QUERELLA DE AL FISCALÍA
Un juez investiga una tienda de animales de Barcelona por maltratar perros
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
J.G. Albalat
Perros extremadamente delgados, desnutridos, con fiebre, problemas respiratorios y otras dolencias graves (en algunos casos su patología le produjo la muerte) es lo que se encontraron los inspectores del Ayuntamiento de Barcelona y agetes de la Guardia Urbana que entraron en octubre del 2015 en un establecimiento de Barcelona que se dedica a la venta de animales domésticos. Un juzgado de la capital catalana tiene abierta una investigación por presunto maltrato animal a raíz de la querella presentada por la fiscalía el pasado mes mayo contra las dos personas que regentan el comercio y la veterinaria del mismo. La acusación pública sostiene que se produjo una “mala praxis” en el cuidado de los animales por parte de los acusados.
La inspección se inició en la zona de enfermería del local sito en el distrito de l’Eixample, donde se encontraron 12 cachorros de perro. Uno de ellos, de raza caniche, estaba en estado terminal afectado de una enfermedad, una parvovirus, que afecta sobre todo a los intestinos. El animal debería haber estado en un hospital para animales y no recibía el tratamiento adecuado. Las personas que practicaron la inspección tuvieron que trasladarlo de forma inmediata al centro de acogida de animales Barcelona, donde se le practicó la eutanasia. En las mismas instalaciones se halló un bulldog inglés. Padecía hipotermia, deshidratación y anorexia, entre otras patologías, por lo que fue trasladado también a un hospital veterinario.
La fiscal Raquel Carrillo sostiene en su querella, a la que ha tenido acceso EL PERIÓDICO, que se constató que el local no disponía de registro oficial de ingresos y salidas de la enfermería, ni tampoco de diagnósticos ni de pautas de medicación prescritas individualmente para cada uno de los ejemplares.
Posteriormente, en la zona de venta del comercio se localizaron animales, según detalla la acusación pública, en estado “vulnerable”, algunos con fiebre y sintomatología “evidente” de padecer una enfermedad, y otros con “desnutrición evidente, heridas en la piel, mordiscos y otras lesiones". En estos casos, los perros estaban mezclados con otros en un mismo cubículo.
Sufrimiento sin medicación
A causa de la situación, se intervinieron 135 animales. 125 eran perros (ocho estaban en la enfermería) y seis gatos. Todos quedaron bajo la custodia del Ayuntamiento de Barcelona. La fiscalía relata en la sentencia que la mayoría de estos ejemplares decomisados padecían enfermedades “que les ocasionaban graves padecimientos”, hechos que los acusados “sabían o aceptaban”. Y a pesar de ello, no les administraban la alimentación ni los tratamientos veterinarios precisos para “ahorrarse el coste” de los mismos.
Como consecuencia de la inspección, el Ayuntamiento de Barcelona prohibió a la empresa que regentaba la tienda continuar con su actividad de venta de animales por no ajustarse a lo establecido en la ordenanza municipal. El Consistorio barcelonés presentó una denuncia ante la fiscalía, que, tras investigar el asunto, presentó la querella. De los informes de los Mossos se concluye que el 62% de los animales localizados en la tienda tenían síntomas de estar sufriendo alguna enfermedad, hasta tal punto que de los 84 con “sintomatología evidente”, nueve acabaron muriendo y 75 se recuperaron después de ser sometidos a un tratamiento médico.
De las patologías que presentaban los animales destacan las respiratorias, cuadros digestivos y problemas ortopédicos. La querella incide que no se aislaba a los ejemplares enfermos, con lo que se favorecía el contagio a los demás cachorros sanos que, al final, también acaban con algún trastorno, existiendo también “graves deficiencias higiénicas y de desinfección” en toda la zona de las jaulas. Los inspectores detectaron, además, al menos 35 casos en que los perros tenían una edad menor a la que se reflejaba en su documentación.
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