regreso a las aulas

Las escuelas de adultos salen al rescate del fracaso escolar

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María Jesús Ibáñez

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Cuando estudiaba segundo de la ESO, Rafa empezó a faltar a clase. El curso siguiente, ya en tercero, dejó de ir definitivamente y en cuanto cumplió los 16 años dijo adiós a los estudios… Hasta que unos meses después, tras un verano en que vio que así no iba a llegar a ninguna parte, decidió reengancharse. En lugar de regresar a un instituto convencional, Rafa se matriculó en una escuela de adultos. Su caso no es extraño: son centenares los adolescentes de 16 y 17 años que siguen estudios en centros inicialmente ideados para formar a adultos. "Solo en la red que coordina la Diputación de Barcelona, formada por 64 escuelas de distintos municipios, nos encontramos con que un 21% de los alumnos están en la franja de 16 a 24 años, lo que es un indicador de cómo la edad de los estudiantes se ha reducido notablemente en los últimos años", constata Neus Gómez, técnica asesora de la Gerencia de Educación de la corporación barcelonesa.

El sistema educativo, tal y como está diseñado actualmente, no dispone de mecanismos suficientes para atender a estos jóvenes, que, según denuncian ellos mismos, en muchos casos han sido casi invitados a dejar el instituto, por problemas de conducta o porque han agotado ya las posibilidades de repetir curso. "Son personas que forman parte de ese aproximadamente 18% de la población escolar catalana que abandona los estudios sin esperar a obtener el título obligatorio, el de la ESO, o que, si se lo han sacado, optan por no seguir adelante y se quedan con lo básico", señala Rafael Homet, diputado delegado del área de Educación en la Diputación de Barcelona.

"Algunos llegan aquí después de haber intentado ponerse a trabajar, pero casi todos admiten que en seguida se dieron cuenta de que sin una formación adicional no iban a conseguirlo", explica Neus Ramia, directora de la escuela de formación permanente Can Lletres de Llinars del Vallès (Vallès Oriental). Allí preparó el joven Rafa las pruebas de acceso a los grados medios de formación profesional. "Y las aprobé", cuenta con satisfacción el chico, que este año estudia un ciclo de Márqueting y Comercio en un instituto público de Barcelona. "Ha sido mi segunda oportunidad y estoy satisfecho de haberla sabido aprovechar", confiesa Rafa, que hace unos días estuvo explicando su experiencia a los estudiantes que, como él hizo el año pasado, preparan este curso los exámenes.

"Uno de cada tres alumnos del curso preparatorio de las pruebas de acceso a la FP y al certificado de la ESO son personas menores de 18 años", detalla Homet. "Lo que estamos detectando en las escuelas de adultos es una muestra de que la escuela actual tiene agujeros, grietas por las que se cuela un alumnado que tiene difícil encaje en el sistema educativo convencional", reflexiona Homet. Entre estos estudiantes están, además de los que como Rafa han abandonado prematuramente los estudios, "chavales que han decidido empezar el bachillerato, pero que se caen en el primer trimestre, habitualmente porque han llegado allí sin haber recibido una buena orientación", señala.

Escuelas de nuevas oportunidades

"Preferimos hablar de las escuelas de adultos como escuelas de nuevas oportunidades, porque no queremos que se las etiquete como centros de formación solo para mayores, inmigrantes o estudiantes fracasados; son escuelas de desarrollo personal, que forman a lo largo de la vida, que sirven para mejorar las competencias y habilidades de sus alumnos", subraya Neus Gómez. Y muy importante, insiste la técnica de la Diputación de Barcelona, "son también espacios de orientación para ayudar a los estudiantes hacia su encaje laboral".

En realidad lo que de un tiempo a esta parte están haciendo las escuelas de adultos con los jóvenes que han abandonado el sistema educativo formal es asumir unas funciones que, en teoría, deberían ejercer las de nuevas oportunidades, los centros inicialmente ideados para dar una salida profesional (muchas veces también personal) a los miles de jóvenes que en España ni estudian ni trabajan, los conocidos como 'ninis'.

El problema es que estos centros son aún escasos (en la ciudad de Barcelona, por ejemplo, no hay ninguno), entre otras razones porque es una figura que no ha estado recogida en ninguna normativa hasta hace apenas unos meses. La formación que hasta ahora han impartido ha carecido de homologación oficial y, como no estaban regularizadas, han dependido en la mayoría de los casos de aportaciones económicas poco estables.

El decreto de la inclusiva

El decreto de la escuela inclusiva, aprobado por la Generalitat el 17 de octubre pasado, ha abierto un resquicio para su normalización, ya que "habla de estas escuelas y las describe como centros para alumnos con bagajes personales complicados", señala Homet. "A los alumnos que han acabado la ESO pero no han obtenido el título, se les han de ofrecer propuestas de continuidad para lograr el graduado o un título profesionalizador básico, y con este objetivo se crean los centros de nueva oportunidad", recoge el decreto.

Una de las virtudes de estos centros, destacaba recientemente Begonya Gasch, directora de El Llindar, una afamada escuela de segunda oportunidad de Cornellà de Llobregat, es que "la formación que se presta a los jóvenes es individualizada, fuera de los currículos reglados convencionales". Algo muy parecido es lo que han estado haciendo en los últimos tiempos las escuelas municipales de adultos de la red de la Diputación de Barcelona, subrayan tanto Neus Gómez como Neus Ramia, la directora de Can Lletres de Llinars del Vallès.