MACHISMO EN LAS CALLES

"Hay que echarle ovarios para volver sola a casa de noche"

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Beatriz Pérez

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Carla se sienta, sola, en la parte delantera del autobús. Son las once de la noche y debe volver a Santa Coloma de Gramenet, donde vive, desde Barcelona, donde trabaja. "Hoy son las once, pero suelo tomar este Nit Bus cada día a la una o dos de la madrugada", cuenta esta mujer de 35 años. Siempre, por seguridad, se sienta cerca del conductor. "Y, cuando me bajo, como la parada está lejos de mi casa, llevo el móvil en la mano". Carla, como tantas otras, sabe lo que es una agresión machista. "Vivía en Zaragoza y me vine a Barcelona porque sufrí un asalto de este tipo".

Este miedo es general entre las mujeres. Por eso en Terrassa (Barcelona) se ha aprobado recientemente una propuesta para que el autobús nocturno pueda detenerse en otros puntos del recorrido (y no solo en las paradas establecidas) cuando una mujer así lo solicite. El objetivo es reducir el tramo que debe recorrer sola en la noche. "Vaya si me vendría bien a mí un autobús como el que van a tener en Terrassa…", comenta Carla al respecto.

"Muchas veces me he planteado no salir de noche para no volver sola a casa"

Carlota, 20 años

Carlota, de 20 años, es otra de las usuarias del Nit Bus dirección a Santa Coloma. "Yo, muchas veces, me he planteado no salir de noche para no volver a casa sola", confiesa a punto de bajarse en la parada correspondiente. Su relato no difiere mucho del de Carla. "Con 12 años sufrí una agresión y me quedé traumatizada. Hoy, para estar aquí a estas horas, he tenido que echarle un par de ovarios".

Violencia machista

El miedo es una parte indisociable de la violencia machista, llegue o no a consumarse la agresión. Por miedo, muchas mujeres evitan lugares poco transitados durante la noche. Por miedo, se cambian de ropa al salir de la discoteca para volver a casa. Por miedo, guardan en el bolso elementos de defensa personal, como 'sprays' de pimienta.

A Julia (nombre ficticio), de 28 años, un chaval de su barrio, el Guinardó, la metió hace una década en un portal y la sometió a tocamientos. La cosa no pasó de ahí, pero le marcó de por vida. "Me costó lo mío tener historias con tíos. Me dio vergüenza, me costó reconocerlo", dice. Cuando va sola por la calle ("me da igual si es de día o de noche") se anda con ojo. "Siempre me aseguro de que nadie entra conmigo en el portal. Y, si oigo un ruido, agarro bien fuerte las llaves".

"Cuando vuelvo a casa retransmito todo mi trayecto a mi novio con wasaps"

Cristina, 32 años

Hace unos cuatro años surgió en Francia una iniciativa en Twitter para denunciar situaciones como estas. Bajo el 'hashtag' #safedanslarue ("segura en la calle"), multitud de mujeres comenzaron a explicar la violencia que padecían en el espacio público, así como las estrategias que utilizaban para protegerse. Una de ellas, precisamente, era utilizar las llaves como arma.

"Cuando voy sola por la noche y veo alguna presencia, agarro las llaves como si fueran un puño americano. También retransmito todo el trayecto que hago a mi novio con wasaps", cuenta Cristina (nombre ficticio), de 32 años y de Santa Coloma de Gramenet. Hace unos años, un desconocido le agarró el trasero en la calle de noche. "Después de eso, me quedaba a dormir en casa de amigas o llamaba a un taxi", dice. "A todas nos ha pasado algo volviendo solas a casa".

Los efectos

Anaïs, de 37 años, pide expresamente que se publique su nombre real. "No quiero que los agresores me expulsen de mi espacio", manifiesta. Hace unos 15 años, un desconocido que se estaba masturbando las abordó de noche a ella y a una amiga cerca de la plaza de Francesc Macià. "No nos tocó, pero sentimos mucha rabia. Llamamos a los Mossos y nos dijeron que, al ser nosotras mayores de edad, el acto no estaba penalizado por la ley".

"He cogido un taxi para volver a casa simplemente porque llevaba un vestido"

Gisela, 22 años

El miedo a sufrir situaciones como esta lleva a muchas mujeres a modificar su conducta habitual. En estos casos sufren una doble violencia: la procedente del exterior, común a todas, y la que ellas mismas se autoinfligen para protegerse por miedo a lo que 'podría pasar'. Un ejemplo: "Cuando salgo de fiesta suelo llevar un pantalón en el bolso y me lo pongo al salir de la discoteca. Me da mucha rabia, pero me siento más segura", reconoce Marian, de 20 años. "Yo he cogido taxis para volver a casa simplemente porque llevaba un vestido", cuenta por su parte su amiga Gisela, de 22. El miedo es, en última instancia, un elemento de opresión.