China endurece la producción y venta del peligroso fentanilo

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Adrián Foncillas

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China fortalecerá los controles sobre la producción y venta del fentanilo y sus derivados que al otro lado del Pacífico masacran a miles de adictos. La medida era una exigencia estadounidense en el marco de la fragorosa guerra comercial que libran las dos mayores potencias mundiales. La iniciativa contra los opiáceos es la más sensata de Donald Trump entre muros mejicanos, expulsiones de emigrantes y escaladas arancelarias. Es más dudoso que la colaboración de Pekín ataje una epidemia que se explica más por la demanda estadounidense que por la oferta china. Los narcotraficantes, al fin y al cabo, siempre saben cómo atender su mercado.

El fentanilo ya estaba “bajo control” en China desde el 2017. La nueva ley, que entrará en vigor en mayo, amplía su espectro a sus análogos. Impedirá, pues, que los productores sigan regateando la prohibición con mínimas variaciones de la fórmula. También prevé etiquetados más detallados de las mercancías y controles más exhaustivos en las aduanas.

La medida fue aplaudida desde Washington. “Esperamos que continúe esta colaboración con China para reducir la cantidad de este veneno mortífero que llega a nuestro país”, ha anunciado la DEA, la agencia federal contra narcóticos. El asunto había estimulado las fricciones. Trump, en agosto del pasado año, había culpado a China de la crisis y denunciado que el fentanilo se colaba en su país a través del servicio postal. Tras conseguir meses después el compromiso de su homólogo chino, Xi Jinping, vaticinó un “punto de inflexión para la que es considerada la peor, más peligrosa, adictiva y mortal de todas las sustancias”.

Una lacra en EEUU

El fentanilo solo se prescribe como analgésico y anestésico en Estados Unidos para tratamientos extremos contra el cáncer. El opiáceo es hasta 50 veces más poderoso que la heroína y cien más que la morfina. Sus efectos inmediatos explican que algunos fallecidos por sobredosis sean encontrados con la jeringuilla en el brazo. Muchos consumen el fentanilo, mortal incluso en dosis mínimas, sin saber lo que es.

El fentanilo está detrás del amontonamiento de cadáveres de drogadictos en las calles estadounidenses. Las sobredosis aumentaron una media del 54% anual entre el 2011 y el 2016 y, en ese segmento temporal, el fentanilo pasó de causar el 4% al 29% de las muertes. Ya ha superado a sustancias clásicas como la heroína y la cocaína. Trump  declaró el año pasado el estado de emergencia nacional y prometió mucho tiempo, esfuerzo y fondos para luchar contra la crisis de salud pública. “Nunca en este país se había visto lo que ha ocurrido en los últimos cuatro o cinco años”, aclaró.

La producción del fentanilo es fácil y barata. El grueso sale de laboratorios chinos y para recibirlo en casa bastan un par de clicks de ratón. Los compradores pueden ser cárteles criminales interesados en la distribución masiva. La policía de Ohio interceptó un cargamento de diez kilos que bastaba para administrar dosis letales para todo el Estado. Otras veces son usuarios capaces de orientarse en la internet oscura que buscan el servicio a domicilio.

5.000 farmacéuticas en China

Los buenos propósitos de Pekín chocan contra la misión utópica de inspeccionar y controlar una industria atomizada. China lidera el sector farmacéutico mundial con más de 5.000 compañías farmacéuticas y otros 400.000 fabricantes de sustancias químicas. En ese maremágnum hay empresas de todo pelaje: nacionales, provinciales y locales; legales e ilegales… Las leyes que dicta Pekín son a menudo inaplicables por la falta de medios, de interés o de ambos. Tampoco parece verosímil que las autoridades aduaneras estadounidenses controlen el millón de paquetes que cada día entran en el país.

Parece más razonable que Washington ataque la raíz del problema. Una tercera parte de su población había sido recetada con opiáceos en 2015 y la tendencia es aún pujante. Detrás de la epidemia está la avaricia de la industria farmacéutica en connivencia con hospitales y médicos. Muchos de los drogadictos empezaron con los calmantes legales y acudieron a las calles para sofocar su adicción cuando la prescripción expiró. Lo explicó un experto estadounidense: si expones a tu población a la comida basura, tendrás una epidemia de obesidad; si la expones a opiáceos, tendrás una epidemia de drogadicción. Según el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, cada día mueren 44 personas mueren por sobredosis de analgésicos recetados por médicos.

Estados Unidos cuenta con el 5% de la población mundial y concentra el 80% del consumo de fentanilo. Culpar a China de su adicción a los opiáceos responde, según algunos expertos, a esa tendencia trumpiana de eludir las responsabilidades propias. Lo subrayó Liu Yuejin, vicedirector de la Comisión Nacional de Control de Narcóticos, tras anunciar las nuevas medidas: el asunto, analizó, nace en la sobreprescripción de opiáceos, el poder del sector farmacéutico y esa cultura que vincula las drogas “a la libertad, el individualismo y la liberación”. “Si Estados Unidos quiere realmente resolver su problema de abuso al fentanilo, tiene que incrementar su trabajo doméstico”, señaló.