Menores migrantes se acumulan de nuevo en comisaría

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Elisenda Colell

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A lo largo de esta semana, ha vuelto a crecer el número de menores inmigrantes no acompañados ('menas') que se ven obligados a dormir en las salas de espera de las comisarías de los Mossos d’Esquadra. A diferencia de lo que ocurrió a lo largo del otoño pasado, cuando los  menores recién llegados no tenían dónde dormir día tras día, ahora el problema se da porque hay decenas de chicos se niegan a vivir en zonas alejadas de Barcelona y su área metropolitana. Además, los equipamientos de la Generalitat vuelven a rozar el 100% de su capacidad.

Fuentes policiales explican a EL PERIÓDICO que este fin de semana una cuarentena de menores han estado pernoctando en comisarías de la capital catalana, y una veintena lo hicieron el lunes. Por la noche los chicos están en sede policial, durmiendo en el suelo o descansando en las sillas de la sala de espera, con la luz encendida y sin poder ducharse. Algunos han llegado a estar dos noches en esta situación, aunque durante el día se quedan en el edificio de la dirección general de Atención a la Infància i l'Adol·lescència (DGAIA) donde hay una ludoteca y educadores sociales. Fuentes del sistema de protección de menores aseguran que los centros disponibles están al 100% de su capacidad, y por tanto, no les pueden trasladar por falta de plazas.

Menores refractarios

Son muchos menos de los que lo había en septiembre, pero más de los que se registraron en diciembre y principios de enero, cuando no superaban la decena. Los recién llegados son una minoría porque el grueso son adolescentes que ya tienen asignada una plaza en el sistema de protección, pero no quieren vivir en ella, los que se conocen como “refractarios al sistema”. El motivo, están en centros alejados de la urbe barcelonesa y sienten que allí no tienen oportunidades. “Los niños ya conocen esta rueda y muchos se presentan a la misma comisaría”, explican fuentes de Afers Socials. Los educadores no les pueden retener en los centros, ni tampoco obligar a ser transportados. Y los Mossos empiezan a dudar de que ellos, si no se trata de niños delincuentes, tampoco puedan llevarles hasta el centro asignado en contra de su voluntad. A veces, no hace ni falta. En cuanto oyen plaza en Lleida, Girona o Tarragona, ellos mismos huyen de comisaría y al día siguiente vuelven a aparecer.

“Cada turno perdemos un agente que deja de hacer trabajo policial y se tiene que dedicar a darles de comer, vigilarlos y estar pendiente de ellos, cuando este no es nuestro trabajo ni estamos formados para atender a estos chicos”, lamenta Imma Viudes, portavoz del sindicato SAP-Fepol. Misma crítica del sindicato USPAC, que añade que los agentes encargados de su identificación en la Fiscalía de Menores están desbordados de trabajo.

Este enero el Govern ya ha abierto 135 plazas en el sistema de protección de menores, y esta semana van a habilitar 20 más. La mayoría son pisos de autonomía pensados para la transición a la vida adulta y una treintena se corresponden a la primera acogida. Desde Afers Socials calculan que este año van a llegar 5.600 menores inmigrantes solos, casi el doble del año pasado.