Memoria HIstórica

La Comunidad Valenciana se suma a colocar adoquines en recuerdo de víctimas de los campos nazis

Tres "piedras en el camino" se inauguran este martes en Requena para homenajear a tres jóvenes republicanos asesinados en Gusen y Mauthausen

ADOQUINES DE LOS DEPORTADOS DE REQUENA

ADOQUINES DE LOS DEPORTADOS DE REQUENA / D.G. Valencia

Juan José Fernández

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La forma más probable de que los vecinos de Requena (Valencia) Eugenio Ortiz García, Francisco Martínez Aser y Bonifacio Domínguez García encontraran la muerte es el ahogamiento en los cuatro dedos de agua sucia del suelo de las duchas de Gusen-Mauthausen.

Esa era, según los supervivientes, una manera usual de acabar en aquel complejo de campos de concentración nazis. Cuando al cautivo, tras meses de subalimentación y trabajo extenuante en la cantera, apenas le quedaba fuerza y se derrumbaba en el charco, un guardián le ponía la bota en la cabeza para hundirle la cabeza. A otros muchos los mataron tras largas inmersiones en el agua fría de esa misma ducha.

Ese horrible final es recordado este martes en Requena, porque el Ayuntamiento, familiares y activistas de la Memoria Histórica inauguran tres pequeños adoquines dorados en el suelo del Parque de la Glorieta. Por allí pasan muchos jóvenes; por eso se ha elegido el emplazamiento.

Stolpersteine

La Comunidad Valenciana se convierte así en la primera después de Catalunya en secundar la iniciativa europea de las "stolpersteine", o "piedras en el camino". Al veterano activista socialista de la Memoria Histórica Matías Alonso, que estará en el homenaje, le gusta más una traducción aproximada: "Piedras de la memoria".

Se trata de pequeños adoquines cuadrados, por dentro de cemento compacto y por fuera, en su lado visible, de latón o bronce. Los creó el escultor alemán Gunter Demnig con la idea de que sean colocados a las puertas de las casas o lugares de nacimiento de quienes fueron deportados a los campos de la muerte. Ya son más de 50.000 por toda Europa, un camino de baldosas amarillas que no tiene nada de maravilloso.

Hay en otros puntos de España placas recordando a los deportados a los campos de concentración. Madrid, por ejemplo, prepara una con 144 nombres. Pero fue Catalunya la primera comunidad en instalarlas, en el invierno de 2017, en Manresa, Navàs y Palà de Torroella.

Fuera de Catalunya, el de Requena es el primer consistorio que aprobó en pleno colocar las piedras. La vecina Ontinyent ha puesto otras en julio, pero su ayuntamiento lo aprobó después. El pleno de Requena debatió en abril pasado una propuesta de Izquierda Unida que consiguió los votos también del PSOE, Podemos, Ciudadanos y una formación independiente. El PP se abstuvo.

José Chirivella, alcalde en funciones de Requena, dice que para él es "un honor poner en valor la memoria de estas tres personas, que tiene que ver con los grandes conflictos que enfrentaron a los demócratas con los totalitarios".

A Chirivella ese pulso le toca de cerca. A su bisabuelo lo fusilaron los franquistas en el paredón de Paterna en 1939, al acabar la guerra civil. José García Tomás había sido alcalde por Izquierda Republicana, el partido de Azaña. No fue a parar a la fosa común porque su esposa recogió el cuerpo en cuanto lo mataron. "¡Un 23 de diciembre! –lamenta el hoy joven concejal– Consiguieron que su familia no tuviera nunca más unas navidades felices".

Batallón de trabajo

No se sabe demasiado de los tres de Requena. Eugenio, Bonifacio y Francisco fueron labradores intrahistóricosde 32, 30 y 22 años, sin más protagonismo que el gregario, silencioso y modesto de tantos otros: formaron parte del contingente de 7.200 republicanos recluidos en Gusen-Matahusen. 5.000 murieron allí.

En la fase final de la guerra civil, a los tres los reclutó el GERO, Grupo de Ejércitos de la Región Oriental, nacido a raíz de la batalla del Ebro. Y con el GERO pasaron derrotados la frontera hacia los campos de concentración franceses.

De la gélida arena del de Argelès sur Mer salieron los tres reclutados en compañías de trabajo militarizadas, apunta el valenciano Adrián Blas Mínguez, experto historiador de Amical Mauthausen. Aquellas compañías reclutaban a los obreros españoles para cavar trincheras, reparar fosos antitanque y demás trabajos del ejército francés ante el empuje nazi.

Pero, cuando los alemanes les capturan entre el resto de militares franceses, el mariscal Petain declara que esa brigada no era parte de la Armée, quitándoles a sus miembros la posibilidad de ser tratados como prisioneros de guerra. El gobierno de Franco no los reconoce como ciudadanos españoles, por lo que los republicanos capturados se convierten en apátridas.

Un triangulo azul en la pechera les distinguía en los campos. Eugenio pasó por el Stalag 11B y Francisco por el Stalag 11A, en Hannover. Bonifacio estuvo en otro campo, en lo que hoy es Kaliningrado. Los tres llegaron a Mauthausen en enero de 1941, abril de ese año y enero del 42 respectivamente. Y los tres aguantaron la media de lo que duraba un republicano español en la cantera y su escalera mortal, por la que aquellos esclavos subían tremendas cargas de piedra: ocho meses Eugenio y Francisco en Gusen; seis Bonifacio en Mauthausen. Merece la pena poner aquí, negro sobre blanco, las fechas respectivas de sus óbitos: 4/09/1941; 13/01/1942; 3/7/1942.

Cree el historiador Mínguez que murieron ahogados, o quizá de las dos otras dos formas que expiraba un cautivo agotado: si se derrumbaba en el exterior, una bala en la nuca. Si en un barracón, una inyección de bencina.

Más baldosas por España

Pronto, apuntan en Requena, habrá otros adoquines en la Comunidad Valenciana, y aun en el País Vasco, Andalucía y Madrid, donde ya se han interesado por la idea activistas de la Memoria. Pero antes, en la Comunidad Valenciana. Se ha implicado el delegado del Gobierno, Juan Carlos Fulgencio, que entiende que la Memoria Histórica es mandato del Gobierno de España. Y la Consellería de Justicia de la Generalitat Valenciana valora impulsar el proyecto. El presidente valenciano, Ximo Puig, tiene lazos con Mauthausen: a un hermano de su abuelo lo mataron allí.

No se sabe si los tres de Requena llegaron a verse y reconocerse en su calvario. Sí se sabe, porque hay rastro burocrático nazi, a quiénes señalaron para que les avisaran si les pasaba algo. Eugenio, "a su madre, en casas de Eufem", dice su ficha de cautivo. Se refiere a la pedanía requenense de Casas de Eufemia. Francisco señaló a su padre, Francisco Martínez, que vivía en la calle Dos de Mayo de Utiel, entonces parte de Requena. "Y Bonifacio dijo que a su padre, Ángel Domínguez, en el 46 de la calle Libertad -apunta Mínguez-. Pero entonces ninguna calle de España tenía ya ese nombre".

Inscribir a los tres en el suelo de un parque "es una forma de recordarles humilde, como ellos murieron, pero firme, como introducen estas plaquitas su recuerdo en la cotidianeidad”, resume Matías Alonso, que coordina el Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valencia.

"A ver si otros ayuntamientos se animan", lanza Alonso. Lo dice porque el año que viene se cumplen 80 años del final de la guerra civil, "y del inicio de esta otra gran tragedia de los campos de exterminio".