OTROS CAMINOS PARA ENSEÑAR FILOSOFÍA

Los nuevos 'maestros socráticos'

Varias ciudades implantan talleres filosóficos para personas con discapacidad intelectual con el objetivo de aumentar su autoestima y empoderarles

Taller filosófico en Toledo para personas con discapacidad intelectual

Taller filosófico en Toledo para personas con discapacidad intelectual

Olga Pereda

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La filosofía ha dejado ser la aburrida asignatura con la que la 'generación EGB' aprendió de memoria la obra de grandes pensadores como Kant, Platón o Descartes. La filosofía, de hecho, ha salido de los colegios e institutos y ha desembarcado en talleres con presidiarios y drogadictos. También se está aplicando en la empresa, niños con autismo y personas con discapacidad intelectual.

Hace seis años, el profesor Chema Sanchez Alcón -responsable del Centro de Filosofía para Niños en València- pensó en la posibilidad de acercar la filosofía a personas con discapacidad intelectual de cualquier edad. Su proyecto funcionó tan bien que en el 2016 la idea se exportó a Galicia, León, Toledo y Murcia. Puede que estos alumnos no conozcan a los grandes filósofos, pero en los talleres "están practicando la filosofía”, afirma Luis Alberto Prieto, presidente del Centro de Filosofía para Niños, una red que apuesta por la formación filosófica de los profesores y lucha para que la Filosofía se aplique en los colegios y los menores aprendan así a pensar por sí mismos y mejor.

Peticiones por toda España

El proyecto de personas con discapacidad nació en València con humildad y sin excesivas pretensiones. Sin embargo, los resultados fueron tan positivos que los alumnos, convertidos en ‘maestros socrácticos’, acudieron a un congreso de profesores de Filosofía para explicar sus talleres de pensamiento libre. El resultado de la charla fue la expansión de la idea a otras ciudades. "Nos lo están pidiendo en muchos otros lugares, como Madrid, Catalunya, Extremadura y Andalucía. Pero dependemos de dinero público y el presupuesto no nos llega", admite Prieto.

A diferencia de otros cursos, los talleres filosóficos para personas con discapacidad intelectual son más largos. Duran un año escolar y la jornada se extiende a toda la mañana. Con edades comprendidas entre los 17 y los 50 años, los alumnos tienen varios grados de discapacidad y el único requisito es que tengan capacidad para expresarse y escuchar. La tarea fundamental de los profesores es la de desarrollar el pensamiento crítico y emocional (identificar, comprender y regular las emociones) así como la educación en valores. "Aquí nadie se aprende de memoria los logros de Aristóteles, lo que hacemos es pensar en grupo, escuchar al otro, seguir su argumentación y responder con cuidado", explica Prieto. "Al igual que los niños, las personas con discapacidad llegan a los mismos sitios que los demás. Tan solo que lo hacen más despacio", añade.

Mayor autoestima

En los talleres se practica la filosofía. Se inculca a los alumnos la necesidad de hacer preguntas y que estas sean pertinentes. En las clases se habla de la verdad, la belleza y el bien. Se trabaja mucho el concepto de ciudadanía y de dignidad. El efecto inmediato en los alumnos -que con el paso del tiempo se convierten en 'maestros socráticos'- es el aumento de su autoestima. "Es una manera de empoderarles porque ellos están demostrando que pueden hacer muchas cosas. Es una vía para que se sientan incluidos en la sociedad. Muchos han sufrido algún tipo de acoso, así que los talleres sirven para que tengan sentido de la responsabilidad hacia los demás", resume el responsable del Centro de Filosofía para Niños, institución que colabora con Plena Inclusión España, organización que trabaja por la inclusión de las personas con discapacidad intelectual.

Actividades

Una de las actividades que se suelen realizar es la de crear una imaginaria ciudad de pensamiento libre, con sus propio alcalde y sus partidos políticos. Los alumnos tienen que organizarse y realizar peticiones a las autoridades. "Su sentido cívico les hace reclamar más hospitales y colegios", explica Prieto. Otra actividad habitual es la de mostrar cuadros y que los alumnos, a través de preguntas pertinentes, traduzcan el lenguaje del arte. Los profesores también suelen trabajar mucho las emociones y, sobre todo, emplazan a los alumnos a desarrollar el pensamiento libre. En resumen: filosofía pura.