Solo el 18% de los presos que terminan la condena fuera de la cárcel vuelven a delinquir

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Carla Riverola

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Cuanto más en contacto están con el exterior, más efectiva es la reinserción de los presos en la sociedad. El riesgo de volver a delinquir disminuye en el caso de los internos que terminan su condena fuera de la cárcel, en semilibertad. Según datos de la Generalitat, la tasa de reincidencia de los internos en tercer grado es solo del 18,1%, frente al 34,3% de los presos que han cumplido toda la condena sin salir de la cárcel. Es decir, solo dos de cada 10 presos en semilibertad reinciden.

Con estos datos sobre la mesa, la Conselleria de Justícia ya hace años que apuesta por que los internos recuperen progresivamente el contacto con la sociedad, a través de las técnicamente llamadas unidades dependientes, es decir, viviendas tuteladas. La idea de estas residencias es que los presos con mejor evolución terminen su condena en libertad. Esto les permite recuperar poco a poco su autonomía y poder rehacer su vida profesional y social, pero siempre con el acompañamiento de los servicios penitenciarios y “en un entorno tan parecido como sea posible a la vida en libertad total”, apuntan desde la 'conselleria'.

Ahora, Justícia ha abierto cuatro nuevas residencias -que se suman a las 10 ya existentes y repartidas por Catalunya- en las comarcas del Barcelonès, el Baix Llobregat, el Baix Penedès y el Alt Empordà. “Es un modelo de éxito que permite a las personas tomar decisiones de forma individual pero siempre acompañadas para ayudarles a reiniciar la vida en libertad”, ha dicho este viernes la 'consellera' de Justícia, Ester Capella, tras visitar las viviendas de Figueres (Alt Empordà). El departamento seguirá apostando por “sistemas de semilibertad”, que garanticen “índices de reincidencia tan bajos como los que tenemos en Catalunya y tan alejados de países de nuestro entorno como Francia, donde ronda el 60%”, ha añadido Capella. 

Pisos normales

Aunque las residencias son de algún modo extensiones de las prisiones, porque se sigue cumpliendo condena, nada tienen que ver con los centros penitenciarios. Las viviendas están situadas en pisos normales, sin ninguna distinción externa y sin funcionarios. “Esto normaliza la situación y vincula al preso con la comunidad, lo que garantiza una mejor reinserción”, explica a este periódico Sergi Fortià, responsable de la unidad de Figueres, que gestiona Suara Cooperativa. De estos pisos se encargan las entidades del tercer sector, con personal que pasa allí la noche y que da apoyo a los internos para hacerles más fácil su vuelta a la sociedad. Los reclusos sólo deben ir a dormir ocho horas al día, excepto el fin de semana, que lo pueden pasar con su familia. “En las unidades dependientes, los presos van a pasar los permisos a su casa y, entre semana, están aquí”, detalla Fortià.

El primer contacto de los presos con la sociedad se da en la propia convivencia. En el caso de la vivienda de Figueres, se trata de un solo piso de 12 plazas, tanto para hombres como para mujeres, repartidas en tres habitaciones con dos literas. “Se despierta un tema de convivencia: ellos mismos se deben autogestionar, con la comida, la limpieza o las lavadoras”, relata el responsable de esta residencia. Sin embargo, reconoce que, más allá de las rencillas que se pueden dar en cualquier piso compartido, los internos lo ven “como una oportunidad, porque pueden abandonar la cárcel”.

Pero, ¿qué perfil de presos puede acceder a este recurso? “Deben tener trabajo o muchas posibilidades de tenerlo, sin toxicomanías y sin problemas de salud mental”, enumera Fortià. Los reclusos que dependen de estas residencias -matiza- pueden tener dos niveles de vinculación: hay algunos que van a dormir y otros que solo acuden para el seguimiento que les hacen los profesionales durante el tránsito de la cárcel a la comunidad.

Con las nuevas residencias, la red de pisos de los servicios penitenciarios ya tiene una capacidad de 200 plazas para dormir y 100 para seguimiento, lo que supone que dos de cada diez presos en tercer grado están vinculados a estas residencias.

“Hace años que sabemos que cuanto más medio abierto hay, más reinserción hay. Si no se cumple toda la pena en la cárcel, y parte de ella se pasa en el exterior, el proceso es más exitoso, porque se trabaja en la comunidad y para la comunidad”, explica Fortià. También comparte esta visión la Generalitat, que apuesta por “un aumento de los internos” en tercer grado. Esta modalidad de reclusos ha pasado del 21,3% en 2015 al 25% de este año y actualmente hay 1.640 personas en semilibertad en Catalunya. “Vamos hacia este camino: el tercer grado es una garantía de mejor reinserción y, por lo tanto, de mejor seguridad ciudadana”, concluye Fortià.