ATUENDO ESCOLAR

El uniforme vuelve al cole para diluir la desigualdad entre alumnos

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María Jesús Ibáñez

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Un polo de color blanco, una sudadera azul marino -que recuerda a las de las universidades americanas- y unos tejanos. Todos igual, niños y niñas. La escuela Goya de Terrassa, un centro concertado que el curso pasado cumplió medio siglo de vida, lleva uniforme desde este año. "No queremos que sea tomada como una medida elitista", precisa el director del centro, Nacho Selva. "¡Al contrario! Estamos en un barrio popular, de origen obrero, el de Sant Llorenç, y precisamente lo que pretendemos es evitar que por razones de vestimenta pueda haber diferencias entre los alumnos", afirma. La idea ha partido de los padres de los alumnos, asegura.

Todo empezó hace dos o tres años, cuando algunos progenitores sugirieron la posibilidad de implantar un uniforme en el colegio, en su caso, no solo por razones sociales, sino también por motivos económicos. "Después de estar analizando durante este tiempo cómo hacerlo, decidimos que solo fuera obligatorio para los alumnos de P-3, para que se vaya implantando progresivamente; para el resto de estudiantes es de uso optativo, entre otras cosas porque, como esta equipación no existía cuando se matricularon en el colegio, consideramos que no era justo imponérsela", precisa Selva.

El éxito del nuevo atuendo, de aspecto deportivo, ha sido importante. "Ha habido tanta aceptación que chavales de otros cursos han empezado también a llevarlo, y muchas familias piden que se amplíe a otras edades", afirma Sandra García Marco, madre de un niño de tres años. El polo, detalla, "sale por unos 20 euros y la sudadera, por treinta y algo". El pantalón vaquero y el calzado son de libre elección.

Voces discrepantes

Menos entusiasmo suscitó el uniforme entre los padres del colegio Sagrada Família de Lleida, cuando la dirección del centro les comunicó, a finales del curso 2012-2013, que a partir del siguiente septiembre los alumnos de infantil, primaria y hasta segundo de la ESO iban a tener que utilizar una misma equipación. "Consideramos que era una medida de carácter social, pero hubo padres que no lo vieron así", admite Susana Cano, representante de la empresa propietaria del colegio, situado también en una barriada de alta complejidad social de la capital leridana.

Después de que el primer año de implantación "media docena de familias sacaran a sus hijos de la escuela por ese motivo", lo cierto es que ahora "la mayoría lo ven como algo ventajoso, entre otras cosas, porque han comprobado que a la larga les ha supuesto un ahorro", subraya Cano. "Y algo que en un principio no habíamos previsto: por lo que nos están haciendo llegar padres y madres, el uso del uniforme ha reducido también las discusiones con los hijos a la hora de decidir qué se ponen cada mañana", agrega.

El atuendo en el Sagrada Família de Lleida combina los colores rojo y beige. "Para las niñas más pequeñas se pensó en un pichi y para las más mayores en una falda-pantalón, porque era más cómodo, aunque nos encontramos con que las de ESO se ponen pantalón", precisa la responsable del colegio.

Un tímido despertar

¿Están volviendo los uniformes a las escuelas catalanas? "Hay cierto despertar, sí, sobre todo en colegios que quieren romper con las diferencias sociales que pueda haber entre sus alumnos y que pretenden crear entre los estudiantes un cierto sentido de pertenencia al centro", señala Jordi Sanromà, creador de la nueva equipación de la escuela Goya de Terrassa. A eso, hay que sumar el hecho de que el uso de uniforme "puede ser una medida, asimismo, para reducir el acoso escolar o ‘bullying’ por razón de la vestimenta", agrega Sanromà, que es también representante comercial.

Los detractores de estos atuendos esgrimen, en cambio, que en un momento como el actual, en el que las escuelas trabajan para estimular el sentido crítico, en el que se busca que cada niño elabore sus propias opiniones y decida sobre su forma de ser, la imposición de un uniforme contraviene de lleno esos principios.

"Impide la libertad de expresión de los estudiantes, inhibiendo la individualidad, ya que, en definitiva, la ropa es una de las maneras que tiene un joven para expresarse y buscar su personalidad", constata Laura Martínez, madre y bloguera especializada en temas educativos. "Cuando un alumno va a la escuela es para que aprenda a pensar en libertad, y el hecho de que todos lleven la misma ropa no contribuye a lograr este objetivo", afirma Martínez.

Además, agregan otros padres contrarios, el ahorro económico no es tan evidente. Los uniformes suelen tenerse que comprar en establecimientos concretos, sin competencia, con lo que eso supone a la hora de fijar márgenes de beneficio en las ventas. "Y como es una ropa que se utiliza mucho, no siempre puede ser aprovechada por los hermanos menores como dicen los colegios que lo han implantado", añaden. 

Pantalones también para ellas

Cuando el pasado septiembre la prensa internacional recogió, a bombo y platillo, que el<strong> colegio británico Priory, situado en la pequeña localidad de Lewes (al este de Inglaterra)</strong>, acababa de instaurar el uso del <strong>uniforme sin género entre sus alumnos</strong>, Montse Puig, jefa de estudios de la ESO en el colegio Goya de Terrassa, quedó sorprendida por la repercusión de la noticia. "No hace falta ir tan lejos", escribió a este periódico, "nosotros también lo hemos hecho".