ABUSOS EN ESCUELAS RELIGIOSAS

Viernes santo para el padre Tó

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Carlos Márquez Daniel

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Lluís Tó era un personaje indiscutible en el Sant Ignasi. Para los niños y las niñas, porque los jesuitas eran un modelo moral a seguir; y para los padres y las madres, porque representaba a la Iglesia y a la reputada comunidad religiosa a la que habían confiado la educación de sus hijos. Sus sermones eran muy celebrados y las misas que oficiaba los sábados por la tarde en la capilla del colegio registraban una entrada notable. "Comunicaba bien; llegaba", dicen de él quienes le trataron. De su mano salió la primera comunión de la mayoría de los que pasaron por la escuela en los años 70 y 80. Pero aunque aparentemente fuera una figura respetada, afable y de conversación culta, en los dimes y diretes entre alumnos también era un hombre que, por decirlo con suavidad, se excedía en la cercanía con los chavales. Todo cambió a principios de los años 90 con la denuncia de una familia contra Tó por abusar sexualmente de una niña de 8 años. Aquello dividió a la comunidad entre los negacionistas y los que abrieron los ojos ante una dolorosa realidad. Pero fue una polémica fugaz, que casi ni fue. Porque poco o nada trascendió.

Un padre, al que llamaremos Joan y que en aquellos años ocupaba un cargo de responsabilidad en el 'ampa' de la escuela, asegura que nadie les informó de la condena de dos años que un juez impuso a Tó por aquellos tocamientos a la menor. Es más: la noticia la ha conocido ahora, 27 años después. Los hechos tuvieron una repercusión mínima en los medios de comunicación y la dirección del colegio no informó a las familias de que había sido declarado culpable. "La denuncia nos dejó a todos muy tocados. Pero lo más sorprendente fue que al comentarlo en casa con nuestros hijos, nos dijeron que eso era habitual. Nos quedamos con la boca abierta". Fue un 'shock', pero en ningún caso optaron por ponerse una venda en los ojos. Tuvieron que luchar en franca minoría, pues la actitud general entre los padres más implicados en el centro -la mayoría, con gran convicción religiosa- fue la de cerrar filas a favor del jesuita.

Ningún niño se atrevía a divulgar en casa el sobrenombre con el que se conocía a este hombre formado en los jesuitas de Casp y en el Instituto Químico de Sarrià. Le llamaban 'padre Tocotó' o 'padre Toqueteo', depende de la generación. Joan no recuerda si fue el día de la detención o el momento en el que se hizo pública la denuncia, pero sí tiene muy presente que era un viernes santo. "Había mucha gente que, por la coincidencia con la Semana Santa, comparaba al padre Tó con Jesucristo". Por aquello del mártir y la incomprensión. En aquellos tiempos, evoca, muchas familias, sobre todo las madres, estaban indignadas con el hecho de que se dudara de la integridad del jesuita.

Y no solo no se informó a las familias. También se buscó recuperar cierta normalidad y blanquear al personaje. En la edición de febrero de 1993 de la revista del colegio, tres meses después de ser condenado y enviado a Bolivia, se recoge un mensaje del propio Tó, al que se seguía manteniendo el trato de 'padre de la Compañía de Jesús'. Decía así: En la celebración de la eucaristia del sábado 30 de enero se nos leyó un fragmento de la carta que escribió el P. Lluís Tó, haciéndonos llegar un SOS de la comunidad cristiana de El Alto (Bolivia). 

Carta negacionista

Quizás por eso se organizó un acto de homenaje al que Joan y su esposa se negaron a acudir. Como tampoco firmaron la carta de apoyo explícito al religioso. "No recuerdo qué decía exactamente el texto, pero implicaba rechazar la posibilidad de que hubiera abusado de algún niño. Mi indignación con alguien que toca a un menor es inmensa, pero se multiplica si además se trata de un educador". La esposa de Joan visitó al director de la época, Francesc Xicoy, y le dijo que le parecía fatal que el asunto se resolviera enviando al cura a Suramérica. La respuesta fue que estaba recibiendo tratamiento

Un profesor que coincidió con Tó durante años en el Sant Ignasi explica que todo aquello les cogió "muy de sorpresa". También para el personal docente 'civil', los jesuitas eran figuras incuestionables. Eran tiempos en los que una decena de curas todavía daban clase y tenían cargos de responsabilidad. Este educador recuerda el acto de homenaje a Tó. No está seguro, pero cree que se celebró en la residencia de religiosos sita junto al colegio. Dice que nadie de la dirección les dio explicación alguna sobre el asunto, que todo se llevó "con muchísima discreción" y que los padres de la niña agredida sexualmente la acabaron sacando del colegio. "Se hizo muy mal, es necesario hacer limpieza...", concluye.