PROCESO POR UN ENGAÑO

Los padres de Nadia chocan entre ellos por la estrategia cara al juicio

Nadia Nerea, con sus padres Fernando Blanco y Marga Garau.

Nadia Nerea, con sus padres Fernando Blanco y Marga Garau. / periodico

J. G. Albalat

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Alumnos y profesores de un instituto, asociaciones de vecinos, un grupo de teatro, una cadena de hoteles, famosos, parroquias y decenas de ciudadanos anónimos se creyeron las palabras de Fernando Blanco de que la vida de su hija, Nadia Nerea, corría peligro por la enfermedad rara que padecía, la tricotridiostrofia. Esa gravedad no era tal, y tampoco existían los costosos tratamientos que aparentemente necesitaba la pequeña. Con esa argucia, potenciada por sus apariciones en medios de comunicación y platós de televisión, este hombre logró recaudar miles de euros y consiguió hacer de las donaciones "su modo de vida".

Este martes, él y su mujer, Margarita Garau, se sientan en el banquillo de los acusados en la Audiencia de Lleida por un presunto delito continuado de estafa tras haberse apoderado de 1,1 millones de euros. Fuentes jurídicas han asegurado a EL PERIÓDICO que el abogado de la madre ha negociado un acuerdo para reducir la petición de pena de seis años de prisión y multa que la fiscalía reclama para los dos progenitores y así evitar el juicio. Sin embargo, según las mismas fuentes, Fernando Blanco, que está en prisión, lo ha rechazado.

Visitas a la hija

Nadia vive en la actualidad con una tía materna en Binissalem (Islas Baleares), municipio al que se trasladó desde Figols, el pueblo de Lleida en el que vivía en diciembre del 2016, cuando el juzgado dictó prisión provisional para su padre y libertad con cargos para su madre. La mujer perdió la custodia y solo puede ver a la niña los sábados y los domingos, sin poder pernoctar con ella. Se traslada a Binissalem desde una localidad cercana, donde reside. "La visita durante unas horas y se va", han explicado fuentes del entorno familiar de la pequeña.

El fiscal sostiene que los padres de Nadia crearon una asociación con el nombre de su hija con el "ánimo de obtener un lucro patrimonial ilícito" a partir de la situación de la menor. Esta entidad, según la acusación, no fue más que "una excusa para recaudar fondos con la intención de destinar el dinero a su propio consumo y ocio".

Para conseguir su propósito, entre el 2010 y el 2016 el matrimonio concedió numerosas entrevistas en medios de comunicación, "haciendo participar a su hija en actos benéficos con público en directo". También usaron como "ardides [a sabiendas de su falsedad] diversos argumentos, como la necesidad de sufragar tratamientos médicos para su hija o intervenciones quirúrgicas en Estados Unidos ante el riesgo inminente de su muerte". El padre de la menor mantuvo que su hija había recibido no solo tratamiento en ese país sino en otros como Guatemala, Rusia, Finlandia y Francia. Incluso, que él y su hija habían estado un mes en  Afganistán, "bajo las bombas", para localizar la supuesta cueva donde se escondía uno de los mayores expertos del planeta.

Investigación inexistente

En ocasiones, los padres de Nerea argumentaban que las donaciones iban a ser destinadas a investigar la enfermedad de su hija o para cubrir los gatos de viaje por Europa, América o Asia. El fiscal precisa que el padre de la pequeña, "para mover el ánimo de los donantes" e incrementar la captación de fondos, manifestó que él mismo padecía un cáncer de páncreas, pero que posponía su tratamiento hasta que su hija no fuera operada. Esa dolencia era una mentira más en su currículum.

Los Mossos señalan en un informe que Blanco se inventó su cáncer "para sensibilizar aun más a los oyentes y espectadores para conseguir donaciones y lucrarse él y su esposa". Poco antes de ser detenido, el acusado habló con su mujer por teléfono. Ella le pregunta por qué, para defenderse, no presenta un informe médico que demuestre que sí tenía cáncer. El padre de Nadia responde: "El cáncer sirve para dar pena y sacar más dinero. Esto solo funciona dando pena".

Gastos particulares

El dinero recaudado fue usado por el matrimonio, al entender de la fiscalía, para pagar el alquiler de la vivienda y de varios locales, así como la adquisición de vehículos, pagos de hoteles y compras diversas, a la vez que hacían "frecuentes e importantes" reintegros. Los investigadores han podido identificar a 5.574 donantes que efectuaron aportaciones por transferencia bancaria, pero no han podido averiguar quiénes son las 1.006 personas que dieron dinero en efectivo ni "los centenares" que participaron en colectas con huchas o subastas. Las sumas entregadas iban desde menos de un euro hasta 13.000.

Cuando fueron detenidos, en noviembre del 2016, en las cuentas quedaban 300.000 euros. En su  domicilio y en los locales que tenían alquilados en Organyà, los Mossos encontraron 2.180 euros en metálico; parte de ese dinero estaba en huchas llenas de polvo. La acusación relata que también se localizó una colección de relojes valorada en 60.000 euros, teléfonos móviles, ordenadores y equipos informáticos que se encontraban apilados junto con objetos de diversa índole que evidenciaban "un consumo de artículos de lujo innecesarios y en clara contradicción con la situación de necesidad económica en la que los acusados decían estar".