Abusos sexuales en la iglesia

Tres mujeres desvelan cómo los Jesuitas encubrieron la pederastia del padre Tó

colegio sant ignasi

colegio sant ignasi / periodico

Guillem Sànchez

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Los hermanos Jordi y Oriol de la Mata contaron a EL PERIÓDICO que habían sufrido abusos sexualesabusos sexuales por parte de dos profesores del colegio jesuita Sant Ignasi de Barcelona (los sacerdores Pere Sala y Lluís Tó -ya fallecido-) en la década de los 80. La noticia corrió por los grupos de Whatsapp de decenas de generaciones educadas en el Sant Ignasi. Y animó a tres mujeres, Montserrat, Marta y Gemma, integrantes de la promoción nacida en 1972, a contactar con este diario para tratar de explicar quién era el padre Tó y en qué consistía el "encubrimiento de la institución" que le permitió encerrarse con críos en su despacho, durante décadas, sin que nadie se lo impidiera.

Las tres mujeres describen a Lluís Tó como un profesor culto, de labia seductora, "un embaucador" que se ganaba enseguida la confianza "de las familias, fueran ateas o creyentes". "Algunos sacerdotes jesuitas" como Tó -los dueños de la institución educativa- transmitían "sibilinamente" a los padres que debían sentirse "privilegiados" de que sus hijos hubieran sido aceptados en el Sant Ignasi. Ese era parte del problema, subrayan, porque allanaba el camino a Tó para abusar impunemente de los alumnos y hacía casi imposible que se atrevieran a cuestionarlo. 

El homenaje al padre Tó

Los padres de una niña de 8 años, en un gesto insólito para la época, rompieron el hechizo finalmente a comienzos de los 90 y acudieron a la policía para denunciar a Tó por abusos sexuales. La demanda prosperó y Tó fue juzgado y condenado a dos años de cárcel. En 1992, meses después, los Jesuitas enviaron a Tó a Bolivia. Según explican, allí Tó hizo terapia y no mantuvo ningún contacto con menores. Antes de que se fuera de Barcelona, el colegio le hizo un homenaje.

Montserrat, que entonces ya tenía 19 años, estuvo en aquella fiesta de despedida a su exprofesor. "No consigo recordar dónde se hizo exactamente. Pero sí que había unas 40 personas, muchas de ellas padres y exalumnos. Aproveché un momento en el que Tó y yo nos quedamos a solas para soltarle lo que había venido a decirle: Eres un hijo de puta".

Montserrat

Exalumna de un colegio que impartía las clases en castellano, cuando llegó al Sant Ignasi, Montserrat necesitó ayuda para adaptarse al catalán. Tó, jefe de estudios en cuarto y quinto de EGB, se ofreció a darle clases de refuerzo en su despacho. "La institución jesuita facilitó durante un tiempo los pagos de la matrícula a mis padres, de clase trabajadora y con dificultades para afrontar el coste de tres hermanos. Eso, y el ofrecimiento aparentemente desinteresado de Tó para ayudarme, acrecentaron la sensación de que estábamos en deuda con ellos".

Durante las primeras clases 'particulares', Tó y Montserrat se sentaron uno frente al otro con la mesa entre ambos. En las siguientes, el sacerdote puso su silla junto a la de ella. Al final acabó pidiéndole a Montserrat que se subiera a su regazo y cerrando la puerta del despacho con llave. "Saberme encerrada con él me aterraba, pero no le dije nada, era la autoridad". Así comenzaron los tocamientos. "Me metía la mano por debajo del vestido, también bajo las bragas, y me manoseaba el trasero. Las caricias, como todo en el padre Tó, eran sibilinas, fingiendo que era solo un juego entre ambos. No lo eran. Y me incomodaban muchísimo". Consciente de que no podría pedir auxilio -"¿Quién iba a creer a una niña de 9 años que acusaba a alguien como Tó?"-, optó por negarse en casa a usar más faldas o vestidos. "Esa era la guerra cada mañana con mi madre, que no entendía mi obsesión por querer llevar pantalones". 

