OLA DE ROBOS

Festín de ladrones en el Maresme: pasen, roben y cenen

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Guillem Sànchez

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Satur Antonio, de 67 y 65 años, se sumarán este sábado a las patrullas vecinales que intentarán proteger Dosrius de la ola de ladrones de casas que atosigan a esta población del Maresme. Diseminada sobre una estribación del parque natural del Montnegre i El Corredor, y con viviendas a cuatro vientos rodeadas de bosque, parece haberse convertido en la última obsesión de bandas criminales, o de cacos sin galones, especializados en los robos en domicilios.

Las patrullas vecinales que llevan un mes en marcha en Dosrius no son agresivas. No lo será tampoco, ni mucho menos, el entrañable binomio que formarán Satur y Antonio. No irán armados ni buscarán el más leve contacto con los delincuentes. Su objetivo, de tan modesto, es casi tierno: "Que los ladrones sepan que estamos por aquí, a ver si dejan de robarnos", resume Antonio. Ni siquiera aspiran a que una oportuna llamada al 112 cristalice en un arresto 'in fraganti' de los intrusos por parte de una patrulla de los Mossos d'Esquadra. El tiempo medio de respuesta en la zona está "sobre los 30 minutos", a pesar de que "la carta de servicio señala que deberíamos responder en menos de 10", recuerda Nacho Álvarez, sindicalista del SME y portavoz del movimiento MosS.O.S. 

El festín de Año nuevo

Los ladrones que entraron en casa de Satur y Antonio la segunda madrugada del 2019 parecían estar al corriente de la falta de efectivos que ha dejado a la intemperie núcleos como Dosrius. Porque no actuaron contrarreloj. Todo lo contrario, celebraron el Año Nuevo por todo lo alto vaciando su despensa.

"Soy de la Puebla del Maestre (Extremadura) y siempre me traigo un buen trozo de queso de oveja", explica Satur. A los ladrones les encantó. Tampoco hicieron ascos al embutido y al lacón. Del garaje subieron tomates de untar -cultivados en el mismo huerto por el que se habían colado-, descongelaron pan y abrieron una lata de berberechos. Regaron el festín para estrenar el 2019 con cerveza fresca del frigorífico de la planta baja. Se marcharon al día siguiente, por la mañana, y dejaron la cocina hecha unos zorros.

También robaron, por supuesto. Se llevaron las cortinas, y eso escoció a Satur, que sospecha que entre los ladrones había una mujer que se quedó tan prendada de estas como ella, y un quinqué de cierto valor histórico, que dolió sobre todo a Antonio (era de su madre). Sumaron a su botín la encimera, un cambiador de bebé, un saco de dormir -que apareció en el jardín lleno de latas de atún- y la televisión.

Aunque la pareja se tome con sentido del humor el robo, e incluso acepte con cierta deportividad la pérdida de objetos sentimentales, hay algo que les hace menos gracia. "¿Y si vuelven?", se preguntan. "Eso sí que me preocupa, que llegue a casa un día sola y me los encuentre dentro", añade ella, en un resumen exacto del miedo que atenaza a las familias que han sufrido un robo en casa y que últimamente se percibe en numerosos hogares del Maresme. Antonio ha instalado alarmas en las puertas de la entrada principal y en los balcones. 

La falta de efectivos

Debajo de las olas de ladrones de casas que azotan por turnos a diversas poblaciones del Maresme, con orografías parecidas a las de Dosrius, aflora siempre la falta de efectivos de los Mossos. Los sindicatos piden que se apruebe una bolsa "estructural" de horas extras -"remuneradas a un precio digno"- que permita enviar patrullas a lugares como este. Durante el último trimestre del 2018, en la comisaría de Mataró -la que atañe a Dosrius- se han denunciado 214 robos con fuerza. 

Álvarez subraya que son golpes que no parecen cometidos por las temidas bandas del Este. Son menos profesionales y más "rudimentarios", muchos incluso "llaman al timbre para cerciorarse de que la casa esté vacía". Pero sí entran, arrasan con "joyas y tabletas electrónicas". Menos en casa de Satur, que se quedó hasta sin cortinas.