FENÓMENO GLOBAL

Así regulan el 'top manta' Madrid, València y Sevilla

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M. Vilaseró / N. Herrero / J. Camacho

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La presencia masiva de vendedores ambulantes extendiendo sus mantas en el centro de Barcelona durante estas Navidades contrasta con la imagen vista en otras capitales españolas, tan turísticas y con tanta actividad comercial como la catalana. En la mayoría de ellas (también en la capital catalana), el fenómeno 'top manta' se está abordando desde la vertiente social, buscando alternativas para los jóvenes vendedores, pero es indudable que la fuerte presión policial ha resultado del todo disuasoria.

Hemos analizado cómo Madrid, València y Sevilla abordan la situación.

Carmena evita que haya mantas en las aceras del Madrid Central

La alcaldesa Manuela Carmena ha puesto fin esta Navidad a su ambigua posición frente a los manteros. Con un despliege de la policía municipal sin precedentes ha logrado ahuyentar este tipo de venta ambulante del corazón de la capital de España, ese Madrid Central restringido al tráfico, durante todas las Navidades.

La incógnita es qué ocurrirá a partir de este martes. Con el fin de las fiestas finaliza el dispositivo especial. Al fin y al cabo no se habían ido tan lejos. Han permanecido acampados en la estación de Atocha y sus proximidades y por la noche ocupaban la Puerta del Sol, cuando la vigilancia se relajaba..

Un ayuntamiento que hasta ahora se había mostrado relativamente tolerante con esta actividad ilegal (nunca tanto como el de Barcelona) sorprendió en noviembre con una insólita imagen: la vicealcaldesa Marta Higueras posando junto a un cartel donde se advertía que "si compras falsificaciones, la aventura siempre acaba mal". Al lado, una zapatilla de deportes estaba a punto de ser engullida por una criatura al estilo del monstruo del lago Ness.

Era uno de los elementos de la campaña publicitaria municipal contra los manteros, lanzada con el apoyo de todas las asociaciones de comerciantes y empresarios. En realidad, lo que acabó mal fue la campaña publicitaria en sí. La alegoría marina no era de lo más afortunada. Los manteros se cebaron en especial contra otro de los diseños en el que el protagonista era un bolso que quedaba atrapado por los tentáculos de un pulpo pintado completamente de negro, que emergía también del mar.

El Sindicato de Manteros de Madrid calificó de "racista" el diseño y acusó al ayuntamiento de criminalizar su actividad. "Hay que ser muy miserables para sacar el mar, donde mueren nuestros hermanos como consecuencia de las políticas migratorias del estado español", acusaron, considerando que el pulpo, "cuyo color negro no es casual", aludía a "unas redes de mafia que no existen".

Poco después de que varios activistas ‘promanta’ reventaran un acto en el que participaba la portavoz municipal, Rita Maestre, se acabó la campaña. "Tras escuchar las demandas de la ciudadanía" se optó por dar marcha atrás para no ofender" a los manteros, señalaron los responsables municipales. Algunas de las asociaciones de defensa de la marca que al principio se habían mostrado muy agradecidas agradecidas con el ayuntamiento, tacharon la decisión de "lamentable".

Pero la parte decisiva de la campaña, el despliegue de efectivos de la policía municipal siguió adelante y ha demostrado su efectividad. Para la misma se han destinado en exclusiva los 139 nuevos agentes recién salidos de la academia, reforzando el medio millar que habitualmente patrullan por el centro.

Carmena ha querido evitar a toda costa que la nueva Gran Vía, con las aceras recién ampliadas acabara tomada por las mantas, dando la razón a la oposición que, contraria a la reforma, llegó a acusar a la alcaldesa de cambiar esta emblemática arteria para que cupieran más manteros. También lo ha hecho en la recta final de un mandado en la que actúa haciendo caso omiso de los miembros más radicales de su equipo, integrados en la agrupación Ahora Madrid, que durante el mandato han logrado evitar actuaciones más contundentes contra una venta ilegal que tiene a los comerciantes del centro en pie de guerra.

València encauza a los manteros hacía los mercados periféricos

"Ha sido el mejor año de los últimos, sin duda". Julia Martínez, gerente de la asociación de comercios del centro de València lo tiene claro. En las calles más comerciales de la capital valenciana no ha habido manteros estas navidades. "Todos los años pedimos un plan de choque a la administración y este año lo han cumplido a rajatabla. No ha habido ni uno, ha sido excepcional", cuenta la gerente, que explica que antes de las fiestas hubo una reunión para coordinar esta actuación con la Policía Local y la Nacional.

Pero los manteros no han desaparecido, aunque tampoco han aumentado de número en estas fechas susceptibles para hacerlo, sino que se han trasladado y lo han hecho principalmente a los mercadillos municipales ambulantes de los barrios periféricos. De hecho en algunos han aparecido por primera vez.