Marta

Las malas notas en Matemáticas fueron el pretexto que usó el padre Tó para arrastrar a Marta hasta su despacho y darle, como a Montserrat, clases de repaso. El acercamiento de Tó también siguió el mismo patrón: primero sentados uno frente a otro, después de costado y, al final, cogiendo a la niña en brazos para seguir la lección con ella encima. Tan parecidos son los relatos de ambas que subyace que el sacerdote seguía con todas sus víctimas el mismo modus operandi, un plan urdido con la tranquilidad de saberse casi sagrado.

"Me tocó dos o tres veces, que recuerde, tal vez fueran más. Sentí mucho asco. En casa, ocultando el motivo real, pedí que mediaran para que terminaran las clases. No funcionó y seguí acudiendo a su despacho. Incomprensiblemente, mis notas en Mates mejoraron y mis padres, que ignoraban los abusos, le hicieron un regalo a Tó", cuenta resignada. También para la familia de Marta -que se enteró hace una semana de los abusos que sufrió en el Sant Ignasi- matricularla en esa escuela había resultado un esfuerzo económico enorme.

Gemma

Gemma (la única de las tres exalumnas de la promoción nacida en el 72 que pide que se oculte su identidad bajo un nombre falso) sufrió tocamientos parecidos a los Montserrat y Marta por parte de Tó aunque, matiza, solo en una ocasión y más leves. La tercera exalumna pone el foco en la escuela, en que el acoso de Tó sobre los alumnos era "vox populi" y en que los estudiantes, en aquel contexto de los 80, como si intuyeran que no tenían más remedio, habían acabado "normalizando" que el sacerdote les "tocara". Porque el resto de adultos, empleados o profesores, tuvieron que haber sospechado. A muchos de los menores se los llevaba a su despacho en horas no lectivas.

Fuera cierto o no que el colegio estaba al corriente de los abusos de Tó, en 1992, y a pesar de disponer de una sentencia judicial que confirmaba su pederastia, se le rindió un homenaje y se le envió a Bolivia. Entre las familias, o por lo menos entre las más afines a la comunidad escolar, corrió el rumor de que todo aquello -el proceso contra Tó- formaba parte "de un montaje destinado a hacer daño a la institución".

"Ocultamiento planificado"

Montserrat se reunió con el director general de la Fundació Jesuïtes EducacióEnric Masllorens, hace un par de meses. Durante el encuentro quiso saber "qué haría la institución ahora" para aclarar "el encubrimiento" de los abusos que sufrieron los alumnos en el pasado. "Sigo sin saberlo", aclara. Aunque tal vez no acaben presentando ninguna denuncia policial contra el padre Tó, Montserrat, Marta y Gemma sí han querido explicar su caso a EL PERIÓDICO para que se sepa que "todo esto pasaba" y para, al menos, poder "decir públicamente qué hacía este sacerdote". Los Jesuitas "tienen que reconocer que todo esto [el contexto que dio impunidad al sacerdote para acorralar a los menores en el colegio] formaba parte de un ocultamiento planificado". 

Los Jesuitas trasladan al padre Sala, el otro profesor denunciado 

<span style="font-size: 1.6rem;">El director general de la Fundació Jesuïtes Educació, Enric Masllorens, en declaraciones a EL PERIÓDICO, ha admitido que la "gestión" que se hizo de la pederastia del sacerdote Lluís Tó fue "absolutamente insuficiente". A los Jesuitas les "consta" que se le hizo una "despedida" después de haber sido condenado en 1992 por abusar de una niña de 8 años, pero insiste en que se celebró fuera del recinto del colegio, no estuvo organizado por la congregación y en que, tras la sentencia, al padre Tó se le permitió únicamente entrar en el centro escolar "para vaciar su despacho".  </span>