Entrevista

"Los pobres tienen que contar siempre su vida, no tienen privacidad"

Entrevista a Sonia Fuertes, presidenta de la federación de Entitats Catalanes d'Acció Social (ECAS)

Sonia Fuertes

Sonia Fuertes / periodico

Teresa Pérez / Rosa Mari Sanz

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Sonia Fuertes fue elegida por unanimidad, a finales de octubre, presidenta de la federación de Entitats Catalanes d’Acció Social (ECAS, que agrupa a un centenar de organizaciones. Fuertes (Barcelona, 1968), diplomada en Educación Social y licenciada en Filosofía, sustituye a Teresa Crespo, al frente de ECAS desde el 2009. La nueva presidenta comenzó su trayectoria profesional a mediados de los 80 en el sector del ocio educativo. Años más tarde ha trabajado en el ámbito de las drogodependencias y la salud mental. Ha sido docente en diversas instituciones académicas y es profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en el grado de Educación Social.

–Acaba de llegar a la presidencia de la federación de ECAS.¿Cuáles son los colectivos que más le preocupan?

–Los temas relacionados con la pobreza y la exclusión, porque afectan a distintos grupos y situaciones. Hablar de pobreza infantil es hablar de la pobreza en la familia, de la okupación, de la precariedad laboral, de la feminización de la pobreza, de la gente mayor, del estado de la vivienda, de pobreza energética... En ciudades como Barcelona es un drama porque la gente gasta mucho en pagar la casa y no puede tenerla en condiciones climatológicas adecuadas. 

–¿La incertidumbre política catalana dificulta la labor del tercer sector? –El tercer sector siempre es sensible a la situación y este es un momento político de gran complejidad. Nos preocupaba mucho el bloqueo de las ayudas de la Conselleria d’Afers Socials las entidades. La situación puede ser la que sea, pero hay acciones que hay que preservar y proteger. 

–¿Ha cerrado alguna entidad por el retraso en cobrar las subvenciones? –Las entidades se resisten mucho a cerrar porque su adhesión a nivel misional es muy fuerte e incluso aportan recursos propios para no cerrar. Es normal porque  hay un proyecto que tiene mucha razón de ser y se dirige a personas con dificultades. Por eso se lucha hasta el final.

–En estos momentos, ¿podemos transmitir a la gente en riesgo de exclusión un mensaje optimista o únicamente buenas palabras? –En ECAS siempre combinamos los mensajes de denuncia con las propuestas, un equilibrio entre los dos. La denuncia comporta una mirada crítica ante situaciones, condiciones de vida, recursos… pero la propuesta conlleva también un mensaje optimista para cambiar las cosas. Sin ser inocentes, intentamos ver qué no funciona y ver cómo se puede arreglar. Y con las personas tratamos de hacer lo mismo; trabajamos en la medida de sus posibilidades no basándonos en sus limitaciones porque, si no. sería una doble victimización.  

–Y entonces surge el temor a perder lo que se tiene. –La situación política nos ha removido a todos emocional y racionalmente. Hay personas que a esa situación deben añadir la incertidumbre propia de su vida porque no tienen cubiertas las necesidades diarias. Este proceso lo han vivido con muchísima preocupación y es injusto porque lo han sufrido, a veces, sin entenderlo por carecer de elementos de referencia para saber realmente lo que pasa en su entorno. 

–Una de las conquistas de la anterior legislatura ha sido la Renta Garantizada de Ciudadanía. ¿Cómo está funcionando? –Sabemos que hay dificultades de gestión. Todo se ha burocratizado más, es más lento, debe pasar filtros. La renta ha sido un éxito, primero porque hay una comisión promotora que ha trabajado por un cambio necesario y, segundo, porque ha transformado el paradigma de las prestaciones. Ahora hay unos ingresos para que la familia administre y gestione como pueda. No son muchos pero no deben pedir ayudas de puerta en puerta porque eso no favorece la autonomía de la persona. En la negociación todo el mundo fue generoso, pero hay cosas que criticamos.

–¿Cuáles?  –La renta garantizada de ciudadanía no ha resuelto las cuestiones de género vinculadas con la pobreza. La mujer queda muy invisibilizada. También cuestionamos el procedimiento, y propusimos que no lo gestionara el Servei d’Ocupació de Catalunya (SOC).

