EL DÍA A DÍA EN UNA FINCA

La autogestión de pequeñas comunidades de vecinos se erige en una buena fórmula de ahorro y agilidad

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rjulve45317848 santa perpetua de la mogoda 03 10 2018 sociedad reportaje 181012182346 / Elisenda Pons

Carme Escales

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Agobio, despreocupación, desidia, pereza y mucha desconfianza entre vecinos y administrador y entre los propios vecinos es la tónica en cualquier escalera. Pagar y no entretenerse en revisar qué se paga acostumbra a ser común. Así lo venían haciendo en la mancomunidad donde habita desde finales del 2001 Isabel Román, en Santa Perpétua de Mogoda. «Habíamos tenido dos administradores de Barcelona y la distancia dificultaba una relación fluida con ellos», confiesa. Ahora han optado por la autogestión y eso ha permitido mejorar las finanzas.

«En nuestra escalera –una de las 16 del conjunto comunitario– nos lo llevamos todo los propios vecinos, sin administrador. Somos 12 y hacer la liquidación anual de luz, agua, limpieza, mantenimiento y teléfono del ascensor supone poco trabajo», explica Román. Los cargos de presidente y secretario cambian, pero el tesorero es fijo porque así guarda el historial de la información. «Por suerte, no tenemos ningún moroso», precisa, y es para estar contentos, porque la morosidad es el pan nuestro de cada día en una inmensidad de fincas de Catalunya y el resto de España.

Perfiles multidisciplinares

«Nosotros tenemos perfiles multidisciplinares. Yo preparo los resúmenes del año en un excell, otro cambiará la cerradura de la puerta cuando se estropee y otro las bombillas. La escalera es una extensión de nuestra casa, es responsabilidad nuestra», agrega esta vecina.

En su escalera, pues, van viento en popa. Controlan gastos, se informan de posibles mejoras económicas, como la rebaja de comisiones del banco o el cambio de bombillas tradicionales a leds. Pero un día, una de las vecinas se tomó el tiempo para revisar los gastos de la mancomunidad, que sí gestiona un administrador y que incluye gastos de puertas de entrada al recinto con sus zonas de acceso, jardín y párking comunitario que afectan al total de 186 viviendas. «Empezamos a indagar y vimos cifras que nos parecieron desorbitadas, como la luz que mantenía la potencia contratada durante la construcción, muy superior a la que precisamos, o contadores incorrectamente asignados a la comunidad. Solo eso ya rebajó la factura anual de 24.000 a 7.500 euros», detalla la propietaria.

«Mantenimiento y limpieza del jardín lo hacían dos empresas diferentes, con lo que pagábamos dos desplazamientos, así que contratamos a una que lo pudiera hacer todo ahorrando costes de viaje», dice Isabel Román. «Al final, también es un tema de sostenibilidad. Como la fruta y la verdura, yo recomiendo que el administrador y todos los proveedores posibles sean también de proximidad», afirma la vecina de Santa Perpétua. «Y si diversas comunidades de un mismo barrio pueden compartir proveedores, se ahorra tiempo y energía en movilidad».

En cuanto a la figura del administrador, Román afirma que «los vecinos son los ojos del administrador, pero es él quien debe agilizar los procesos. Lo ideal sería contar con una 'app' o web donde comunicar incidencias y hacer el seguimiento de cómo se resuelven y del cumplimiento del presupuesto. Hay administradores que llevan la contabilidad todavía como los que llevaban manguitos y visera, hoy todos los servicios se pueden agilizar y economizar de manera online”, dice.

'Los vecinos somos los ojos del administrador pero es él quien debe agilizar los procesos"

Una vez confirmado el desfase de las finanzas comunitarias, crearon una comisión de vecinos que mediante un grupo de Whatsapp se mantiene informado sobre temas de la mancomunidad, “y contratamos a un administrador de Santa Perpétua”, añade Román. Pedir al menos tres presupuestos de cada actuación o servicio que se requiera es una de sus prácticas habituales, “y hacemos red con otras comunidades de vecinos para compartir experiencias de éxito. Cuanto mayor es una escalera y menor el entente entre vecinos, más se diluyen las responsabilidades y más se fortalece la figura del administrador”, afirma.

