ACCIÓN SOLIDARIA

Una reina maga solidaria le trae un ordenador a la hija de Fátima

fátima ordenador

fátima ordenador / periodico

Elisenda Colell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El domingo 6 de enero la hija mayor de Fátima se levantó de la cama con una pregunta en la mente: ¿los Reyes me traerán el ordenador que les había pedido? Este era uno de los tres regalos que había escrito en su carta a los Magos de Oriente. Lo contó en este diario el 5 de enero en un reportaje. La respuesta de la pregunta es no. No hubo ordenador ese día. Junto a su hermana de 6 años, desenvolvió lápices de colores, un libro infantil y un juego de mesa gracias a la Cruz Roja. De hecho, ella es uno de los más de 50.000 niños de quienes los Reyes se olvidaron de entrar en sus casas. Del ordenador, ni rastro. Lo dejó claro su madre: “No tenemos para pagar la luz, vamos a comprar un ordenador”.

Aunque se despistan, los Reyes Magos también tienen muchos poderes. Incluso la capacidad de cambiar de cuerpo, o de tener ayudantes capaces de hacer su trabajo. Así que cuando se equivocan, sus majestades pueden rectificar. Esta vez la elegida para el encargo fue Isabel, una jubilada de 66 años y lectora de EL PERIÓDICO. “Había ahorrado para comprarme un ordenador, para no estar tan sola durante el día, pero creo que esta familia lo necesita más”, explica. Como ella, tres personas más llamaron a esta redacción. Hay quien ofreció su propio ordenador -“está un poco desactualizado pero funciona bien”-, y otros, como Isabel. “No me importa gastarme el dinero, me lo iba a gastar igualmente, esta niña no puede quedarse atrás”, comenta.

“Yo sé lo que es pasar hambre y no tener para comer”, dice Isabel. Parió a su primer hijo a los 18 años. Ha tenido dos maridos y toda la vida se ha dedicado a la limpieza doméstica. Ahora es propietaria del piso donde vive y cobra una pensión de 700 euros. “Está bien, tengo todo lo que necesito”. Ha visto crecer a sus tres hijos, y a veces ayuda con los nietos. El problema son los dolores y la soledad. Reuma, artrosis, dolor crónico y fibromialgia. Un corazón “muy débil”, y unos músculos que no aguantan. Este año se ha caído varias veces dentro de casa. En una ocasión se rompió las costillas. La peor caída fue a finales de agosto, cuando su hijo se la encontró tendida en el suelo. “Me caí y me quedé inconsciente, no sé cuánto tiempo estuve, solo recuerdo el momento, dos semanas después, cuando me desperté en la UCI del hospital al borde de la muerte pero no era mi hora”. Cree que si la vida te ha dado una oportunidad, hay que devolverla al mundo. “El año pasado me devolvieron la vida, ahora me toca a mi ayudar a esta familia”, explica.

No se lo podía creer

En cuanto se enteró de que su hija tendría un ordenador, Fátima no se lo podía creer: “Me costó una barbaridad contar mi miseria, me da mucha vergüenza, no es nada fácil, pero nunca pensé que la gente me querría ayudar”. Este martes, a las doce del mediodía, ambas mujeres se dirigieron a una céntrica tienda de electrónica, en Barcelona, para decidir qué ordenador compraban. Al final el regalo también incluyó ratón y mochila para llevarlo a la escuela. Fátima tiraba siempre hacia el producto más barato, e Isabel el más caro. Incluso quiso regalar una tableta a la niña, pero Fátima la frenó.

A las dos de la tarde, Fátima se dirigió al comedor escolar para recoger a su hija. Y en cuanto llegó a casa, Isabel la esperaba con el regalo. “Soy tu reina maga”, le dijo a la niña. Ella no entendía nada. Pero su cara al abrir el envoltorio lo dijo todo. Con unos ojos como platos, y la boca abierta, descubrió que sus ruegos habían sido escuchados. En seguida se giró: “¡Mamá, un ordenador!”. Fátima, a punto de llorar. “Sí hija, lo compartiremos entre todos. ¿Te parece bien?”. Y ella asintió. En realidad no estaba escuchando. Enseguida había logrado encender el aparato y comenzado a conectar el ratón.

Tras charlar un rato, Isabel se dio cuenta de que el mejor regalo que podía ofrecer a la familia marroquí no era el ordenador, sino algo gratis y a la vez muy preciado: amistad. “¿Llevas aquí ocho años y no tienes ninguna amiga? No lo entiendo”. Fátima le responde  que estos años han sido durísimos, y se ha encerrado en sí misma. Hacer milagros con la cuenta familiar, intentar encontrar trabajo y afrontar los encuentros con la Cruz Roja y los servicios sociales se le han llevado todo el tiempo. Ni ampas del colegio, ni deporte, ni salir a tomar un café con nadie. “Puedes empezar conmigo, que estoy muy sola, me puedes hacer compañía”, le ruega Isabel. Fátima le sonríe. “Gracias”. Acuerdan en llamarse. “Para lo que necesites”.

“En el mundo hay más personas buenas que malas. En las noticias los buenos no salimos nunca, solo habláis de los malos. Pero en realidad, los buenos somos muchos más”. Con esta frase, Isabel se despide de la familia. Agarra el bastón, se pone el abrigo y vuelve al barrio con una sonrisa de oreja a oreja.