Premio Fundació Princesa de Girona Recerca Científica 2018 ex aequo

Guillermo Mínguez: "Lo natural y lo químico no están reñidos; si no, ¿cómo potabilizamos el agua?"

Diseña tamices moleculares que permiten sintetizar materiales nanoestructurados a la carta, útiles como sensores y en procesos de catálisis

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Carme Escales

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Guillermo Mínguez Espallargas (Sevilla, 1981) nació y creció entre fórmulas. Su abuelo materno fue químico. El paterno, además de farmacéutico, perito industrial, perito aparejador y perito mercantil, también lo fue. Padre y madre matemáticos, y hermano físico y matemático lo precedieron. A él le gustaba todo, los números se le daban bien. Fue gracias a su profesor de Química de COU, “a sus clases con pasión” –dice-, que aprendió a apreciar los bienes de la Química. Hoy es investigador Ramón y Cajal en el Instituto de Ciencia Molecular de la Universidad de Valencia.

Hizo su carrera en Sevilla y su doctorado es de la Universidad de Sheffield, ¿No le tentó quedarse a investigar en el Reino Unido? 

Precisamente gracias a la perspectiva que me dio vivir allí a durante un año un Erasmus y tres de doctorado, me hizo sentir que yo quería contribuir al avance en España, quería devolver lo que aprendí y hacerlo con algo diferente. En Valencia están los líderes mundiales en propiedades magnéticas, vine para aprender algo nuevo.

¿Qué veríamos si nos dejara mirar a través de su microscopio de trabajo? 

Una estructura porosa, como el esqueleto de un edificio, a escala nanométrica –la mil millonésima parte del metro-. Haciendo una analogía con el LEGO, tenemos unas moléculas, que vendrían a ser las piezas que juntamos para crear esa estructura-esqueleto con la estabilidad necesaria para que hagamos en ella diferentes aplicaciones de materiales y observar su comportamiento a diferentes estímulos.

¿Con vistas a qué aplicaciones en el mercado lo hace? 

Por ejemplo, pensando en el almacenamiento de gases de efecto invernadero o la liberación controlada de fármacos, para que medicamentos como el ibuprofeno, que normalmente a las ocho horas hay que volver a tomarlo, pues encontrar la manera para que se libere paulatinamente durante 10 días, por lo que con una sola ingesta bastaría. Este es uno de los temas de estudio más candentes en estos momentos. Otra aplicación serían los sensores de sustancias a través de su incorporación en los poros de los materiales que diseñamos. Probamos combinaciones de sustancias y observamos su respuesta, de manera que la reacción nos hará de sensor ante su contacto con otro cuerpo. Implementamos para ello propiedades magnéticas para detectar la incorporación de ciertas moléculas.

¿Cuál es el siguiente paso una vez se da con los resultados perseguidos? 

Lo siguiente paso es preparar esos materiales en escala real para aplicarlos en los diferentes campos: medicina, almacenamiento energético, catálisis o detección molecular. Pero para ello hace falta inversión por parte de las empresas.

Hoy la quimiofobia –aversión a todo lo que contenga sustancias químicas- tiene ya muchos adeptos. ¿Cómo lo vive como químico?

Es un miedo irracional, infundado muchas veces. Lo natural y lo químico no están reñidos. Lo que respiramos es oxígeno. Pero no solo eso, hay compuestos químicos sintéticos muy necesarios, presentes en nuestro día a día. ¿Cómo potabilizamos el agua? La antestesia en los hospitales, materiales como el nylon, los fertilizantes para la agricultura, las cremas protectoras solares para no quemarnos la piel, las vacunas, los teléfonos móviles y las tablets, toda la revolución tecnológica ha sido posible gracias a la química, estamos rodeados de ella.