El desafío de Celaá: la brecha educativa también es pobreza infantil

brecha educativa

brecha educativa / Alba Lajarín

ÁLVARO FERRER. SAVE THE CHILDREN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los gestos en política dicen mucho: habrá un Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil y una Vicepresidencia de Igualdad. Por si acaso había dudas, Pedro Sánchez lo explicitó en su discurso al anunciar la composición de su gobierno. El presidente ha marcado las desigualdades sociales, y en especial la pobreza infantil, como prioridades políticas.

Tan importante es combatir la pobreza monetaria como asegurar que esta no condiciona el futuro de los niños y niñas que la sufren, que no se perpetúa a lo largo de la vida y se transmite entre generaciones. Por eso la educación es una dimensión de la pobreza infantil y uno de los ejes de la estrategia integral que la Comisión Europea recomienda a los países para combatirla.

En esto la nueva ministra de Educación, Isabel Celaá, tiene un reto. Los niños y niñas pobres repiten más curso, tienen más probabilidades de no terminar la educación obligatoria y de acabar abandonando el sistema educativo –un 43% del quintil más pobre abandona–. La formación está vinculada con las posibilidades de conseguir un empleo y con el salario. La Comisión Europea ha alertado de este círculo perverso que supone el alto impacto del origen socioeconómico en el progreso educativo en España. No por nada España ocupa el segundo lugar en dos rankings europeos: el de la pobreza infantil y el del abandono escolar. Y ambos están interconectados, generando una creciente ‘brecha educativa’ que deja atrás a un 18% de jóvenes.

Hoy por hoy, la educación en España no logra compensar suficientemente los déficits de una niña o un niño con pocos estímulos en el hogar, que no ha asistido a una escuela infantil, que no tiene ayuda en casa, apoyo en el colegio ni asiste a extraescolares y que estudia rodeado de compañeros con su misma realidad y expectativas.

¿Por dónde empezar? Tres sugerencias para la nueva ministra: becas, segregación y educación infantil. España invierte en becas la mitad que la media europea y no lo hace bien. No están diseñadas para llegar a quienes más las necesitan, las cuantías no son suficientes y los beneficiarios no las reciben a tiempo para favorecer que sigan estudiando. Todavía estamos a tiempo de cambiar la convocatoria del próximo curso.

Segundo, la segregación escolar y la educación inclusiva es una asignatura pendiente. Tres contundentes informes recientes de la ONU  (1,2) y de Save the Children alertan del creciente problema de segregación por origen socioeconómico, por discapacidad y por etnia gitana en nuestras escuelas, que agrava la desigualdad de oportunidades y genera abandono escolar. Esto no puede seguir siendo negado e ignorado por más tiempo, como hizo el ministro de Educación anterior. El Ministerio puede modificar normativa básica de admisión y de conciertos, liderar el debate y acordar políticas con las comunidades autónomas, en el marco de un plan como el que existe para el abandono escolar.

Tercero, el acceso a educación infantil de primer ciclo es una de las políticas educativas más eficientes para compensar las desigualdades. Sin embargo los que menos acceden hoy son los que más necesitan de ella, las familias con pocos recursos. No hay suficientes plazas asequibles.

Que el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil dependa de Presidencia debe ser no solo un reflejo de la prioridad de la cuestión sino de su carácter transversal a las políticas del Ejecutivo. Confiamos en que esa lucha contra las desigualdades que se originan en la infancia sea un compromiso de todo el gobierno y que por tanto la ministra Celaá lo asuma como propio. Que la equidad esté en el corazón de la política educativa para romper el círculo de la pobreza. Esta batalla se libra desde la trinchera de la ministra de Educación tanto como la del Alto Comisionado.