L.T.: "Tengo miedo de ser rechazada en público"
La joven trans relata la falta de cariño familiar y sus tóxicas relaciones afectivas
Todas las humillaciones que existen las ha sufrido Marcos, Irene y L, los tres nombres que ha tenido una misma persona en distintas etapas de su vida. L.T., que aterrizó en el mundo como Marcos, conoce el lujo y los bajos fondos, los privilegios como hombre y el desprecio como transexual, la violencia machista y la marginación laboral. En su antebrazo asoma un tatuaje: 'Naciste para ser real, no perfecta'. Ese es su sueño y en eso está. "Quiero que los que me han hecho daño sepan que he salido adelante", puntualiza.
De que su cuerpo no coincidía con lo que sentía su cerebro se percató pronto ."Un día mi hermana no quería ponerse un vestido y yo dije: "Me lo pongo yo y me sentí feliz". Y a veces lloraba en un rincón, y su madre le preguntaba: ’¿Qué te pasa Marcos?’. La respuesta llegó a los 13 años y lo cuenta así: "Mi madre me vio pintándome las uñas de los pies y no sé cómo le solté que me sentía diferente. Me gustan los chicos, pero no soy gay".
Uñas pintadas
Su vida es una novela, bueno una trilogía. A Marcos y a su hermana los adoptó una familia boyante que se separó y los pequeños ingresaron en un centro de menores. Entonces ya le picaba el gusanillo de conocer a sus padres biológicos, también separados. Dicho y hecho, se fue a vivir con su madre. "Era esquizofrénica y me tiró mi ropa femenina", recuerda. "'Yo te puse de nombre Marcos'", le chilló. Buscó auxilio en su padre, pero le recordó que no debía cuidar de ella porque llevaba los apellidos de su familia adoptiva.
Entre una cosa y otra "la vida se me hacía muy grande", afirma. Durmió un año en cajeros. "Hice una amiga y para protegernos cada día dormía una y la otra vigilaba", cuenta. Dejó la calle y volvió con su madre biológica. "Necesitamos dinero como sea", fue lo primero que le dijo. Lo segundo fue poner un anuncio ofreciendo los servicios sexuales de la hija.
L. no ha conocido el afecto y ha tenido relaciones tóxicas. Tuvo una inapropiada y la reparó con otra peor. De su expareja huyó despavorida. "Me agredía. Estaba frustrado por querer a alguien que sus amigos insultaban", dice. Ahora cobra una percepción por violencia machista. L. ha tenido difícil hasta la elección de su nombre: "Escogí Irene, pero oí una canción que decía' Irene tiene pene' y lo cambié".
Ahora estudia y recupera sueños desperdigados. Su voz cambió hace seis meses "me la han dejado rara, pero así se queda". Está en otra guerra, en la del tránsito. Volverá a ir a la playa, hace cinco años que no la pisa: "Me avergüenza enseñar mi cuerpo. Tengo miedo de ser rechazada en público”. Un miedo que le hace parapetarse tras el bolso. "Mis amigas me riñen porque lo llevo delante para taparme", concluye.
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