pederastia en la iglesia

Tercer sacerdote jesuita denunciado por abusos en el Sant Ignasi de Barcelona

Ignacio, exalumno nacido en 1970, acude a los Mossos para demandar al padre Antoni Roigé y también a Lluís Tó

Tercer profesor denunciado por abusos en los Jesuitas del Sant Ignasi

Tercer profesor denunciado por abusos en los Jesuitas del Sant Ignasi. / periodico

Guillem Sànchez

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Los sacerdotes del colegio jesuita Sant Ignasi de Sarrià (Barcelona) denunciados por pederastia ya son tres. A la lista de Lluís Tó (fallecido) y Pere Sala se añade ahora el nombre de Antoni Roigé. Un exalumno nacido en 1970, Ignacio D. B., ha acudido este miércoles a los Mossos d'Esquadra para presentar una denuncia contra Roigé (y también contra Tó) y ha contactado con EL PERIÓDICO y con la emisora RAC1 para que el contenido de esta sea público.

"¿Por qué? No es por dinero ni para que me pidan perdón. No quiero nada de ellos. Lo hago para apoyar a los hermanos Jordi y Oriol de la Mata –las víctimas que destaparon los abusos sexuales ocultos en esta escuela a través del correo abusados.jesuitas@gmail.com–, para que la gente sepa que dicen la verdad. Llevo años indignándome con las noticias de pederastia que aparecen en la prensa, porque yo pasé por lo mismo. Y cuando vi que finalmente hablaban del Sant Ignasi y de uno de los profesores que abusaron de mí, me sentí obligado a actuar", aclara.

La enorme puerta del despacho de Tó

Ignacio entró en el colegio Sant Ignasi en el curso escolar 1979-80, desde cuarto hasta séptimo de EGB. "Era muy movido y me expulsaban de clase cada dos por tres", comienza a explicar. "A los expulsados nos mandaban a un aula de estudio, pero a veces nos escapábamos e íbamos a explorar el colegio. Era y es impresionante, techos altos, pasillos anchos, columnas…", prosigue. La rebeldía tarde o temprano acababa en un aumento del castigo, que siempre iba a cargo del padre Tó. "Tengo la imagen de un adulto –un profesor– acompañándome con la mano en la espalda hasta la enorme puerta de su despacho".

Las primeras veces que terminó en manos de Tó, en cuanto el profesor de turno pasaba el inventario de 'fechorías' de Ignacio, este cerraba la puerta –no recuerda si con llave– y el sacerdote sacaba su regla para golpearle en las manos. Tenía 9 o 10 años, calcula. Un día, sin embargo, Tó cambió. Olvidó los métodos expeditivos y apostó por otros más conciliadores. En lugar de pegarle, esa vez le pidió que se sentara sobre su regazo. Durante unos 15 minutos lo abrazó situando una mano en el trasero del niño y la otra sobre sus genitales. "Me hablaba en voz baja, explicándome que entendía que fuera rebelde, fingiendo que se ponía de mi lado pero que su obligación era corregirme".

Ignacio cuenta que ese 'segundo' Tó fue el que se encontró a partir de entonces. Y que sintió que no debía quejarse ni oponer resistencia. "Me quedé congelado, comprendí que si protestaba, volvería el castigo físico". Transcurridos 40 años, cree que esa era la trampa subliminal del sacerdote, primero atizar con la regla y, después, abusar de él de modo que comprendiera que la alternativa a los tocamientos sería "peor". Descrito por tres exalumnas entrevistadas por este diario como un hombre culto y sibilino, un gran embaucador, no le resulta descabellado que Tó hubiera diseñado ese plan conscientemente.

Sobre este sacerdote pesan ya tres denuncias: la presentada a comienzos de los 90 por una familia –acabó en una condena judicial en 1992 y con el envío de Tó a Bolivia por parte de los Jesuitas–, la de Jordi de la Mata y esta última de Ignacio. Aunque, según las fuentes consultadas por este diario, que incluyen exalumnos de varias promociones distintas, los abusos de Tó fueron una constante durante décadas, los sufrieron tanto niños como niñas y los llevó a cabo encerrándose en su despacho con ellos mientras los responsables del colegio miraban hacia otro lado y (casi) todas las familias se quedaban inmóviles deslumbradas por el prestigio de la institución jesuita y, en especial, por el carisma de un seductor como Tó.

El padre Roigé

El tercer profesor denunciado por abusos también es sacerdote. Antoni Roigé es el cura jesuita que más tiempo ha pasado en tareas docentes del colegio Sant Ignasi. Actualmente tiene 93 años y fuentes de los Jesuitas han rechazado aclarar si vive en una de las residencias de la orden. Hasta hace poco, estuvo a cargo de la asociación de antiguos alumnos. A comienzos de los 80, impartía la asignatura de Religión y era el responsable de las colonias de la orden montadas en el albergue de las Roques Blanes, propiedad jesuita en Ribes de Freser (Ripollès). Ignacio asistió a esas colonias en agosto de 1982, "o tal vez fuera en 1981".

De lo que sí está seguro es de que sufrió cada día los tocamientos de Roigé. "Dormíamos en habitaciones de dos literas y la primera mañana me desperté con el padre Roigé manoseándome los genitales. Hablé con los tres compañeros de cuarto y todos ellos me dijeron que les había hecho lo mismo. A partir de esa noche, procuré dormir boca abajo. Lo que pasó las mañanas siguientes es que los tocamientos fueron en el trasero. No eran leves, era un magreo evidente en el ano", describe Ignacio.

Lo que sucedió con Tó fue algo que ha recordado a lo largo de los años y que no le ha dejado secuelas. Lo que pasó con Roigé, en cambio, ha intentado olvidarlo a toda costa. "Me generó mucha rabia, mucha impotencia… porque de aquel albergue no me podía escapar".