Serbia, el tapón en los Balcanes de una ruta de refugiados que sigue abierta

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Snezana Stanojevic

Umed Olah y Han Harun son dos adolescentes afganos que comparten habitación y sueños en un centro de refugiados en Serbia, varados en la ruta de los refugiados por los Balcanes, sellada oficialmente a principios de 2016 pero por la que miles de personas siguen tratando de llegar a Europa Occidental.

"En Europa se está bien. No hay disparos y la vida es buena. Si en Afganistán fuese mejor, volvería", confiesa a Efe Harun, de 16 años, en la oficina de la ONG Centro de Protección y Ayuda a Solicitantes de Asilo (APC-CZA), en Belgrado.

Su amigo Olah, un año mayor y jugador de críquet, añade que "la situación allí es mala, hay conflicto, no hay trabajo, no hay nada".

Olah llegó a Serbia acompañado de su hermano menor a través de Pakistán, Irán, Turquía y Bulgaria, muchas veces con la ayuda de traficantes de personas que "conocen el territorio, lo saben todo".

Serbia no era su destino. Quiere ir a Francia, donde tiene amigos. Ya ha intentado cinco veces cruzar ilegalmente la frontera con Croacia y dos veces la de Hungría, la última hace dos semanas, escondido en un tren.

Una vez más, fue interceptado y devuelto a Serbia.

"En una ocasión llegué hasta la ciudad croata de Vinkovci, donde me pillaron. Les dije que quería pedir asilo pero no escucharon", relata. "Al menos tuve la suerte de que no me dieran una paliza", se consuela.

Harun no fue tan afortunado. En una ocasión que cruzó andando la frontera con Hungría, los policías húngaros le pegaron una paliza y le empujaron de regreso a Serbia. No lo ha vuelto a intentar.

"Me gustaría ir de forma legal, aunque tenga que esperar. Todos esperamos a que algún día nos abran la frontera", cuenta.

Olah y Harun dicen que hay refugiados que han intentado más de 30 veces cruzar la frontera de forma ilegal.

Pese que a principios de 2016, a iniciativa de Austria, quedó sellada oficialmente la ruta por la que los meses anteriores habían pasado libremente cientos de miles de personas, aún se cuentan por miles quienes utilizan este camino.

"La ruta sigue activa. Llegan a diario, aunque no se trata de cifras elevadas", explica a Efe Rados Djurovic, director de APC-CZA.

Este cooperante denuncia que Serbia es "una zona tapón" para los emigrantes, que son devueltos aquí cuando tratan de cruzar a Croacia, Hungría y Rumanía en su intento de llegar a los países ricos de la Unión Europea.

Tras el cierre de la ruta, Serbia reforzó el control de las fronteras con Bulgaria y Macedonia para evitar la entrada de refugiados. El país acoge ahora a unos 4.000 solicitantes de asilo.

La mayoría, un 59 %, provienen de Afganistán, pero también hay iraquíes (17 %) y sirios (2 %). Más de la mitad son mujeres y niños.

Según la ACNUR, en 2017 ha habido cerca de 4.700 entradas irregulares en Serbia, en su mayoría desde Bulgaria y Macedonia.

"Unos 250 asilados salen cada mes desde Serbia hacia las llamadas 'zonas de tránsito' en Roske y Tompa en Hungría. Cantidades pequeñas salen por la reunificación familiar o reubicación, así como migrantes que, de forma voluntaria y asistida, regresan al país de origen", indica a Efe Ljubica Antic, de la ACNUR.

Hay otros grupos, poco numerosos, que se esconden en el norte y oeste serbio cerca de las fronteras con Croacia y Hungría, a la espera de poder pasar a estos países de la Unión Europea.

Entre enero y octubre la ACNUR ha contabilizado cerca de 7.000 testimonios de expulsiones colectivas desde Hungría, Croacia, Rumanía y Eslovenia.

"Muchas víctimas aseguran que han solicitado el acceso a procedimientos de asilo en esos países miembros de la UE pero que les fue denegado, y algunos han sufrido tratamiento brutal por parte de los funcionarios", declaró.

Los traficantes de personas se han beneficiado del cierre de la ruta y han multiplicado los precios que cobran a los refugiados. Un viaje de Serbia a Austria puede costar, por ejemplo, 3.000 euros.

"Algunas víctimas nos han dicho que el precio para un refugiado adulto que huye de Irak a través de Turquía, Bulgaria y Serbia a Alemania ha aumentado desde menos de 2.000 euros en 2015 a más de 8.000 ahora", cuenta Antic.

También Djurovic, de la ONG serbia, denuncia que "el contrabando se hace más fuerte" gracias a las restricciones al paso de refugiados.