Expertos en el ahorro

Una de las críticas más frecuentes a los administradores de fincas es que se limiten a resolver incidencias cuando los vecinos alertan de un problema. Hacerse con los servicios de un administrador proactivo capaz de buscar fórmulas de ahorro en los servicios de la comunidad (mejor aseguradora, rebaja de la potencia de luz y caudal de agua contratado o subvenciones para rehabilitaciones más llevaderas económicamente para todos los vecinos) es más difícil que encontrar una aguja en un pajar. Sin embargo, muchos pagarían más a gusto y verían con mejores ojos a los administradores que sí lo hicieran.

Pero contar con un administrador colegiado sí asegura otras garantías. La formación continuada que les ofrece su colegio profesional, sobre actualizaciones legales es siempre un punto a favor. Una de las más recientes, la reforma del código civil catalán del 2015, establece que cuando un piso queda embargado por una entidad bancaria, es esta quien debe hacerse cargo de las cuotas de gastos de comunidad del año en curso y de los cuatro años anteriores. Estar al día de ello y de la tecnología que facilita la comunicación con los vecinos, incluso con reuniones por videoconferencia son otras ventajas. Además, ante cualquier mala práctica de un administrador, el Col·legi d’Administradors de Finques dispone de un comité de ética profesional que tramita quejas oficiales y aplica sanciones a sus colegiados.

Ahorro y sostenibilidad suelen correr a cargo del boca-oreja de conocidos en otras comunidades que ya hayan aplicado mejoras o descubierto a profesionales como Jordi Giral. Licenciado en Químicas, se especializó en energías renovables en un máster de la UB-UPC de ingeniería en energía. Ya en su trabajo de investigación de Bachillerato el medioambiente lo guiaba, lo centró en parques eólicos. La sostenibilidad, el reciclaje y el equilibrio entre el bien común de las personas y el del planeta ya se iban con él de campamentos. “Con 16 años era monitor de colonias y el mensaje a los chicos y chicas siempre era ‘que la montaña no recuerde que hemos pasado por allí’”, rememora.

Hoy la labor de aquel monitor se ha trasladado a las empresas, a las viviendas de particulares y a las comunidades de vecinos. Con su asesoramiento para no gastar, ni pagar, más electricidad de la que necesitamos sigue procurando el bien común y del planeta. “La liberalización de las comercializadoras eléctricas en cierto modo sí ha roto el monopolio tradicional, pero la generación, el transporte y distribución de ella sigue estando en muy pocas manos y condicionada por los impuestos estatales”, explica Giral. Aún así, de una compañía a otra, asegura que “por el mismo servicio puede haber una diferencia de precio del 20 al 30%”. Él fundó Energia Millor para ayudar a conseguir el mejor precio para necesidades concretas. Su mayor logro ha sido poder demostrar a sus primeros clientes que el ahorro es real y que sus honorarios los percibe solo cuando llega el primer recibo eléctrico con el cómputo mejorado. “La gente, o bien desconoce lo que se puede hacer, o desconfía –y lo entiendo, todos sabemos que nadie vende duros a cuatro pesetas-, pero la gran mayoría prefiere seguir como hasta ahora para no tener que buscar presupuestos, exponerlo y votar en las reuniones, prefiere continuar como el ‘qui dia passa, any empeny’”, expone Giral. Ajustar la potencia contratada a las necesidades de la comunidad, instalación de leds y sensores de encendido y apagado solo en presencia de alguien supone “habitualmente una rebaja del 20 al 30% de la factura, y en algunos casos puede alcanzar el 50%”, afirma el especialista.