terapia innovadora

Animales que ayudan al autista a conectar con el mundo

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Nacho Herrero

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Aurora Carbonell llevaba años trabajando con personas con autismo y cuando empezó a entrenar a una de sus perras para introducirla en las terapias se encontró con muchas trabas. "Entonces me salgo, rompo con lo que estaba haciendo y me junto con gente con las mismas aspiraciones", explica. Así nació 'You Can' que ahora tiene en sus granjas más de 30 animales diferentes. Gallinas, cabras, burros y hasta una cerda bonachona les ayudan a conectar con pacientes a los que de otra forma es muy difícil llegar.

"Los animales son facilitadores. Son un canal que permite atraer su atención y que facilita la comunicación con ellos", explica Jorge Pereira. Él y Pablo Camps son las otras dos 'patas' de esta asociación, que se financia con las cuotas de las familias y también con aportaciones de patrocinadores, subvenciones privadas "y todas las vías posibles", subraya Carbonell.

¿Y las administraciones públicas? "Tienen un buen berenjenal. Les están reivindicando subvenciones de por vida, cuando hasta ahora es hasta los seis años y después a base programas concretos. Ahora lo que manifiestan es que primero va el uno y después el dos. Saben de nuestra existencia y algunos intentan ayudarnos, avisándonos de convocatorias de subvenciones y cosas así", afirma.

Formado como biólogo en Estados Unidos, Pereira confiesa que el primer contacto con niños con estos trastornos le "puso del revés, fue un amor a primera vista". Admite que hay muchos días "muy duros" pero afirma que "cuando uno ve que capta su atención o que le devuelven una sonrisa, eso desmonta a cualquiera, le atraviesa". Y los animales aceleran ese proceso.

"Son una fuente de estimulación viva, con capacidad de actuar de forma espontánea, cosa que un ordenador o una pelota no. Los animales van de forma respetuosa, sin invadir y se les entrena para que sean insistentes así que la interacción surge. Además transmiten calma y seguridad y eso da autonomía y rebaja la ansiedad de forma funcional", enumera Carbonell. Pero aún hay más. "Cuando se han vinculado no quieren faltar a la terapia", asegura. Cuenta que objetivos que en terapias sin animales pueden costar cerca de un año de conseguir, con ellos se reduce a la mitad.

Una granja propia

Después de seis años trabajando para otros centros y colegios, y formando también a otros profesionales, empezaron a "masticar la idea de tener un centro propio". De ahí, y de las facilidades de unos caseros entusiasmados con la idea, surge esta casa ubicada en una tranquila urbanización a unos 30 kilómetros de València. Con granja, claro. Gallinas, patos, pájaros tiene su espacio propio y después uno para compartir con sus compañeros de terapia. Los perros van y vienen.

El centro tiene actualmente unos 25 usuarios de entre tres y veintimuchos años y en él trabajan ocho profesionales.  No les faltan planes, quieren abordar el entrenamiento del ocio como otro gran pilar vital y piensan ya en que algunos de sus pacientes puedan quedarse a dormir allí alguna noche.