REGENERACIÓN EN LA CATALUNYA CENTRAL

El Solsonès recupera los bosques 20 años después del gran incendio de 1998

Imma Fernández

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Han pasado 20 años pero las llamas del infierno siguen presentes en la memoria de quienes lo vivieron. Del 18 al 21 de julio de 1998, el fuego devoró más de 27.000 hectáreas de la zona central de Catalunya. Calcinó cerca de 18.000 hectáreas de bosques y matorral y más de 9.000 de cultivos, y hubo 130 casas afectadas. La comarca del Solsonès (también afectó a parte del Bages y la Segarra) se llevó la peor parte, con cerca del 70% de su superficie arrasada -de la cual más del 60% era forestal-. Dos décadas después, volvemos al escenario del 'crimen' para comprobar, de la mano del Centre de Ciència i Tecnologia Forestal de Catalunya, la "buena recuperación" del bosque. "El paisaje ha cambiado pero no podemos decir si es peor o mejor", esgrimen Eduard Plana, responsable de la Política Forestal del CTFC, y el investigador Lluís Coll. La principal diferencia ha sido la sustitución de los pinares -dominantes antes de la quema-, por robledales (y algunas encinas jóvenes), que ocupan hoy el 70% de la superficie afectada debido a su capacidad de rebrote.  

Batalla entre pinos y robles

Aun así, informan los expertos, hay esperanza para el regreso del pino gracias a las llamadas islas verdes, con árboles adultos de esta especie que resistieron al fuego y están actuando como fuente de semillas. La batalla entre robles y pinos marcará el paisaje futuro.

El bello entorno del Santuari del Miracle, carbonizado en 1998, ha hecho honor a su nombre. Milagrosa, o al menos sorprendente, ha sido su recuperación, en palabras de Coll, especializado en dinámica del paisaje. "Según una investigación sobre 4.000 hectáreas, apenas un 9% no se ha regenerado. Y parecía que el pino iba a desaparecer, pero gracias a las islas verdes ha vuelto y ocupa el 11%. El 20% son matorrales y el resto, robles". Solo en las zonas cercanas a la sierra de Castelltallat, donde el fuego actuó de manera más virulenta, dominan los matorrales.

"Hay propietarios de tierras a los que no les gustan los robles por el color amarronado que lucen en otoño; prefieren el verde", cuenta Plana, que recuerda que este es un territorio muy ligado a la familia. Es la Catalunya vieja, donde de ‘hereu’ en ‘hereu’ se ha seguido  practicando la explotación familiar tradicional: agricultura, ganadería y aprovechamiento forestal de madera. "Los bosques aquí están muy unidos a la gente", subraya, y han vuelto para colorear de verde ese precioso dibujo de mosaicos –áreas de cultivo- típico de la comarca que se ha mantenido.

Quemas controladas

Plana es partidario de las quemas controladas para disminuir la densidad de los bosques y devolverles el equilibrio que se mantenía con el pastoreo, con una mayor presencia de actividades ganaderas que reducían la carga de combustible acumulado. Una vegetación menos densa minimiza los riesgos, así como una buena planificación de los usos del territorio, con políticas agrícolas sostenibles. Estos años se ha apoyado la explotación porcina, la venta de madera quemada y se han ampliado mil hectáreas para cultivos.   

El devastador incendio de 1998 supuso un punto de inflexión en el abordaje de estos siniestros. "Antes apagábamos los incendios, ahora los gestionamos, establecemos un diálogo entre la extinción y la gestión del territorio", explica Marc Castellnou, inspector jefe de los GRAF (Grup de Recolzament d'Actuacions Forestals), unidad altamente especializada de los Bomberos de Catalunya que nació tras aquella catástrofe. "Ahora sabemos cómo se moverán las llamas y nos anticipamos valorando la mejor estrategia. Las preguntas son: qué quiere hacer el fuego, qué puede hacer y qué queremos nosotros que haga". Lo importante es conocer y avanzarse al enemigo. "Sabemos dónde hacerle daño al incendio". Con la experiencia de hoy, hace 20 años, afirma, solo se hubieran quemado unas 8.000 hectáreas. Aquel fue un fuego "muy virulento", ya que en 12 horas se quemaron 18.000 hectáreas (2.000 hectáreas/hora), una velocidad de propagación solo superada por el de Portugal del pasado año (se quemaron 14.000 hectáreas/hora).

Nuevas estrategias

La visión holística actual prioriza el impacto sobre el ecosistema, más allá de las cifras. "Antes solo se intentaba controlar y minimizar los daños; ahora importan las decisiones sobre el paisaje. Podemos moldear el paisaje de mañana defendiendo las áreas que más convengan", agrega Castellnou. Las estrategias dependerán de la fotografía que se prefiera que quede después de las cenizas. En algún caso puede optarse por dejar quemar más hectáreas para preservar otras zonas de más interés.

Entre las lecciones aprendidas el experto cita el error de considerar que el típico entramado de mosaicos del Solsonès podría actuar de cortafuegos. Las llamas no se detuvieron. "Cuando se produjeron los grandes fuegos del 86 y del 94, decíamos que eso no podía pasar aquí, y pasó". 

El inspector jefe de Bomberos reitera que con este cambio de paradigma ya no se trata de tener más recursos para una extinción más rápida, sino de "usar la inteligencia" para una intervención dirigida. En Catalunya se han definido 14 patrones de propagación de incendios que permiten bloquear los puntos que interesan. Castellnou, apuntando al Prepirineu, anuncia: "Debemos estar preparados para cuando arda aquellas montañas, donde hay bosques mucho más densos y mucho combustible acumulado". El fuego está al acecho. Siempre vuelve.