Lo único imposible es aquello donde no se invierte

Niños Catalunya

Niños Catalunya / Alba Lajarín

Emilie Rivas. Save the Children

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El informe “Aquí, avui, encara” de Save the Children pone de manifiesto dos hechos esenciales para entender la situación actual de la infancia en Catalunya. Por un lado, pone en relieve que la infancia es el colectivo más vulnerable a sufrir pobreza, violencia y las consecuencias de las migraciones. Y por el otro, constata que estas situaciones gravísimas no están siendo abordadas con la contundencia y la inversión necesarias para acabar con ellas.

En primer lugar, si miramos otra vez los datos, estos demuestran que, a pesar de ser el colectivo más propicio a sufrir pobreza, Catalunya invierte muy poco en infancia. Invierte sólo el 0,8% de su PIB, mientras que la media europea se sitúa en el 2,4%, 3 veces más.

Además, el problema de la violencia contra la infancia sigue careciendo de un abordaje transversal y sin contar con los mecanismos de prevención, detención, actuación y restauración de daños, necesarios para atender esta problemática.

Finalmente, el colectivo de los menores extranjeros no acompañados (MENA), a pesar de ser cada vez más numeroso – sólo en 2017 llegaron a Catalunya 1.489 - siguen enfrentándose a un sistema de protección que no se adapta a sus necesidades.

Aquí los datos entran en contradicción con lo que estipulan las leyes internacionales y catalanas en materia de infancia. Catalunya tiene unas leyes de infancia pioneras, y en este sentido su marco jurídico de protección y promoción de los derechos de la infancia está perfectamente alineado con la normativa internacional. Contamos, además, con una muy buena Ley de Infancia, una Comisión de infancia en el Parlament, una Adjunta de Infancia al Síndic de Greuges, y hasta tenemos un Consejo de niños y adolescentes, cuyo objetivo es trasladar la voz y las preocupaciones de los niños a las instituciones.

Al parecer tenemos una estructura muy favorable y muy propicia a garantizar los derechos de los niños y niñas en nuestra sociedad. Pero a pesar de tener un marco legal completo en esta materia, esta apuesta normativa no se ha materializado nunca en una inversión consecuente y no ha contado con la participación de los niños.

El resultado de todo esto es que aquí, hoy, todavía tenemos unas tasas de pobreza infantil muy altas y una desigualdad social cada vez más preocupante, además de no disponer de los recursos necesarios para atender correctamente los niños víctimas de violencia y los adolescentes migrantes que llegan solos.

Todas estas lagunas las pagan primero los niños, pero también las pagamos nosotros como sociedad. Cada vez que un niño deja los estudios para trabajar y ayudar a sus padres, perdemos la oportunidad de crecer como sociedad y de ser más justa y más competitiva económicamente. Cada vez que un niño víctima de acoso escolar se suicida porque no ve otra salida a su calvario diario, fallamos como sociedad porque no hemos sabido prevenir ni detectar esta situación de violencia.

Si en la vida real dedicamos nuestro dinero a las cosas que son más importantes para nosotros, como sociedad deberíamos hacer lo mismo e invertir en lo que es más importante para nuestro presente y nuestro futuro: los niños.

Sólo empezando por la infancia podremos tener una sociedad más justa y libre de violencia, pero para eso necesitamos más inversión en infancia. Sin una inversión consecuente es imposible logarlo, pero con la inversión necesaria es posible conseguirlo.