Ciudades andaluzas e italianas ya ponen firmes a los peatones

Semana Santa en Sevilla.

Semana Santa en Sevilla. / periodico

Julia Camacho / Rossend Domènech

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Medidas similares a las que ahora experimenta Madrid se han tomado en otras ciudades españolas e italianas, especialmente en Semana Santa y las Navidades, cuando las calles de las poblaciones donde hace buen tiempo se desbordan. Sus ciudadanos se las han tomado con toda normalidad, como una forma de hacer frente a los efectos indeseados de las aglomeraciones. Barcelona, de momento, queda al margen, pero quizás pueda tomar nota para hacer frente al colapso navideño del Gòtic o al asedio al que los turistas someten el mercado de la Boquería. 

Las aglomeraciones, o “bullas”, son parte esencial de las fiestas de primavera en Andalucía, como se encargan de señalar todas las guías turísticas. Los responsables de seguridad local se las ven y se las desean para controlar, en el caso de Sevilla, a casi un millón de personas que se llegan a congregar en algunos de los momentos más señalados, como la Madrugá, en un puñado de calles, y en los medios de comunicación no faltan año los consejos para no agobiarse en una de esas concentraciones multitudinarias.  

Siempre hay alguien que va al revés

En Málaga, para gestionar con más facilidad esos flujos, en las intersecciones de la calle Larios, la calle principal por donde discurren los ‘tronos’ religiosos, se proponen sentidos únicos de circulación para los peatones. Una suerte de pasillos de una veintena de metros con los que evitar tener que dar un largo rodeo. Y solo se cruza entre procesión y procesión, para no interrumpir a los nazarenos. “Se hace una recomendación, con la finalidad de evitar los atascos o los pisotones”, explican desde el Ayuntamiento.  "Siempre hay alguien que va al contrario, pero no se produce ningún problema porque por regla general, los andaluces solemos movernos muy bien en las bullas”, añaden.

Una situación parecida se repite en Sevilla capital, donde en la carrera oficial se establecen hasta cinco cruces peatonales. Todos ellos con separaciones para delimitar ambos sentidos de paso. Los incidentes del año 2000 y 2015, cuando de forma espontánea, y sin que aún se sepan los motivos, la gente salió despavorida en cualquier dirección han servido de acicate para poner medidas. Así, en los últimos dos años, el ayuntamiento (PSOE) ha puesto vallas para acotar determinados cruces conflictivos donde se acumulaban bolsas de gente y cerrar perimetralmente algunas calles convertidas en vías de evacuación, pese a las quejas ciudadanas por tener que ver los desfiles a distancia en esos tramos.

Estampidas en la procesión

La concienciación de que la seguridad es lo primero ha llegado hasta el punto de que este año, cuando se produjeron de nuevo varias estampidas, se pudo ver que alguna cofradía había dado instrucciones específicas a los nazarenos que procesionaban y éstos, de forma casi marcial, se plegaron a las paredes de la calle dejando completamente libre el centro para que la posible muchedumbre fluyera sin obstáculos ni atropellos.

En las próximas navidades, los habitantes de Salerno, al sur de Nápoles, deberán visitar los célebres mercadillos populares siguiendo direcciones obligadas. Lo mismo tienen que hacer desde hace años los napolitanos en las cuatro calles que giran entorno a san Gregorio Armeno, también conocida como “calle de los pesebres”. Es la via italiana más famosa en Navidad por los artesanos que reproducen en imágenes del belén no sólo a los clásicos pastorcillos, sino también  a los personajes de la actualidad, como, este año, a Carles Puigdemont y anualmente  al Papa de turno y el siempre actual Silvio Berlusconi.

También en Nápoles, a principios de noviembre y en coincidencia con la fiesta de los muertos, muy sentida por los meridionales, siete calles se convierten en peatonales y de dirección única para quienes acuden al cementerio de Poggioreale.

Venecia, la pionera

En tiempos modernos, las direcciones únicas callejeras para peatones comenzó en Venecia, cuando al final de los años 70 del siglo se restableció el antiguo Carnaval del siglo XVII. El ombligo de la ciudad es Piazza San Marco, a la que se accede por “calli”, como las llaman, tan estrechas que impiden la circulación en ambos sentidos. La misma medida se toma en la ciudad lagunar desde hace años para la famosa fiesta del Redentor, durante  la que se prohiben algunas calles a los peatones y en otras se establecen direcciones únicas que unos inflexibles guardias municipales imponen a todos sin escuchar razones. De manera que desde la entrada a la antigua capital de la Serenísima República en Piazzale Roma hasta San Marco, la ciudad se transforma en una especie de apretujada procesión que camina siempre en una sola dirección de marcha. Las mismas ordenanzas se repiten durante los festejos de cada Noche Vieja, con direcciones peatonales obligatorias, aunque flexibles, es decir cambiables según la afluencia que haya.