DRAMA SOCIAL

Las antiguas fábricas textiles del Vallès, refugio para los 'sintecho'

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Elisenda Colell

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Hace dos semanas, en el polígono industrial de Can Feu, en Sabadell (Barcelona), saltaron todas las alarmas. Un hombre asaltó a una joven que salía de fiesta y la llevó a un edificio abandonado donde vivía con otras personas. Allí, seis individuos la violaron. El barrio se estremeció y el espacio fue clausurado. Pero la pobreza, en su estado más crudo, no desaparece. Porque más allá del suceso, hay  una realidad que ya no indigna y que se ha normalizado. Solo en la cocapital del Vallès viven 30 personas en las naves industriales. También en Terrassa (Barcelona) se han detectado casos. Mendigan ayudas sociales que les ofrece el ayuntamiento. Por no tener, no tienen ni orden de desahucio. Y sin esto es imposible activar ayudas sociales para darles un techo.

Uno de ellos es Abdelmajid, un joven argelino de 34 años que vive en una nave de la calle de Verdaguer, en el polígono de Can Feu. Hace ocho meses que vino a Barcelona en avión. "Mi madre está muy enferma y no puede pagar las medicinas". Por eso vino a Europa. En Argelia su sueldo no llegaba a los 200 euros, pero ahora les pide "paciencia" a los suyos. "Tengo un diploma de ingeniero, otro de instalador de climatizaciones...", explica mientras abre la puerta, si se le puede llamar así, de aquello que le da un techo para vivir. "Estuve durmiendo en la calle, con cartones, aquí como mínimo tengo un techo", explica en francés, un idioma que domina mucho más que el castellano. Aunque reconoce, que el frío no se puede borrar. "Esto es un congelador", dice mientas suelta una carcajada.

"Tengo un diploma de ingeniero", explica Abdelmajid mientras abre la puerta de eso que le da un techo para vivir

Él vive en la zona que antaño fueron unas oficinas de un antiguo telar. Básicamente porque el resto de la nave está en ruinas. Literalmente. El techo ha caído y lo invade la suciedad. De todo tipo. En la puerta ha instalado una cerradura, y la abre y cierra con llave. "Aquí vivimos cuatro personas. Dos arriba y dos abajo, en esta planta". El primer espacio, de unos 20 metros cuadrados estaría prácticamente vacío si no fuera por el montón de bolsas y de trastos que se acumulan a la pared de la sala. Por ejemplo, una silla, dos ventiladores y carros del súper. "Me dedico a buscar chatarra", aclara. A la derecha, un pasillo oscuro lleva a su cuarto. Hay ropa tendida con lo que había sido un extintor. Antes de entrar a la habitación avisa. "Hay otro chico durmiendo". Cierto. Encima de un colchón y tapado con mantas se entrevé un cuerpo. "Es un chico más joven que yo, marroquí, que estaba ocupando un piso y se quedó en la calle", explica.

Estudiando catalán

El resto de la sala conserva antiguos muebles de oficina. Y una tela hace de pared de lo que pudo ser un despacho. Ahora se ha transformado en una más que precaria cocina, con apenas una bombona de butano y cámping gas. Adelmajid se muestra orgulloso de haber creado este espacio. Tras la visita, se marcha al curso de catalán. "Es gratis, pagué 20 euros por los libros. Creo que si aprendo catalán encontraré trabajo", dice. En realidad será mucho más difícil. No tiene papeles (ni de residencia ni de trabajo) y sin esto no le pueden contratar. Antes de llegar a Barcelona estuvo trabajando en negro en el puerto de Málaga, arreglando barcos. "Me clavé un cuchillo y no pude ir al médico, no quiero volver a hacerlo". 

Viste limpio y con gomina. En realidad no parece un 'sintecho'. "Cada día me ducho en la Cruz Roja; allí también me dan ropa". Es lo único que le puede ofrecer el ayuntamiento, además de vales de alimentos. Lo confirma el regidor de Acción Social de Sabadell, Gabriel Fernàndez. "El ayuntamiento ha empadronado a todas las personas que duermen en las naves, pero son personas en situación irregular: no pueden trabajar con contrato ni tampoco acceder a la mesa de emergencia", lamenta el concejal, que pide un cambio "urgente" de la ley de extranjería. "Les deja en total indefensión y nos niega la posibilidad de intervenir con éxito".

Quienes viven en las naves están en situación de irregularidad, por eso no pueden ni acceder a la mesa de emergencia

Al recurso de la Mesa de Emergéncia, que crearon la Generalitat y el mundo local en el 2015 para ofrecer realojo a familias vulnerables, solo pueden acceder prioritariamente las personas que tienen una orden de desahucio o son víctimas de maltrato machista. "Si los propietarios de las naves no denuncian la ocupación, no se puede desalojar", aclara el concejal.  El ayuntamiento sí que ha podido dar alguna alternativa para niños o mujeres, de los que también se han dado casos. "Básicamente por su alta vulnerabilidad y porque pueden ser víctimas de explotación sexual", añade.

Perfiles

Por perfiles, la mayoría de personas en las naves son itinerantes, se mueven por los municipios de la zona, según explican fuentes de Terrassa y de Sabadell. Muchos presentan ya alguna adicción, especialmente al alcohol. Lo constatan también los vecinos de la zona. Jordi Soler, vecino de Sabadell de 80 años, tiene una nave supuestamente ocupada al lado de su casa. Por la mañana está vacía, solo un perro con un collar demuestra que allí hay vida. Al atardecer parece que hay más movimiento. "Por las noches oigo ruido, a veces música y casi siempre hay luz". Sin embargo, Jordi dice no tener ningún tipo de miedo. "Esta pobre gente lo pasa mal". Se refiere a la decena de personas que, vivan allí o no, se pasan el día merodeando entre la basura con carros de la compra llenos de chatarra.

Marc, en cambio, otro vecino del barrio, se sorprende al constatar que, al lado de su casa, escondido entre los escombros de una nave que hace años vio a pleno rendimiento, ahora vive Abdelmajid. Tienen casi la misma edad. Marc se va para casa. "Tengo prisa". El argelino se queda. "Al congelador", dice con una sonrisa.

El precedente, en el Poblenou barcelonés

En la ciudad de Barcelona, esta situación<strong> no es nueva.</strong> Hace tres años, tras la remodelación de la plaza de las Glóries, el ayuntamiento desalojó todas las personas sin hogar (la mayoría hombres subsaharianos) que vivían en las naves industriales abandonadas del barrio del Poblenou. En los últimos meses la situación ha vuelto a repetirse. En este caso, los migrantes se han agrupado creando el colectivo <strong>Casa África. </strong>Se trata de un edificio que ha sido ocupado por personas mayoritariamente del África Subsahariana que están en situación de 'sinhogarismo' y que no tienen otro sitio para pernoctar que no sea la calle.