió, en Esparreguera.

Exterior del centro de menores de Can Rubió, en Esparreguera.

Elisenda Colell

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"Cuando no están en el centro entramos en las habitaciones de los chicos. Solemos encontrar marihuana, cola, disolvente y navajas. Las agresiones son constantes y nos faltan medios. Hay mucho miedo entre la plantilla". Quien habla es Joaquín Seisdedos, delegado sindical del Centro Residencial de Educació Intensiva (CREI) Can Rubió, en Esparreguera (Baix Llobregat). Era el lugar donde vivía el menor apuñalado el pasado jueves en el Raval, de donde de escapó para ir a Barcelona

Los educadores dicen estar "hartos de la falta de medios" a los que los expone la Generalitat, que es de quien depende el centro. Atienden 20 menores tutelados, y hay tres más que ahora están cumpliendo una condena en un centro de Justicia Juvenil. "¿Dónde los meteremos cuando vuelvan?", se pregunta el educador.

La mitad de ellos, asegura Seisdedos, están bajo medidas penales de libertad vigilada, es decir, han cometido delitos. Mayoritariamente "robos con violencia" de forma "reincidente", puntualiza. "No entendemos por qué el juez les deja en libertad, deberían ir a un centro cerrado de justicia juvenil donde no se puedan escapar", asegura el trabajador. 

La mayoría de los delitos que cometen los chicos son fuera del centro. "No somos un centro cerrado, se escapan y se van a Barcelona", explica el educador. El problema es que dentro de este equipamiento también hay incidentes. Hace 10 días un menor amenazó al vigilante de seguridad con un cuchillo, reventó las furgonetas del centro a pedradas y también rompió mobiliario. "En los tests de la policía dio positivo a sustancias tóxicas", explica el educador. El menor fue identificado por los Mossos por un presunto delito de daños y amenazas pero no llegó a ser detenido y ahora sigue en el centro. "Hemos pedido que lo cambien, pero allí sigue", lamenta Seisdedos.

Esta situación es "habitual", lo explica el educador y la Policía Local de la localidad en este centro. El recurso dispone de seguridad las 24 horas del día. Pero de seis de la mañana a 11 de la noche hay un solo vigilante. "No tiene chaleco, y en muchas ocasiones no puede controlar la situación", asegura. En muchos casos las agresiones son con navajas, porque "el centro no tiene detector de metales". 

En verano, los educadores de este centro se reunieron con el Síndic de Greuges. Pidieron más medidas de seguridad, que según la plantilla, brillan por su ausencia. Tampoco disponen de un psicólogo, aunque este tipo de centros deben disponer de uno. Los trabajadores, además, reclaman un "apoyo al equipo educativo". Según este representante sindical, un tercio de la plantilla está de baja por "angustia y estrés". "Hemos llegado a ser la mitad de baja, la plantilla es muy inestable y así no se puede trabajar ningún proyecto educativo". 

El Govern estudia la posibilidad de poner más vigilancia

La historia de este centro de menores es particularmente complicada. Antes del verano atendía a menores tutelados con problemas psíquicos y discapacidad. Entonces ya se producían incidentes. "Hemos tenido mucho cuidado para no saturar el recurso y garantizar una atención personalizada de los jóvenes, así como una adaptación paulatina de los profesionales", defienden fuentes de Afers Socials. Sin embargo, los trabajadores lamentan que las soluciones aportadas no resuelvan la situación. "Nos dicen que tenemos que hacer contenciones y cómo las tenemos que hacer, necesitamos poder hacer trabajo educativo", señala el educador.

Según la Generalitat en este CREI "no hay más incidentes que en el resto". Confirman que están estudiando la posibilidad de incrementar el equipo de seguridad del centro. Sobre el suceso de finales de abril, la dirección general recuerda a los educadores que ellos son responsables de ser implacables con el régimen de sanciones del centro -que, según ellos "se ha aplicado adecuadamente". También aseguran que son los encargados de redactar un proyecto educativo adaptado a las características personales y los objetivos del menor, conscientes de su realidad. 

"Si se escapan, y no los vemos, no podemos hablar con ellos ni trabajar nada", sentencia el educador, que señala una causa directa de esta situación: la inestabilidad de la plantilla. Todo ello agravado por el consumo de cola, disolvente o marihuana de los niños, que les nubla la cabeza y les empuja a la impulsividad fuera de todo autocontrol.