INICIATIVA PIONERA EN SABADELL

Circo social para ellas (y sus hijas)

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Helena López / Sabadell

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La iniciativa parte de dos aplastantes premisas. La primera, que las madres suelen cargar con la parte más hostil de la crianza de sus retoños mientras tradicionalmente se ha reservado a los papás la parte divertida (con ellas, corre corre que vamos tarde al cole, acábate la verdura o, aún peor, toca actualizar el calendario de vacunas; con ellos, fútbol, helado y piscina). La segunda, que el contacto físico que marca la relación entre madres y niños durante pequeña infancia se desvanece durante la adolescencia cual carroza de Cenicienta a medianoche. Juntes fem circ, arts escèniques amb perspectiva de gènere pretende romper con ambas. "Que la madre disfrute de la parte más lúdica de la crianza y romper las barreras físicas que se generan durante la adolescencia a través del contacto corporal, básico en una disciplina como el circo", resume Alba Fernández, trabajadora del Taller d’Art Cultura i Creació (TACC), entidad que ha llevado a cabo el pionero proyecto impulsado por el Servei d'informació i atenció a les dones (SIAD) de Sabadell. 

Una de las misiones para las que el Ayuntamiento de Sabadell contrató al TACC era feminizar los espacios juveniles de la ciudad. Luchar con la lógica androcentrista que pone el futbolín -mayoritariamente de ellos- en el centro, y lleva a las niñas, de forma casi natural, a espacios periféricos, a reservar salas apartadas para preparar sus coreografías para no molestar. Esa batalla la libran a través de arte comunitario con los jóvenes. Con el Juntes fem circ busca ir un paso más allá, dando valor a los cuidados trabajando los lazos afectivos entre madres e hijas y mejorando su relación a través de los  talleres de circo familiar con perspectiva de género realizados en L'Estruch, la fábrica de creación de las artes en vivo de la ciudad de la mano de la tallerista Sabrina Catalán, y la psicóloga social Marta Lorite.

"¿Quién me iba a decir a mí que me subiría a un trapecio con 46 años?", dice con una sonrisa de oreja a oreja Rosa Valls Solà frente a la mirada cómplice de su hija Marta, de 14. "Buscábamos una actividad para hacer juntas y vi el cartel del curso, dirigida a madres con hijos de entre 12 y 15 años, y pensé que estaba hecho a nuestra medida. La llamé y se animó, y no hemos faltado ni a una clase. Los lunes por la tarde se ha convertido en nuestro momento", relata la mujer, quien antes de descubrir la existencia del taller se veía mucho más en un curso de cocina que haciendo malabares. "Nos apuntamos en plan locura y ahora estamos súper orgullosas de haberlo hecho", apunta la joven Marta, quien señala que el grupo ha estado formado por cuatro familias, y un solo chico, "quien se ha sentido siempre muy cómodo".

Confianza y autoconocimiento

Durante las seis sesiones que ha durado el taller, una prueba piloto que acaba de finalizar y cuyo éxito asegura su continuidad el próximo curso, las familias han hecho 'tastets' de malabares, acrobacias y trapecio. "Ha sido muy emocionante ver la empatía, la complicidad entre madres e hijas", señala la tallerista, quien explica que durante los talleres han trabajado aspectos como la confianza, el miedo, el miedo al ridículo, el autoconocimiento y la superación subirse a un trapecio a los 46!- a través de dinámicas físicas. "En el circo lo imposible se hace posible. Durante la hora y media que dura el taller madres e hijas salen de lo cotidiano y de los roles. El circo te agarra mucho porque son sensaciones muy reales: gritas, sudas...", sentencia Sabrina. Rosa Marta asienten. 

La pequeña Marta pone sobre la mesa un ejemplo que le marcó. "Teníamos que decir hasta dónde creíamos que podríamos tirar la pelota, todas dijimos 'hasta aquí' y, cuando las tiramos, todas lastiramos bastante más lejos de lo que creíamos", relata la joven, quien concluye que el taller le ha servido también para entender más a su madre en según qué situaciones. Ahí es a Rosa, la madre, a la que se le cae la baba escuchando a su hija. El orgullo es mutuo.