LUCHA POR EL PATRIMONIO NATURAL

València blinda la huerta

Vista general de la Huerta de Alboraya, en Valencia.

Vista general de la Huerta de Alboraya, en Valencia. / periodico

Nacho Herrero

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Hace dos horas que ha salido el sol y en la huerta de Alboraya, a un kilómetro de València y a tres de su centro histórico, bulle una tranquila actividad. Aquí y allá trabajan agricultores, en una vieja alquería almuerzan otros ya jubilados, en un campo tres personas espigolen buscando cebollas desechadas para la venta pero impecables para el consumo, un par de avezados turistas en bici tratan de orientarse por el laberinto de caminos agrícolas y en una parcela dividida para huertos urbanos un par de aficionados miran de reojo la fértil cosecha de los vecinos profesionales en busca de su secreto.

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Patatas, cebollas, cacaos, habas, espinacas, lechugas, acelgas, coles compiten ahora en esta zona con la chufa, hegemónica en este epicentro de la producción de horchata. Luego llegarán las alcachofas, los calabacines. A unos kilómetros, en L’Albufera, reina el arroz, y hacia el interior y el norte, los cítricos. Es el entorno único de una ciudad que busca cómo revitalizar su afamada y maltratada huerta. Es decir, básicamente, hacerla rentable sin que pierda identidad.

A unos metros está la carretera V-21, que en los últimos días ha vuelto a sacar el debate sobre su protección. Después de 10 años, Fomento está dispuesto a acometer la ampliación de la entrada de la autopista de Catalunya pero el Ayuntamiento de València ha pedido revisar el proyecto para minimizar el impacto que tendría sobre ocho hectáreas de cultivos y sus acequias.

Carretera en expansión

En el 2015 todos los partidos pidieron la ampliación, lo que le ha valido al tripartito que forman Compromís, PSPV y València en Comú numerosas críticas e incluso divisiones internas que Joan Ribó, el alcalde, trata de encauzar. "El  proyecto no tiene en cuenta los valores paisajísticos, ambientales y económicos de la huerta. Queremos que València tenga unas infraestructuras adecuadas a sus necesidades pero siempre minimizando el impacto. Tenemos estudios que lo hacen viable y esperemos que los tenga en cuenta", explica Ribó a EL PERIÓDICO.

Pelear esta batalla es obligado para un gobierno que hizo de la protección de la huerta una de sus banderas como oposición y que ahora trata impulsarla como gestor. Ribó se muestra especialmente "orgulloso" de las modificaciones en el Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU) valenciano, que han limitado a dos sectores el crecimiento de la ciudad, lo que ha supuesto, entre otras cosas, denegar a las universidades un nuevo crecimiento a costa de la huerta.

"La ciudad tiene suficiente espacio interior y suficientes pisos vacíos si hace falta hacer frente a un eventual aumento de la población. No hace falta construir depredando la huerta", subraya. Eso sí, el consistorio ha asumido, no sin críticas, que no recuperará las 80 hectáreas de La Punta, al sur de la ciudad, que se destruyeron para crear una zona logística del puerto que nunca se hizo.

Mercado local

Hay en marcha otras intervenciones municipales directas. Permisos para huertos urbanos y mercados itinerantes de productos de proximidad o la iniciativa De l’horta a la plaça, que el último domingo de enero organiza una gran feria ante el propio Ayuntamiento. También está previsto que cuando se reabra el mercado del Grao se dé prioridad a los productos de kilómetro cero. Luego habrá que ver que la respuesta, desliza Antonio mientras sulfata. "La gente va al dinero, a lo barato. Hay algunos que dice que sí, que compran lo de aquí pero es muy poca gente", lamenta. Y sigue con la faena.

En unos meses construir en la huerta será aún más difícil porque ya está en Les Corts la ley de L’Horta, que elevará a 11.600 hectáreas el terreno protegido. Se blinda así la llamada huerta histórica, un radio de unos 15 kilómetros alrededor de València. Comenzó a trabajarse en la época romana pero fue en la islámica, a partir del siglo VIII, cuando se produjo su gran desarrollo, con nuevos cultivos y el sistema de acequias que aún hoy riega unas ricas tierras que pueden dar hasta cuatro cosechas al año.

Dinamizar los terrenos

Además de proteger el terreno y unos mil elementos patrimoniales, la norma pretende dinamizar la huerta con fórmulas controvertidas como la cesión, voluntaria o forzada, de terrenos no utilizados o la redacción de un plan de desarrollo al que las organizaciones del sector piden concreción, fondos y que tenga a los agricultores como eje. "Sin ellos no hay huerta", recordó hace unos días el sindicato agrario ASAJA.

Todo para impulsar una zona a la que el informe Dobris de la UE encumbró en 1998 como una de las seis únicas huertas periurbanas del continente y la más importante de ellas. Luego llegarían el informe del Consell Valencià de Cultura instando a su protección o las 117.000 firmas para una ILP en el 2001 en ese sentido. Pero, en realidad, fue la crisis del ladrillo la que frenó su destrucción y la que le ha dado esta inesperada segunda oportunidad.