Las entrañas del 'top manta'

Contrafaçao, la gran fábrica portuguesa de camisetas falsas

Policía portguesa contra la contrafaçao

Policía portguesa contra la contrafaçao / ASAE Portugal

Juan José Fernández

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En la sección de Caballeros de El Corte Inglés de Vigo ya sabían, por costumbre, que cuando les visitaba cierto portugués, hombre de mediana edad al que llaman "el cacique", pronto de lo que comprase aparecerían imitaciones en el mercado de A Pedra, a poco más de un kilómetro de allí.

Al cacique se le veía experto. Con ojo profesional examinaba polos, camisetas, bermudas, todas de buenas marcas, y se llevaba un ejemplar de cada una. No importaba que no fuesen de su talla. Los vendedores de ropa de la ciudad gallega, que de vez en cuando le ven reaparecer, saben que no son para ponérselas, sino para dárselas a sus costureras en pequeños talleres de la periferia de Oporto con la instrucción de que saquen patrones mientras él busca tejidos para imitar.

Acaba de cumplirse ahora un año de una sentencia del Juzgado de lo Penal 2 de Vigo que condenó a entre tres y 18 meses de prisión a 26 comerciantes de A Pedra. Habían sido detenidos en una espectacular redada de la Policía Nacional en octubre de 2014. Un pool de marcas deportivas y de lujo afectadas integró la acusación particular. Desde entonces, A Pedra, obligadas sus tiendas a ir por lo legal, agoniza con casi todos los puestos cerrados.

Por Salamanca

En la Asociación para la Defensa de la Marca sospechan hoy que, para las las prendas y zapatillas de Portugal que no se envían por paquetería, ya no es la frontera pontevedresa lugar de tránsito, sino diversos pasos en la provincia de Salamanca. Lo harán llegar a la manta intermediarios marroquíes, y sobre todo africanos subsaharianos. "Los manteros senegaleses confían más en un angoleño o un mozambiqueño establecido en Portugal", refiere una fuente policial de la zona.

Lo que no han cambiado es el origen –el área metropolitana de Oporto– y el destino: las aceras de Madrid y Barcelona. Una multitud de tejedoras y autónomos buscan un sobresueldo en sus casas o en la maraña de pequeños talleres del textil del Norte de Portugal, dedicando horas extra a la contrafaçao (falsificación) de camisetas futboleras y zapatillas deportivas.

Oporto y alrededores concentran el 85 por ciento de la industria textil portuguesa; 75.000 empleos. La competencia de  China y otros países asiáticos arruinó a multitud de hogares. Ahora la zona vive un renacer, con más de 6.000 pequeños talleres. Pero no ha desaparecido la pobreza de las tejedoras en un Portugal que apenas sale de la crisis, y han desarrollado otros acomodos en la economía sumergida. Aunque vuelvan a tener empleo, no dejan la contrafaçao.

España y Portugal son los destinos casi únicos de sus labores. Y no solo los almacenes que surten a los manteros: también las tiendas de Els Límits de La Jonquera, que siguen siendo parte de la demanda pese a los golpes policiales. El más grande, el que provocó 71 detenciones en las tiendas y almacenes de la ciudad gerundense el 29 de noviembre de 2016. Tres decenas de tiendas fueron cerradas entonces. Dos años después, las tiendas siguen abiertas y mostrando producto falso. Tanto entonces como hoy, parte de la mercancía venía (y viene) de Portugal. 

Capataces discretos

La contrafaçao constituye uno de los principales quebraderos de cabeza de la ASAE (Autoridade de Segurança Alimentar e Económica), unidad de la Policía Criminal portuguesa que, al contrario que la policía marroquí, colabora muy directamente con la española en la persecución de las falsificaciones.

El pasado 5 de mayo, la ASAE golpeó a uno de los principales talleres clandestinos de zapatería de Vila do Conde, al norte de Oporto. La operación –a la que policías portugueses de gusto más rococó que los españoles bautizaron Sapatilha d’Ouro– "representa bien la discreción con la que se mueven las redes de contrafaçao", relata una fuente policial española. Al dueño se le intervinieron 210.000 euros en metálico y 7.870 zapatillas copiadas a Nike y Adidas que en la manta habrían alcanzado más de 300.000 euros de facturación, pero figuraba como propietario de una pequeña SL con, oficialmente, un único empleado: él.

El trabajo de los agentes portugueses no es fácil, pues sus jueces exigen la personación de los perjudicados, las marcas de lujo, en los pleitos por contrafaçao. "Y si en un taller se descubren falsificaciones de más de diez marcas, solo los peritajes retrasan la instrucción un año", relata Xosé Carlos C., agente comercial de moda que se mueve al norte del río Miño.

Además, la fiscalía lusa no le valida a la ASAE incautaciones sin queixa (denuncia) previa. Por eso han habilitado un portal de denuncia electrónica. En 2017 llegaron a ser 3.000 los chivatazos recibidos, pese a que uno de los requisitos que la web requiere al "queixoso"  o denunciante es dejar escrito su "nome" y su "morada".

Tantas denuncias indican un cambio de tendencia: no era precisamente costumbre la delación entre las tejedoras portuguesas, mujeres que conocen la adversidad que trajo la globalización a sus hogares y los de sus vecinos. Xosé C., gallego del sur, donde tan cercano es el paisanaje a los portugueses del norte, refiere un motor para las denuncias: el impago. "Escribir a la ASAE es la forma de arreglar cuentas con el taller que te ha despedido, o con el cliente que no te resuelve su deuda".