–¿Por qué? –El sistema no es ágil. Nosotros se lo dijimos a la Generalitat. Pero creemos que ha sido clave el cambio que ha supuesto la renta garantizada porque se ha pasado de una Administración controladora a una relación con el ciudadano basada en la confianza. No quiere decir que la Administración no deba controlar, pero no en primera instancia. Trabajar de otra forma desde la responsabilidad del ciudadano porque siempre pensamos en el posible fraude con las prestaciones. 

–¿La renta ha sido el tema más importante para las oenegés? –Es uno de los más importantes.

–¿Y los otros? –También es capital el tema de la vivienda porque al final todo el mundo sabe que, si no tienes una vivienda en condiciones, tu salud es peor. 

–Es una cadena. –Sí, porque no podrás estudiar en las mismas condiciones y si además pagas un alquiler caro, dejarás de comprar carne, pescado… Nos preocupa la vivienda, la ocupación, la educación de 0 a 3 años. La renta supone un cambio a otro modelo social.  

–¿La falta de una vivienda digna hace a los pobres mucho más pobres? –Sí, sí. Me duele mucho cuando leo la palabra sintecho porque la ciudadanía no es del todo consciente de que no solo no tienen vivienda sino que tienen una insegura, sin condiciones. No solo es tener un techo. 

–Es tener una vivienda digna. –Una familia que vive en una habitación no tiene un hogar y una mujer que vive en un lugar inseguro, tampoco. En Barcelona no solo es poder pagar el alquiler, es que el propietario elige: no quiere una pareja con niños pequeños porque estropearán el parquet, no quiere un chico y chica marroquí… La vivienda en Barcelona se ha convertido en un problema, en un bien de lujo. La ciudad está expulsando a mucha gente con alquileres de 900 y 1.000 euros al mes.

–¿Qué hemos aprendido de la crisis si se repite la burbuja inmobiliaria? –En la crisis hemos hablado mucho de temas sociales y es importante. Hay una conciencia ciudadana más amplia y sensibilizada, pero al final hacen falta políticas valientes. No quiero decir que en Barcelona no las haya, pero las situaciones son complejas porque hay poderes económicos. Hay que ver si se hace una política arriesgada porque no siempre es fácil en nuestra democracia  

–Cuando habla de política arriesgada en vivienda, ¿a qué se refiere? –A reserva de suelo, vivienda de promoción social …

–¿Lo que no se hace? –A los ciudadanos nos falta pedir cuentas a los políticos. No sabemos hacerlo. La gente no sabe las propuestas que lleva un partido en su programa, se queda impactada por la imagen. Se recurre a figuras mediáticas. La crisis ha abierto un espacio distinto de movimiento social y es importante, pero hay que ver hasta qué punto los movimientos sociales se institucionalizan.

–¿Debe haber nuevas formas de hacer política? –Cuando la gente se mueve es porque confía en cambiar cosas. Hay procesos de participación para que la persona sepa moverse a nivel político, qué cosas puede hacer con sus demandas. Hay mecanismos como ir al distrito, asociaciones de vecinos, pero no los tenemos interiorizados. 

–¿Qué debemos hacer? –Saber cómo moverte a partir de recursos o espacios. Hay otra dimensión diferente, la mirada de la despersonalización hacia los desfavorecidos que parece que no tienen derecho a la privacidad. Todo el mundo debe conocer su vida, como el caso de la anciana que murió en el incendio de Reus. 

–O sea, que los pobres no tienen derecho a la privacidad. –No, no. Para pedir ayudas tienen que explicar 30 veces su vida. En ECAS somos muy críticos, queremos avanzar hacia otra modalidad. No decimos que no haya comedores sociales, pero es mejor que la persona se administre y vaya al súper.

–Como las tarjetas solidarias que dan algunas entidades sociales... --El modelo debe cambiar porque aunque ayudas a la persona, no le permites ser autónoma. Es difícil cambiar porque la mirada de la exclusión está enraizada, quita el derecho a reivindicar la diferencia y a no tener que explicarla.

–Siempre están bajo sospecha.  –Y decimos cómo es que se compra algo si no tiene dinero. Y todos hacemos eso, pero a ellos no se lo permitimos, porque no solo es ser pobres sino parecerlo y portarse como tal. H

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