Este movimiento sería una primera plasmación de la idea que tiene el Ayuntamiento para encauzar la situación. El pasado mes de octubre se aprobó un Plan de Inmigración a desarrollar en tres años que apuesta por facilitar que estos vendedores entren en el sistema mediante una cooperativa. Se estudia la opción de crear un lugar propio para sus ventas y darles un espacio en los mercados municipales, en los ambulantes o mercadillos pero también en algunos de los techados que abren a diario, cuentan desde la concejalía de migraciones. Eso sí, tendrían que pagar unas tasas (puede que adaptadas a su situación) y comprometerse a no vender falsificaciones, uno de los puntos más conflictivos.

"Hay que luchar contra quien fabrica esos objetos y quien los mete en el país", apunta Mor Diagne, portavoz de la Asociación de Senegaleses en la ciudad. Él llegó en cayuco a Tenerife hace 11 años y asegura que la solución de los mercados municipales y el espacio propio puede ser una salida pero que el problema de fondo es otro. "Lo que hay que hacer es ayudarles a conseguir los papeles, el permiso de trabajo o incluso a aprender español y después que puedan trabajar de lo que necesite el país. Porque muchos son jóvenes y no son vendedores y nadie quiere que estén corriendo un día aquí y uno allá", señala. Coincide Martínez, que subraya la necesidad de "ayudarles a que encuentren un medio de vida y no convertirlos en delincuentes vendiendo falsificaciones".

Pese a haber sido unas navidades tranquilas, un incidente amagó con amargarlas a mitad. El día 2 de enero una patrulla de la Policía Local realizó una intervención contra unos manteros en el distrito Marítimo. Todo ocurrió cuando un agente pisó la manta para evitar que el vendedor la recogiera y huyera. Según los sindicatos policiales (y apuntan a que así está grabado), al intentar llevársela a la fuerza, el mantero perdió el equilibrio y se golpeó con otro. Según los vendedores el agente habría golpeado al mantero, lo que llevó a varios de sus compañeros a desplazarse hasta el centro de la ciudad, para tratar de acceder al retén, hablar con algún responsable e identificar al presunto agresor. No lo consiguieron y la tensión se diluyó sin que conste ninguna investigación abierta.

El comercio de Sevilla denuncia que la manta merma el 35 % de ingresos

A plena luz del día, en las inmediaciones de un conocido centro comercial, apenas se puede andar por la acera. La aglomeración de viandantes debe sortear las decenas de mantas tiradas en el suelo ofreciendo desde deuvedés a ropa, pasando por accesorios o calzados. Todos falsificados. Quince años después de su aparición, los establecimientos de Sevilla denuncian que el 'top manta' es un problema endémico que les merma sus ingresos entre un 20% y un 35%, según un estudio de la asociación provincial de comerciantes Aprocom. Y aunque el ayuntamiento vigila y acude cada vez que se les llama, "no se ha logrado erradicar de forma definitiva".

Quien habla es Tomás González, presidente de Aprocom, quien no duda en reclamar mano dura contra un problema que hasta ahora solo se parchea "por la falta de una voluntad política firme". La escena del centro comercial, donde los manteros se alternan con algunos vendedores ambulantes con licencia, se repite en otras arterias de gran afluencia de la ciudad, ya sea en las céntricas calle Tetuán o la Avenida de la Constitución o en barrios como Triana y Nervión, "dando imagen a los turistas de que esto es un zoco, sin comercio organizado", reprocha. "El ayuntamiento está pendiente, y cuando ven a los agentes, los manteros salen corriendo", reseña González. Hace unos años, incluso había agentes de paisano que les confiscaban la mercancía y los vehículos con los que la cargaban, pero estos acaban acumulando polvo porque los dueños no aparecían para reclamarla y delatarse. 

"No se puede poner un policía en cada calle", lamenta el portavoz de los comerciantes, "y además, los manteros ya tienen cogidos los horarios, y aprovechan el cambio de turno para apoderarse de la esquina". González señala que más allá de la venta de falsificaciones, se trata de un problema de seguridad: ocupan la calle haciéndola impracticable, y venden alimentos sin control alguno. "Si hubiera una voluntad firme, el problema se acaba", zanja, proponiendo medidas sancionadoras más elevadas e incluso tomar ejemplo de París, donde la Policía llegó a multar a los clientes de este tipo de comercio ilegal. 

En el otro lado de la balanza se encuentran los senegaleses, nacionalidad mayoritaria entre los manteros, que encuentran en esta fórmula la única vía para empezar a conseguir unos ingresos. "En Sevilla no hay empleo, y si eres negro e inmigrante, tienes todas las papeletas de no lograr los que haya", ironiza Carlos Serrano, del colectivo Oficina de Derechos Sociales. Su asociación está orientando a los manteros para organizarse en colectivo y poder defender mejor sus derechos, y rechaza que, como apuntan desde Aprocom, se trate de un negocio en manos de mafias. "Entre ellos tiene mucha importancia la red social que tejen, sus contactos, y cuando llega alguien nuevo, le indican donde comprar la mercancía e incluso entre varios le ayudan anticipándole una pequeña cantidad para que pueda comprar un cargamento", explica, "no son mafias, sino redes de apoyo mutuo por necesidad de supervivencia".