En Sevilla

'La Manada': Ángel Boza pide perdón por la "gilipollez" del robo de unas gafas de sol

Así robó Ángel Boza, de 'La Manada', las gafas de sol de una óptica

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Julia Camacho

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Con las manos engrilletadas y gesto tranquilo, Ángel Boza, uno de los miembros de La Manada condenado por abuso sexual en Pamplona, trató de rebatir este lunes ante el tribunal que tuviera intención alguna de atropellar a unos vigilantes de seguridad el pasado verano en su huida de un centro comercial tras robar unas gafas de sol. Y aunque reconoció el hurto, se mostró “arrepentido” y pidió perdón a “la sociedad y a su familia, que lo está pasando muy mal”, por lo que consideró una “gilipollez”. Mas aún, dijo, con los antecedentes con los que contaba. Su abogado, sin embargo, cree que el caso de un simple hurto cobró mayor dimensión por ser un miembro de La Manada y consideró “sorprendente” la pena de cuatro años de cárcel que pide la Fiscalía.

Boza y el resto de integrantes de La Manada quedaron en libertad preventiva tras pagar una fianza de 6.000 euros a finales de junio, y a la espera de que se resolvieran los recursos contra la sentencia de la Audiencia de Pamplona sobre los nueve años de cárcel por el abuso sexual cometido sobre una joven durante los sanfermines de 2016. Sin embargo, el 1 de agosto el joven entró en un centro comercial del centro de Sevilla y sustrajo unas gafas, arrollando en su huida supuestamente a unos guardias de seguridad que le dieron el alto.

En el juicio, uno de los pocos que se respetó en la huelga de la judicatura debido a que se trataba de una causa con preso y por tanto tenía carácter preferente, Boza negó este extremo, asegurando que no vio a nadie en el medio de la vía cuando salió del aparcamiento. “Había alguien, pero no en el centro”, se limitó a decir, reconociendo que “yo sabía que había sustraído unas gafas y lo que quería era irme del lugar y que no me pillasen, así que seguí a mi miedo y me fui”. Llevaba la música alta, según contó luego a los agentes que le detuvieron para justificar por qué no escuchó a nadie intentar pararle. Pero, en ningún caso, aseguró, tuvo “intención de atropellar a nadie ni nada por el estilo”, porque de haber visto a alguien en la vía, “se hubiera parado”.

Tratar de pararle

Los guardias de seguridad que declararon como testigos relataron una historia diferente, sin embargo. Explicaron que se desplazaron hasta el aparcamiento para interceptar a Boza tras ser alertados de la sustracción y conocer la descripción del supuesto ladrón. Uno de ellos lo ponerse a la altura de la ventanilla del coche del joven, y fue cuando éste invadió la rampa del otro carril para salir del parking. A la salida, otro agente trató de frenarle, pero tuvo que apartarse porque Boza no dio muestras de frenar, resultando alcanzado en el abdomen con uno de los retrovisores.

Pese a estos testimonios, el abogado de la defensa centró su intervención en marcar las contradicciones de los testigos para evidenciar la supuesta “imparcialidad” del caso, condicionado en todo momento, dijo, por ser Boza un miembro de La manada. Así, subrayó que, pese a estar conectados con los walkie-talkies, cada uno ofreció una versión acerca de los motivos por los que comenzaron a seguir a Boza dentro del centro comercial. “Uno dijo que fue porque tenía aspecto sospechoso, y otro porque le recordó a alguien que detuvo hace siete años”, expuso el abogado defensor, criticando que el “exceso de celo” por un simple robo de gafas se debió a que su cliente fue reconocido.

"Exceso de celo"

En este sentido, el letrado rechazó la acusación de que mezcla ambos temas (el robo y el caso de Pamplona) para crear una cortina de humo y difuminar lo ocurrido. “¿Es una cortina de humo pensar que un juicio por la sustracción de unas gafas haya tenido más de diez cámaras en la sala?”, se preguntó, lamentando que se debe a que “este señor es miembro de La Manada, y eso genera una expectativa en los miembros de la empresa de seguridad que, en un exceso de celo muy peculiar, hicieron una intervención más propia de 'Los hombres de Harrelson'”, asegurando incluso que su posible detención podría ser considerada “una hazaña” en un verano tranquilo.

Por eso, se mostró sorprendido porque la pena de la Fiscalía, que mantiene la petición de cuatro años de cárcel por un delito de robo con violencia y un delito leve de lesiones, sea incluso superior a la de la acusación particular, que reclama dos años y medio de cárcel. E insistió en que, pese a lo sostenido por la fiscalía, no queda probado el intento de atropello, por lo que pide que la calificación sea rebajada a un delito de hurto y se le condene solo a una multa. El ministerio público reclama además el pago de una multa de 300 euros por un delito leve de lesiones y una indemnización de 232 euros a un vigilante que resultó lesionado.