reivindicación de derechos

"Soy analfabeto y no puedo hacer el examen para la nacionalidad"

Mohamed

Mohamed / Martí Fradera

Teresa Pérez

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La falta de papeles ha hermanado a Mohamed, Ibrahim y Arturo en el encierro de inmigrantes en la iglesia de la Reconciliación del barrio de Can Serra, en L’Hospitalet de Llobregat, una reivindicación que tiene fecha de inicio pero no de finalización: "No abandonaremos hasta conseguir el objetivo", afirman. Y ya llevan 15 días. Los encierros contra el racismo y por los derechos de migrantes y refugiados se han esparcido como una onda expansiva por toda Catalunya. A los dos de la ciudad de Barcelona (uno de ellos ya ha rebasado los dos meses y medio) le han seguido otros en L’Hospitalet, BadalonaBlanes… y la lista todavía sigue abierta. Arturo, un cubano que llegó a España hace dos años y medio, lo tiene claro: "Sin papeles no eres persona".

Mohamed es analfabeto. Sabe qué es una escuela porque se lo han contado, ya que él nunca ha pisado una. Este hombre enjuto y reservado llegó de Marruecos hace una década. Y lo mismo que trajo entonces bajo el brazo es lo que tiene ahora: nada. Es un simpapeles, y si los tuviera sería un milagro. Para obtener la nacionalidad, después de 10 años de residencia en España, tiene que aprobar un examen. Y no puede. "Es imposible, porque no sé leer ni escribir y me exigen hacer un dictado. Nadie me ha enseñado las letras", lamenta. Mohamed relata las dificultades que tiene para aprender a silabear, aunque sea a trompicones, las palabras de un texto. "Nosostros somos solo mano de obra barata y brazos para trabajar", denuncia.

Programas de alfabetización

Mohamed no ha podido emplear su tiempo en algo distinto al empleo a destajo, cuando ha surgido la oportunidad, y siempre pagado en negro. "¿Cuándo iba aprender? Ninguna Administración tiene programas de alfabetización para inmigrantes en sábado y domingo", aclara. Por eso, los encerrados exigen que para obtener la nacionalidad no se necesite ningún examen, porque una vez cumplidos los 10 años de residencia, para optar a la nacionalidad se necesita pasar por una prueba "imposible de aprobar". 

Ellos tres. Arturo, Mohamed e Ibrahim, forman parte de la legión de inmigrantes que huyeron de sus países porque pensaron que la vida no era un espejismo en medio de la nada. Tras despertar del sueño comprobaron la exclusión que se siente al no tener papeles, y estos no se pueden lograr sin un contrato de trabajo de un año de duración. Otros han detectado que no pueden reagrupar a sus familias o han de estar clandestinas por la gran dificultad que representa.

El contrato laboral y el empadronamiento son los dos caballos de batalla para lograr los documentos. Estar incluido en el padrón es fundamental para todos los trámites como, por ejemplo, la renovación de los permisos de residencia. El empadronamiento requiere tener un domicilio fijo, que no siempre es posible, porque se exigen unas condiciones de "superficie y habitabilidad que hacen peligrar que los padres puedan reagrupar a sus hijos y viven con miedo porque la dirección general de Atención a la Infancia y Adolescencia (DGAIA) los acabe tutelando".  Pero, para alquilar un piso te exigen una nómina "y eso es imposible porque a muchos nos pagan en negro", apunta Mohamed.  Los encerrados reclaman "un empadronamiento sin restricciones y garantizado".

Arturo llegó a Cuba en diciembre del 2015 con una carta de invitación de su hija. No puede trabajar hasta tener el arraigo social, es decir cuando lleve tres años en España, pero para obtener el arraigo social necesita un contrato de trabajo "pero no me dan contrato de trabajo sin papeles", aclara Arturo, aunque es difícil entender este sinsentido. Arturo arremete contra la restrictiva legislación. "Esta ley te ata de pies y manos", critica. Está desesperado por su situación hasta el punto que necesita trabajar "aunque sea gratis", matiza, "para no pensar", dice.

Cada reforma de la ley ha ido a peor", afirma Enrique Mosquera, miembro de Papeles para TodosIbrahim, de 37 años, es compañero de fatigas de Arturo y Mohamed. Lleva 15 años en España y todavía no tiene la situación estabilizada. En su día tuvo papeles, pero no pudo renovarlos porque necesitaba un contrato de trabajo de un año y seis meses de cotización continuada. Lleva tanto tiempo intentando arreglar su situación que exclama: "¡Casi soy abogado, solo me falta el diploma!" Ibrahim se dejó una fortuna cruzando el estrecho desde Marruecos. Allí se dejó el miedo a subirse a una patera porque "pensaba en el futuro. Siempre he creído que iba a ser mejor que el presente que dejé en mi país", concluye.