Anomalía ferroviaria

Viladecans, donde pasan trenes que no paran

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Carles Cols

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Los trenes que no paran en la estación, de los que preventivamente se avisa por megafonía, tienen su qué. Quienes esperan en el anden, dan dos pasos hacia atrás. Si entre ellos hay un físico, hasta apreciará el efecto doppler, que apretuja las ondas sonoras cuando se acerca el convoy y las espacia cuando se aleja. El maquinista a veces toca el silbato de la locomotora. Se levantan las hojas al pasar. A una escena así, Don Delillo sería capaz de dedicarle 30 páginas y que no decayera la tensión narrativa. Si el escritor neoyorkino necesita tomar apuntes del natural, que vaya a Viladecans, esa rareza ferroviaria, la ciudad más poblada entre L’Hospitalet y Tarragona y, sin embargo, en la que menos trenes paran. Solo un 69% de los que pasan por esa ruta recogen pasajeros. El resto, unos 63 trenes los días laborables, levantan hojas.

La de Viladecans es una queja enquistada que merece la pena recordar ahora que cada vez que el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, visita el área metropolitana anuncia inversiones multimillonarias. El 12 de febrero, 1.600 millones para una terminal satélite del aeropuerto de El Prat. El 21 de febrero, 608 millones para soterrar las líneas R2 y R4 a su paso por L’Hospitalet. Siempre hay quien, con el antecedente de los incumplimiento en mente, desconfía, pero el alcalde de Viladecans, Carles Ruiz, recuerda por si acaso que desde el 2012 duerme en un cajón un proyecto listo para ser ejecutado que prevé unir Cornellà y Castelldefels con una nueva línea ferroviaria. ¡Son solo 2.000 millones, ministro!

Ránking de población

Ese es, en cualquier caso, un proyecto mayúsculo. Nada menos que una nueva ruta. Lo que como mínimo reivindica Viladecans es un trato ferroviario equivalente a su población. Según el último censo oficial, son 66.316 los vecinos de esta ciudad del Baix Llobregat. En esa ruta de tren, no hay otra ciudad que supere esa cifra. Algunas se aercan, es cierto, como Vilanova i la Geltrú, con 65.684 habitantes, y Castelldefels, con 63.891. Lo que ocurre es que en esas dos ciudades para el 100% de los trenes que por allí transitan.

Es cierto que Viladecans ha crecido estos últimos años sin pausa, pero no de forma imprevista. El Plan General Metropolitano le calculó una población futura de 100.000 residentes. Los planes del ayuntamiento no pretenden ir tan lejos. Con los proyectos urbanísticos pendientes de ejecución, la ciudad se conforma con crecer hasta los 75.000 habitantes. Con un censo así, la frecuencia de paso de trenes será escandalosamente baja.

Cuando se escapa el tren

Es un núcleo urbano sin alternativas. Otras ciudades cercanas, como Sant Boi, tienen al menos parada de la red de Ferrocarrils de la Generalitat. Viladecans, no. Para los usarios, en determinadas franjas horarias del día el tiempo de espera para tomar un tren puede ser de hasta 20 minutos. En los municipios colindantes, esa espera no supera, salvo contratiempos, los 12 minutos. Las ratios se pueden realizar desde muy variadas perspectivas. Por ejemplo, Viladecans destaca por sus 484 habitantes por tren. Es un modo de verlo, en un país, por cierto, en el que hay apeaderos del AVE con menos de 10 pasajeros al día. Una gran planificación, sí señor.

Lo que sucede en esta ciudad es un ejemplo de libro de las consecuencias de que la planificación urbanística y la red de transporte público hayan caminado sin ir de la mano desde hace décadas. Viladecans no es una ciudad residencial, o dormitorio. Úsese la expresión que se prefiera. Es una población con una creciente actividad económica. En ese término municipal se ha instalado el gran outlet del sur de Barcelona. También acoge el centro logístico de Desigual. La previsión, subraya el alcalde, es que la actividad empresarial crezca aún más. Alrededor de 10.000 personas encontrarán trabajo en Viladecans si se cumplen las previsiones. Puede que una parte sean residentes en la ciudad, pero al resto las circunstancias les empujarán a utilizar el coche como medio de transporte, si es que disponen de él, con todo el perjucio colectivo que ello comporta en materia de atascos y contaminación.

El aumento de las frecuencias de parada depende (cosas de la red ferroviaria) del desdoblamiento de las vías del tren a la altura de Vandellòs, una mejora lejana geográficamente que permitirá alterar la ruta de convoyes de mercancías y descongestionar así la boca de entrada a Barcelona por la costa. La solución de aumentar la frecuencia a costa de reducir la de otra ciudad con menos población ni siquiera se pone sobre la mesa.

Reformar la estación

Según Ruiz, el alcalde, la situación óptima sería, por supuesto, que Viladecans contara no solo con mayores frecuencias de parada, sino también con esa prometida nueva línea de Rodalies con origen en Cornellà y destino final en Castelldefels, un proyecto que nació en el años 2000 inicialmente como una línea de metro, la L-12, que muy pronto se reveló como una simple promesa electoral sin presupuesto. En el 2006, el Ministerio de Fomento retomó la idea, esa vez ya como línea de Rodalies, pero ahí sigue, pendiente de ejecución. Ruiz confía en que el plan reverdezca, pero, mientras tanto, le recuerda a Fomento que, llegado el caso, no bastará con aumentar la frecuencia de paradas en la actual línea ferroviaria de la ciudad, son que será necesario además modernizar la estación, más propia de un apeadero menor que de una ciudad de 66.000 habitantes.