Las entrañas del 'top manta'

Las gafas falsas que se venden en España se imitan en China y se terminan en Madrid y Barcelona

Así se encargan, pagan y reciben los pedidos de "óptica de imitación" en las naves de los polígonos comerciales de Cobo Calleja y Badalona Sud

Top manta gafas falsas

Top manta gafas falsas / Alba Fernández Portillo

Juan José Fernández

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No es necesario meterse en la trastienda, ni hablar en clave. Basta con no juntar en la charla las palabras "gafa" y "falsa", porque "falso" es un término paradójicamente tabú en el mundo de la falsificación. Mejor los eufemismos "imitación" o "réplica". Por eso sí se puede preguntar en el Cobo Calleja de Fuenlabrada (Madrid), el mayor polígono de almacenes chinos de España.

En un muy surtido showroom de gafas de sol, la china Isabel atiende a los visitantes. Se hace llamar así con la excusa de que su nombre auténtico "es difícil de pronunciar". 

Si al visitante lo acompaña un cliente habitual –como ha sido el caso en esta cata de EL PERIÓDICO- la comercial muestra las gafas, entre ellas símiles de wayfarer  y wayfareraviator, expuestas para ópticos españoles que quieran ponerles su firma o adoptar las que se ofrecen en Cobo Calleja, Royban, por ejemplo.

Mensajes a China

Isabel no quiere -ni necesita- saber qué destino tendrán las gafas. Basta con que se le indique el modelo. Punto. Si se le dan más explicaciones, corta pasando a otro capítulo del ritual.

Para más exactitud en el "pedido", fotos por Whatsapp: "Tú envía la foto de las gafas que quieres, y fotos de la varilla, frente y lente (para los legos, patillas, montura y cristal). Pero el móvil no da el color exacto ¿eh? El color de la foto es el color de la foto, no el de la gafa". Es un riesgo, advierte, del que en Cobo Calleja no se hacen responsables.

Cuando reciba las fotos en su móvil español, las reenviará por WeChat, una mensajería telefónica china. El destinatario será el delegado de una fábrica o el administrador de una ventana en TaoBao, inmenso escaparate chino de internet. Será el mismo comercial que envía excedentes a los intermediarios del 'top manta'.

Óptica oriental

La  Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea informa de que más de la mitad de las gafas falsas que se venden en el mundo proceden de China. Y el 77 por ciento llegó en 2017 por correo, como los bolsos falsos. Pero hoy no se camufla tanto el envío: no es ilegal importar gafas sin distintivo, por muy parecidas que sean a las que lo lucen legítimamente.

Los ópticos catalanes tienen comprobado que, hace dos años, la llegada de contenedores al puerto de Barcelona se trasladó al de Valencia en cuanto el control se endureció en el primero. 

La impunidad escolta al producto hasta la acera. Harto de ver a los manteros vendiendo gafas ante su tienda del barcelonés Portal de l'Àngel, Javier Cottet, presidente de una de las mayores cadenas españolas de ópticas, hizo la prueba. Sacó un expositor con Ray-Ban auténticas para vender en plena calle, "y en menos de un minuto tenía allí a la Guardia Urbana para que lo retirara -relata-. Yo les dije: 'Oigan, ¿y esos manteros?' Un agente me rogó: 'Señor, no nos dé usted más problemas'".

"Todo legal"

Los novatos pagan por adelantado. Y no solo su primer pedido: los que hagan falta hasta que el jefe chino se fíe. Aunque el recelo durará lo justo: poco es malo para el negocio; demasiado, también.

En breve, el pedido estará aquí. "Diez días avión, 15 días barco. Avión más caro", explica Isabel. El precio depende también del material: si plástico inyectado o acetato, y si cristal orgánico o mineral, de qué tamaño y qué indice de refracción... A 9 euros las simil Ray-Ban polarizadas, y a menos a partir de 300 ejemplares. "No está mal –explica un óptico madrileño presente en la visita–. Esas gafas, auténticas, valen 50 euros al mayor y se les venden a 150 al cliente”.

El pago se hará sin tapujos. CIF, factura y entrega. Y ya. "Todo legal", se dice en Cobo Calleja y en Badalona Sud, otra gran concentración de naves chinas. Al fin y al cabo entregan gafas mudas, sin marca. Allá el cliente con lo que quiera hacer con ellas. El negocio de la falsificación se afina: fabricantes e intermediarios destilan el delito hacia abajo, el mantero.

Cottet cree que en Madrid y Barcelona "hay auténticas maquilas de logos para ropa, gafas y bolsos". Este empresario se mueve entre la perplejidad y la impotencia: "En esta sociedad hipócrita, al turista que se baja del crucero en el muelle de Barcelona le importa poco comprar unas gafas por 10 euros en la manta. No piensa que con ese producto, de dos euros de precio de coste, ampara industrias, en China y en puntos nuevos, como Madagascar, en las que los operarios duermen en la fábrica, y en las que se comete explotación infantil".

Los cuños del chino Juan

En Cobo Calleja y Badalona se ofrece el servicio completo. Isabel provee las gafas. Ahora hace falta quien les grabe un logo. Y para eso, hay que ir a ver a Juan.

Así se hace llamar –otra vez "mi nombre es difícil de pronunciar"– un tendero calle arriba y vuelta a la esquina. El chino Juan atiende solícito si se viene de parte de Isabel. "¿Qué queres?", pregunta tras su mostrador, atestado de altavoces para móvil. En una vitrina, gafas Raybun y Larrera, con la misma letra que las Ray-Ban y las Carrera.

Juan no graba. "Aquí no ponemos cuño", dice con insólito dominio del idioma –"cuño" en vez del común "logo’”– Allí no lo ponen: lo facilitan. A Juan le da igual si el cliente pide el logo de Oakley o el de DKNY. Solo quiere "el PDF". O sea, hay que escanear la marca y llevarla.

El servicio mejora para pedidos grandes: si son más de 500 gafas, el grabador vendrá con su coche a recogerlas. Al anochecer, cuando los empleados cierran las naves, hay un breve repunte de paquetes, furgonetas y cochazos en Cobo Calleja, el último coletazo del día.

Si el pedido es pequeño, debe llevarlo el cliente. ¿Dónde? "Usera", dice Juan. Ese barrio de Madrid, a 16 kilómetros del polígono, también lleno de almacenes chinos, es lanzadera de productos para las tiendas asiáticas. En el caso de Barcelona, según han podido comprobar los ópticos locales, a las gafas falsas de Badalona se "sellan" en El Raval.

Los precios se dicen sin rodeos; Cobo Calleja no es un bazar de Estambul, sino un chinatown: ni tiempo que perder ni margen que regatear. A 20 céntimos la grabación en cristal; 40 si además es en una patilla. "Si tres cuños, 60, pero rebaja a 45", explica Juan. "Si queres funda, también graba láser", añade.

Uno de los acompañantes de EL PERIÓDICO relata que el grabador suele ser un subcontratado paquistaní, pues al intermediario chino no le interesa esta parte del negocio: "Poco beneficio y demasiado riesgo".

Las casi falsas, en venta libre

Una parte de los envíos de gafas <strong>acaba en una ruta alternativa a la de la mera falsificación:</strong> la de las réplicas. Consideradas "no ilegales", explica con ironía un comercial óptico madrileño, se ofrecen incluso en anuncios de internet. La mayoría de ofertas de Madrid y Barcelona dicen vender réplicas, pero insinúan ofrecer clones.