TESTIMONIOS

"Con una niña en brazos se te cierran todas las puertas"

Sara explica las dificultades de encontrar trabajo siendo madre monoparental

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Teresa Pérez

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Sara, Isidro y Ester son retratos de la vulnerabilidad, pero son todos en blanco y negro porque sus vidas han tenido muy pocos colores. Estas tres personas son perfiles que demuestran que la pobreza no tiene escrúpulos para atrapar a cualquiera en sus redes. La historia de Sara conmueve. Está separada y tiene dos hijos a su cargo: un chaval adolescente y una niña de dos años y medio. Ella es un ejemplo de cómo la precariedad se instala en los hogares de madres monoparentales. Mujeres solas, con poca ayuda, sin red social y con escasas posibilidades de encontrar un trabajo decente porque no tienen con quién dejar a los hijos. 

"A mí se me caía el mundo, parecía que todo se venía abajo", relata mientras las lágrimas se multiplican a medida que profundiza en su caso. "Ser madre es muy difícil", sentencia sorprendida. Y añade: "Irme a un curso o presentarme a una oferta de empleo es imposible porque te ven con una niña en brazos y te cierran todas las puertas".

Las pasadas Navidades recuerda que fueron terribles y "en fin de año ni siquiera tuvimos cena", explica. Pero… la mañana del 6 de enero no la olvidará. Los Reyes Magos antes de regresar a Oriente le dejaron un presente: le concedieron una plaza a su hija en la guardería. Sara está exultante. "Es que ahora tengo hasta un poco de tiempo para mí", dice emocionada. Su vida"ha mejorado, está mejorando y más que mejorará", concluye.

Sara forma parte del grupo del 17% de familias monoparentales que atiende Cáritas. Más de la mitad de las personas auxiliadas son mujeres. El panorama laboral que tienen los usuarios de la oenegé es bien negro. El 77% de las personas en edad laboral están en paro y el 17% tiene un empleo tan precario que no les permite llegar a final de mes. Estos últimos forman parte de ese terrible colectivo al que se define como trabajadores pobres.

Trabajos de dos horas

A Isidro y Ester la suerte salió de puntillas de su vidas. Gestionaban un restaurante y las cuentas no les salían. Se quedaron sin nada. Bueno, con deudas. Acabaron en la calle, durmiendo unos meses en el cajero de un banco. Ahora tienen una habitación, "un techo por si llueve", dice Ester con un tono de satisfacción propio de alguien que tiene un palacio. 

Isidro tiene unas aspiraciones que años atrás ni siquiera serían tenidas en consideración: "Me gustaría tener un trabajo estable para poder sacar a mi mujer adelante". Y es que tiene un historial laboral repleto de jornadas de dos, cuatro... horas, de tres días y "así no se puede sobrevivir".  Ahora explica feliz que le han hecho un contrato de seis meses. "De momento estoy contento, esperamos que continúe esta buena racha", remata el testimonio.