El conflicto del taxi

Arranque del taxi a medio gas

Taxistas, usuarios y hoteles hacen balance de los días de huelga

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zentauroepp44517617 taxi180802193311 / Jordi Cotrina

Imma Fernández

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Con el regreso al paisaje habitual barcelonés, teñido el asfalto de negro y amarillo, taxistas, usuarios y hoteles hacen balance a los ocho días de protesta. Carlos, cliente esporádico, echa más fuego a la canícula: “Ahora tendríamos que ser nosotros, los clientes, los que hagamos huelga una semana. Para que vean. Como si no tuviéramos bastante con los líos en el aeropuerto con las compañías aéreas… Cada vez somos más tercermundistas”. Su amiga Marta le secunda: “Al menos que hubieran dejado unos servicios mínimos para casos de necesidad. Han fastidiado a muchos, y se ha dado una mala imagen de Barcelona”.

En la otra cara de la moneda habla Raúl, ecuatoriano que lleva 18 años en la ciudad, ganándose las lentejas con el taxímetro. “Entiendo que el cierre de la Gran Via ha sido una medida un poco excesiva pero era la única manera de que nos escucharan. Ya habíamos hecho algún día de paro y no funcionó, no nos hacían caso”. Es optimista respecto a la solución del conflicto, que pasa, dice, simplemente por cumplir la ley. "Pinta bien. El control y las limitaciones de licencias son necesarios por ambas partes para que todos podamos tener un trabajo digno”. Opina que la asistencia de los VTC (vehículos de alquiler con conductor) se ha salido de madre. “Se concibió como un servicio especial, más exclusivo, para hoteles, empresarios… Con una base desde la que salían para realizar un determinado trayecto. Pero algunos van circulando por las calles y recogen a clientes”. Competencia desleal.

Clientes enojados

Raúl entiende que algunos ciudadanos estén muy enojados por el parón. “Esta mañana he notado recelo, no hay mucha faena. Parece que nos rechacen, están resentidos. Pero la necesidad está ahí y en unos días volverá la calma”.

El malestar será pasajero, conviene José, propietario de un taxi junto con su mujer. Viene cada día de Cerdanyola, donde vive, a quemar ruedas en la capital. “Trabajo 12 horas como mínimo, a veces hasta 14. Si las calles empiezan a llenarse de VTC habrá que dedicarse a otra cosa. La licencia nos cuesta 150.000 euros. Ellos lo tienen más fácil”. Eso sí, solidario, apuesta por un equilibrio que no perjudique a ninguna de las partes. “Queremos una solución para todos. No hay que ser tan egoístas”.

Nervios y enfados

Nervios y enfadosPara el personal de los hoteles la semana sin taxis ha comportado situaciones incómodas. Desde la recepción de un establecimiento de lujo, respiran “tranquilos” y lamentan la falta de sensibilidad con los más vulnerables. “Hemos tenido clientes en silla de ruedas y mayores, cargando con las maletas, que tuvieron que venir con metro o autobús de noche. Cuando veo cómo en Madrid hubo servicios gratuitos para estas personas, me da vergüenza. ¡Aquí les hemos tratado fatal!”. ‘Transfers’ privados e información sobre el transporte público han sido las soluciones para capear el temporal. “Muchos clientes estaban nerviosos y enfadados”, admite.

“Los americanos se han buscado la vida con las aplicaciones de Uber y Cabify. Pero nosotros no se lo recomendamos, no queremos problemas“, afirman desde otro hotel. “No ha sido fácil, aunque algunos huéspedes europeos ya están acostumbrados a estos follones porque también han sucedido en sus países”.

El paquistaní Yaved, contratado al volante, es de los que ven la botella medio vacía. “La huelga ha perjudicado a los clientes y a nosotros, no ha servido de nada. Hoy he trabajado la mitad de un día normal y la jefa está muy enfadada”. A su entender, el conflicto debe zanjarse en los juzgados no en la calle.

Su colega marroquí Yasir, partidario de la apuesta beligerante, llama a la movilización en todos los ámbitos: “Todos los sectores indignados deberían salir a la calle a luchar por sus derechos. Por su supervivencia. Nosotros tenemos que seguir luchando”. Insiste en que los ingresos de los VTC irán a monopolios de multinacionales, y el exceso de conductores hundirá a las familias que subsisten con el taxi.

Para Yaved y Yasir, los ocho días en el campamento de una Gran Via sitiada; con familias y conductores bajo improvisados toldos o en los vehículos en punto muerto, han sido de vino y fiesta. “¡Nos lo hemos pasado bomba! La convivencia con el sector ha sido muy positiva, nos ha unido mucho. Hemos compartido paellas, charlas, cervezas, juegos de cartas y dominó; hemos ido juntos a la playa… Hemos disfrutado mucho. Para la mitad de los taxistas ha sido como unas vacaciones”, apostilla Yasir.

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